A mí, que no creo en
nada más que en la teoría de la evolución, y con reservas, que hay homo sapiens
que no se merecen el apellido, la navidad me la rasca (salvo por el anuncio ese
de “Intimissimi”, que me ha devuelto la ilusión por Mamá Noel, cierto es).
Yo
no tengo ahora mejores deseos para vosotros que los que tuve el once de abril o
tendré el siete de febrero. Pero lo cierto es que es un buen momento para
recordarle a los amigos que los quieres y los echas de menos. Todos o casi
todos sois creyentes en estas fechas. Unos porque lo son siempre y otros porque se ablandan con Cortylandia y “Qué bello
es vivir”. Da igual si se cree en Dios o en Frank Capra o en las luces de
colores, porque lo cierto es que en “estas fechas tan señaladas”, que diría
Franco en su alocución navideña, todo el mundo está más sensible y más receptivo
a los mensajes de paz y de amor.
En fin, que celebréis lo que celebréis, disfrutad. Los moderados, con moderación, y los desenfrenados, con desenfreno. Y a la contra, que los moderados necesitan un desenfreno de vez en cuando y los desenfrenados un instante de calma en mitad del descontrol. Bailad, cantad, bebed y comed, que eso lo dicen hasta en misa, y fornicad como si no hubiera un mañana, o sentaos a mirar como pasa la vida con un vaso en la mano y una sonrisa en la boca, según los gustos y las apetencias.
En cualquier caso, un abrazo de este viejo cascarrabias. Sed felices con la excusa de las navidades y prolongad la celebración hasta las navidades próximas.
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