Sentado,
observando la taza de café que tenía delante, el humo del cigarrillo se
interponía entre él y su lectura, como cada mañana empezaba el día con su droga
matutina y el periódico.
Aquel
día no había nada interesante qué leer. La política le aburría, de economía no
entendía mucho y los sucesos, si, era la parte que más le gustaba leer a la par
que le entristecía todo lo ahí redactado.
Se
fue al baño y empezó a llenar la bañera, como cada domingo le gustaba relajarse
tomando un buen baño, y como cada domingo lo ambientaría con velas para
sorprender a su mujer.
Se
dirigió a su habitación, dio unos golpes suaves a la puerta y le dijo a su
esposa que le esperaba una sorpresa. La sonrisa de felicidad demostraba cuánto
la quería.
Se
dirigió a la cocina, dejó más café preparado y unas tostadas. Le encantaba
cuando ella siempre acababa con mantequilla y mermelada en la comisura de los
labios y con la excusa él se acercaba y le propinaba un dulce beso.
Se
metió en la bañera, oyó los pasos de su esposa, pero esta vez pasó de largo, no
entró en el baño, ¿por qué? se quedó allí, inmóvil, asombrado, entristecido. A
Joana le encantaban los domingos, sus domingos.
Salió
de allí, empezó a seguir los pasos de ella, no conseguía alcanzarla, siempre se
quedaba pisando su sombra.
No
entendía, ¿por qué le rehuía?
Se
cansó, se dirigió a la cocina, y allí seguía el café humeante, las tostadas en
su plato y los cubiertos intactos.
Otra
vez, había vuelto a hacer comida para dos, había vuelto a llamarla, había
preparado de nuevo su momento especial de la semana. No, nunca se
acostumbraría, la echaba mucho de menos.
Habían
pasado toda una vida juntos, él contaba ya con 60 años y ella había muerto a
sus 57. Toda una vida, vaya que sí, 33 años preparando esos baños, manteniendo
el amor que sentía por ella.
Se
puso en su sillón favorito, donde cada noche él le leía algún relato a Joana,
se durmió y allí estaba ella, en sus sueños, regalándole un beso de despedida
hasta el próximo domingo.
Carmen
Aliaga Cerveró
Carmen, muy triste, pero me ha gustado aunque deje un regusto amargo, como el café.
ResponderEliminarUn beso
Después de tanto tiempo he visto el relato publicado aquí, sí, lo admito, soy un poco desastre. Muchas gracias por la oportunidad de participar en su día y publicarlo.
ResponderEliminarEpífisis, después de mucho tiempo después de tu comentario, muchas gracias por tu opinión