Miro las noticias como un explorador perdido en el desierto mira el horizonte, y como él, sólo veo desesperanza y algún que otro espejismo. Pero sigo adelante. Cuando mi hija era pequeña, le gustaba mucho una película de los personajes de Sesame Street que se llama “Elmo en el país de los Gruñones”. Elmo, un tipo bajito y descerebrado como yo, emprende la búsqueda de su mantita, que le ha sido arrebatada por un malvado egoísta interpretado por Mandy Patinkin, el espadachín español de “La Princesa Prometida”. Fatigado, se sienta en un tronco y se deja invadir por el pesimismo. Entonces, un bulbo que brota del suelo empieza a cantarle esta canción (la repito de memoria, la habré visto cien veces con mis hijos):
“Elmo no te apures, yo estoy peor,
Tú no estás plantado como estoy yo,
A ti nada te impide continuar,...
Da un paso a delante y ya verás…
Caminar, es lo mejor, da un pasito más
Y deja el miedo atrás.
Caminar, es lo mejor, da un pasito más
Y dile al miedo adiós…”
Me acuerdo a menudo de esa especie de cebollino verde que le dice a un peluche rojo que hay que tirar para adelante, que el miedo te ancla al suelo y te impide crecer. No es la conversación entre dos sesudos filósofos ni entre dos “gurús” de la psicología, pero a mí, que soy como un niño, me pone las pilas. Y no puedo dejar de pensar que mi padre se quedó huérfano en plena posguerra y ahora me mira con sus ojos serenos y me recuerda que ha completado el ciclo de la vida con buena nota. Si le preguntan, responde que tiene dos hijos de los que está orgulloso, porque son “dos buenas personas”. Así que esa es mi aspiración…y no voy a pararme porque unos siniestros especuladores de los que su padre nunca podría decir que son buenas personas quieran arruinar nuestras existencias. Versionando a William Wallace, podrán quitarnos la vida, pero nunca podrán arrebatarnos la alegría….Me atrapa esta vorágine entre dos aguas…Mis padres mayores y mis hijos pequeños. Cansado pero con fuerzas aún, la clave está en dar un pasito más. Como el buzo de “Hombres de Honor”…”Doce pasos, cocinero”.
Qué hermosa reflexión. La leí al levantarme y me acompañará el resto del día y espero de más días.
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