Acaban
de terminar los Juegos Olímpicos de Londres. Reconozco que me encantan. Eso de
ponerse en la tele a cualquier hora, y ver retransmisiones de deportes como el
tiro al plato, el piragüismo en aguas bravas o los saltos de trampolín, sólo
pasa cada cuatro años. Aprendemos reglamentos y conceptos nuevos, como qué es
un ippon, que tiene más cuenta salir por barlovento, o a diferenciar entre un
florete, un sable y una cimitarra.
Es
interesante ver tantos representantes de países remotos y casi desconocidos,
las Islas Vírgenes, las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Vírgenes Congoleñas…
Y ya que paso por aquí, una pregunta: después de todo el sodoma-gomorreo que
debe ser la Villa Olímpica, en la ceremonia de clausura de los Juegos, los
representantes de las Islas Vírgenes, ¿vuelven a desfilar con su país, o
pierden la condición y se pasan a la bandera olímpica? Dudas corrosivas.
Pero
de todas las curiosidades que se despiertan en tan singular ocasión, hay una
que especialmente me llama la atención, y que es extensiva a otros eventos
deportivos. Da igual el deporte (atletismo o esgrima), país (Estados unidos o Burkina
Faso), raza (blancos o negros), o sexo (poco o muy poco), pero la inmensa
mayoría de los deportistas que suben al podio hacen el mismo gesto. Toman la
medalla que tanto esfuerzo les ha costado, se la llevan a la boca, y la
muerden; o hacen que la muerden, que si no sería un acto patrocinado por
Odontologos Mundi.
¿Por
qué se muerden las medallas? Personalmente me parece un gesto poco elegante
para un momento tan importante, desfigura un poco el rostro, y además, no le
veo explicación. ¿Es para ver si de verdad son de oro, plata o bronce? ¿O si
son metálicas? ¿Es una campaña para fomentar una dieta enriquecida en
oligoelementos? ¿Hay algún fotógrafo que de forma subrepticia, quiere tener
instantáneas de todos los deportistas mordiendo metal? ¿Tras la cámara hay
alguien con un arma ordenando “muerda la medalla”? ¿Si no la muerden, se la
quitan a la salida? ¿Sabe rica?
En
algunos casos, con deportistas de aspecto tan feroz como los luchadores o los lanzadores
de peso, parece que la medalla va a ser deglutida como si fuera un filipino;
otras veces, el ademán de mordisco es tan largo mientras se tiran las fotos,
que da la sensación de que la medalla queda totalmente llena de saliva. Claro
que, en este mundo mitómano y fetichista, una medalla chupada por, por ejemplo,
Isinbayeva o Ibaka, puede valer más que el Koh-i-noor.
Como
decía antes, no sólo pasa en los Juegos Olímpicos; el gran Nadal mordisquea
indistintamente el copón de Roland Garros que el Conde de Godó (el trofeo, no
al Conde, qué mal gusto). Esto pasará hasta que algún deportista lleve
dentadura postiza, y al morder la medalla, se le quede enganchada. Esa foto sí
que dará la vuelta al mundo.
Yo,
como de momento no voy a ir a los Juegos salvo que hagan olímpicas disciplinas
tan nobles como el C-4 (4 cañas) o los 800 cc lisos (de cerveza), me voy a bajar a
los chinos y me voy a comprar unas medallas para ver qué se siente
mordiéndolas. Si la foto queda bien ya la enseñaré.
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