Llovía afuera y yo sin paraguas. Pero dentro, en el recibidor de su
casa, también había tormenta. Y yo sin decidir el mejor chaparrón con el que
mejor mojarme.
Ella lloraba rogándome que me fuera. No quería volver a verme. Sus inclemencias
empezaron a resbalarme y, como otras veces, traté de capear el temporal.
—Mujer, no te lo tomes así. Sabes que ella no significa nada, además
fue por su culpa, me provocó. Yo solo te amo a ti.
Entonces dejaron de llover lágrimas y un tornado de furia asoló su
mirada. Agarró un paraguas y me lo partió en la crisma. Me echó sin
miramientos, cerrando la puerta tras de sí. Me encontré tirado en la escalera,
dolorido y con un paraguas roto. Y afuera seguía lloviendo.
Selphy
Sada
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