viernes, 24 de febrero de 2012

El invitado

Ficha:
Película: El invitado. Título original: Safe house. Dirección: Daniel Espinosa. País: USA. Año: 2012. Duración: 115 min. Género: Acción, thriller. Interpretación: Denzel Washington (Tobin Frost), Ryan Reynolds (Matt Weston), Brendan Gleeson (David Barlow), Robert Patrick (Daniel Kiefer), Sam Shepard (Harlan), Liam Cunningham (Alec), Vera Farmiga (Catherine), Rubén Blades (Carlos Villar). Guion: David Guggenheim. Producción: Scott Stuber. Música: Ramin Djawadi. Fotografía: Oliver Wood. Montaje: Richard Pearson. Diseño de producción: Brigitte Broch. Vestuario: Susan Matheson. Distribuidora: Universal Pictures International Spain. Estreno en USA: 10 Febrero 2012. Estreno en España: 10 Febrero 2012. Calificación por edades: No recomendada para menores de 12 años

Sinopsis:   

Matt Weston (Ryan Reynolds) lleva un año en Ciudad del Cabo trabajando como “guardián” de un piso franco. Aspira a convertirse en un agente respetado en la CIA, y se siente frustrado al no haber sido destinado a un puesto con más acción. Pero cuando el primer huésped del piso resulta ser el peligroso Tobin Frost (Denzel Washington), Weston se prepara para lo peor. Frost, antaño uno de los mejores agentes encubiertos que tuvo la CIA, ha conseguido escapar de sus perseguidores durante casi una década, tiempo que ha dedicado a vender secretos militares al mejor postor. Tan pronto como Frost llega para ser interrogado, aparecen unos mercenarios que arrasan el piso franco de Weston. Los dos consiguen escapar por los pelos, y ahora tendrán que descubrir si sus atacantes fueron enviados por terroristas o por alguien de dentro dispuesto a matar a cualquiera que se interponga en su camino. Weston deberá decidir en quién confía antes de que les eliminen.

Opinión:

Salto de Daniel Espinosa, director de origen sueco y raíces chilenas, autor de “Dinero Fácil”,  al cine Americano con una mega-producción, un thriller de espionaje, secretos, que transcurre en Ciudad del Cabo. Una apuesta que personalmente no defrauda pero no sobresale. Podía dar mucho más de si el típico enfrentamiento entre novato y veterano dentro de la CIA.

Película de acción, con muy buena trama, corrupta, pero bien hilada. El guión esta bien, mucha persecución y violencia al principio, la fotografía es un poco cargante, y la banda sonora encaja perfectamente con el transcurso de la cinta, tiene muy buen ritmo. Un repartazo de lujo, Denzel Washington impone con su presencia, perfecto como de costumbre en un papel de veterano ex agente de la CIA, y los secundarios tanto Ryan Reynols notable, como Vera Farmiga esplendida, en sus distintos papeles dentro de la agencia, sin menospreciar a los ya maduros Brendan Gleeson y Sam Shepard.

La película es entretenida, que aunque se vea venir, engancha hasta al final sin aburrir para nada porque es larga. Recomendable para un tarde de domingo.

Cita: “No me interesa saber qué te ha traído aquí, si no que hay ahí fuera para obligarte entrar”

Calificación: «««¶¶

Clark Kent.


jueves, 23 de febrero de 2012

El relajante

Como llevaba unos días jodido de la espalda, y siendo, como soy, un imprudente, llamé a mi buen amigo el Doctor Coyote para pedirle consejo. Además de sus habituales recomendaciones (un caja de botellines, hacer el amor tres veces en la postura del escorpión trapecista, desayunar seis huevos fritos de los de dos yemas…), me ha recetado un relajante muscular. Me sorprendió un poco, porque los únicos músculos que ejercito son los de las mandíbulas y el brazo derecho para levantar las cañas de la barra a la boca, pero me he ido a ver a Crisóstoma y me ha dado uno.

Me lo he tomado con el gintonic de después de comer. Primero me ha producido un poco de modorra, al extremo que mi mujer ha tenido que despertarme con cierta violencia: me he quedado sopa encima de la caja de las pastas, y estaba babeando las de chocolate, que son sus favoritas. Me he incorporado torpemente y me he chocado sucesivamente con la mesa, dos sillas, el radiador de la calefacción, el frigorífico, la puerta de la cocina y mi hijo el pequeño, por ese orden. He conseguido llegar al sofá, donde me he vuelto a quedar filete en apenas unos segundos. Por fortuna, me colgaba la cabeza y el caudal de salivas ha resbalado limpiamente hasta el suelo, donde mi mujer, siempre atenta, ha dejado la bayeta de hacer los baños.

He permanecido semiinconsciente durante un tiempo, hasta que el armonioso bocinazo del portero automático me ha devuelto a la vigilia...o parecido. He abierto la puerta y el cartero, siempre solícito, me ha hecho firmar un certificado de una multa de trescientos euros. Le he abrazado, he firmado en cuatro casillas que no eran la que correspondía a mi notificación y le he dado cincuenta euros de propina. La cara de mi mujer era un poema.

Como he visto que no me encontraba lúcido del todo, he decidido salir a tomar el aire. En la escalera me he topado con las vecinas del primero, que me obligan cada sábado a bajar a las cuatro de la mañana a poner fin a la fiesta que organizan, y las he besado y las he prometido que este sábado bajo con una botella de J&B y mi mejor tanga. Se han metido en su casa aterrorizadas…No lo entiendo.

Me he subido al autobús por la puerta de atrás, le he cedido el asiento a un albañil de unos veinte años y he tratado de demostrar que se puede hacer el trayecto Príncipe Pío- Callao sin agarrarse a la barra, con el resultado de un dedo del pie presuntamente fracturado y los últimos quinientos metros del recorrido con la cabeza atrapada entre el pasamanos de la puerta y el cerco de la misma. Menos mal que el conductor se ha dado cuenta y, amablemente, antes de accionar el mecanismo de apertura, me ha sacado la cabeza de dos patadas de tan incómoda apretura. Le he sonreído y le he deseado feliz año nuevo.

En la misma Plaza del Callao me he hecho colaborador de Intermón Oxfam, de la Cruz Roja española, de Médicos sin fronteras, de Bomberos sin fronteras, de Ortodoncistas sin fronteras, de Vigilantes de la Fontera sin fronteras y del club de fans de “La Frontera” (yo creía que el grupo se había disuelto), amén de convertirme en evangelista, mormón, anabaptista de la séptima trompeta, sintoísta, harecrisna y musulmán sufí, chií y sunní. He vendido mi anillo de compromiso en una tienda de vendo oro, que según el tío del chaleco reflectante paga los mejores precios, he hecho cola en la puerta de FNAC para una promoción de música barroca paquistaní, he patinado sobre hielo hasta que la chica del estanco me ha dicho que habían quitado la pista en enero, he entrado y salido once veces de El Borde Inglés intentando hacer sonar la alarma antirrobo con el poder de mi mente y me he trapiñado seis docenas de castañas asadas del kiosco, ante la estupefacción del búlgaro que lo regenta.

Como seguía un poco mareado, he bajado con sútiles pasos de baile por la calle de Preciados. La gente se admiraba de mi gracilidad. He colaborado con unos músicos callejeros, enriqueciendo sus melodías con la coreografía de “El lago de los cisnes”, hasta que han empezado a tirarme piedras. Ante la atónita mirada del segurata, he pasado por el torno del metro diez veces, hasta apurar los viajes disponibles en el billete, por el mero placer de ver como se encendía el pilotito verde con la leyenda “Pase”.

Ya en la Puerta del Sol, se me ha ocurrido la idea de acampar para protestar por la corrupción, rechazando la ayuda del Samur Social que pretendía trasladarme al albergue de San Isidro. Dos policías me han convencido de deponer mi actitud por el procedimiento de endiñarme media docena de estacazos en las costillas, hasta que he captado su mensaje. Y, en agradecimiento, les he interpretado a voz en grito el tema central de la banda sonora de “La ciudad sin nombre”, cual Lee Marvin redivivo. Luego recuerdo haber viajado con unos seres amarillos en una nave espacial con luces naranjas y sirenas.

Me he despertado en urgencias de la Clínica Moncloa. Según me dice la doctora, el relajante hay que tomarlo en dosis pequeñas, que si no puede tener efectos indeseables, sobre todo si se mezcla con alcohol. No se si hacerla caso. Mejor le consulto a Coyote.

miércoles, 22 de febrero de 2012

I Concurso de relatos hiperbreves “La siguiente la pago yo”


El plazo se esta acercando a su fín, van más de un centenar de relatos de todas las partes imaginables del globo terráqueo. No seas cansino, que te vas a quedar sin premio.


Tan solo estamos



días de la festividad de San Dositeo, fecha en la que se cerrara el plazo para la presentación de relatos.

I Concurso de relatos hiperbreves “La siguiente la pago yo”

 

Miércoles, 22 de febrero de 2012

  
"No esperes a que te toque el turno de hablar: escucha de veras y serás diferente."

Charles Chaplin

 Sir Charles Spencer Chaplin, KBE (Londres, 16 de abril de 1889 – Vevey, 25 de diciembre de 1977) fue un actor cómico, compositor, productor, director y escritor británico. Adquirió popularidad gracias a su personaje Charlot en múltiples películas del período mudo. A partir de entonces, es considerado un símbolo del humorismo y el cine mudo. Para el final de la Primera Guerra Mundial, era uno de los hombres más reconocidos de la cinematografía mundial.

Nacido en un campamento de gitanos de Smethwick, cerca de Birmingham, algo que siempre quiso ocultar sugiriendo que era de origen judío, sus padres también estuvieron relacionados al mundo del espectáculo, especialmente al género del music-hall. Chaplin debutó a la edad de cinco años, reemplazando a su madre en una actuación. Para 1912, ya había actuado con la compañía teatral de Fred Karno, con quien recorrió diversos países.

Con su personaje Charlot, debutó en 1914 en la película Ganándose el pan, y durante ese año rodó 35 cortometrajes, entre ellos Todo por un paraguas, Charlot en el baile y Charlot y el fuego. Sin embargo, las películas más destacadas de Chaplin fueron La quimera del oro (1925), Luces de la ciudad (1931), Tiempos modernos (1935) y El gran dictador (1940). Sus técnicas al momento de filmar incluían slapstick, mímica y demás rutinas de comedia visual. Desde mediados de la década de 1910 dirigió la mayoría de sus películas, para 1916 también se encargó de la producción, y desde 1918 compuso la música para sus producciones. En 1919, en colaboración con Douglas Fairbanks, David Wark Griffith y Mary Pickford, fundó la United Artists.

A lo largo de su vida, Chaplin recibió múltiples reconocimientos y nominaciones. Recibió el premio Oscar Honorífico en 1928 y 1972, fue candidato al premio Nobel de la Paz en 1948, fue distinguido con la Orden del Imperio Británico en 1975 y se colocó una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama de Hollywood en 1970. En 1952, luego de una serie de problemas políticos que lo involucraban con el comunismo y con la realización de actividades antiestadounidenses, debió exiliarse en Suiza, donde pasó el resto de su vida. Si bien la cantidad de producciones que realizaba para aquella época había disminuido, filmó Un rey en Nueva York y La condesa de Hong Kong, sus últimos trabajos más sobresalientes. Falleció el Día de Navidad de 1977.

Chaplin estuvo en pareja en cuatro oportunidades –con Mildred Harris, Lita Grey, Paulette Goddard y Oona O'Neill–, y se le atribuyeron noviazgos con otras ocho actrices de su época. Tres de sus hijos, Josephine, Sydney y Geraldine, también se dedicaron al espectáculo.

lunes, 20 de febrero de 2012

Máscaras

Puede ser casualidad haberla leído la semana de carnaval, o puede que no, que las casualidades no existen… Al señor Padura, Don Leonardo, le debía ya algunos de los mejores ratos que he pasado con un libro entre las manos, y la deuda se ha hecho aún mayor con este tercer libro de la saga de las estaciones.

Porque el teniente Mario Conde me pone carne de gallina en el miocardio, con su máscara de cínico que trata de esconder su cara de niño que sigue jugando pelota en cualquier esquina de La Habana, su cara de adolescente que sueña con ser escritor, su cara de hombre que quiere creer y no puede, pero se deja seducir siempre por lo auténtico, por más que lo auténtico, no sólo en tiempo de carnaval, también se oculte tras una máscara.

El Conde es incapaz de dudar de un buen colega mientras duda siempre de sí mismo, y  es que es un policía que quiere llegar a la verdad, aunque las únicas verdades que alcanza son las certezas de que quiere a su jefe, al que llama “viejo” como Germán Areta llamaba “abuelo” a su Comisario, porque su jefe es un tipo íntegro que ya ni siquiera encuentra un buen cigarro que paladear; de que quiere a su inseparable Manuel Palacios porque no sólo es mejor poli que él, sino que además le aguanta los berrinches; de que quiere a su ciudad porque es su microcosmos y su inmenso universo; de que quiere al ron, al tabaco y a las mujeres porque sabe que la vida es un viaje en guagua sin cabecera de línea ni itinerario programado.

Pero sobre todo le inunda la seguridad de que quiere al “Flaco” y a su madre, que son toda su familia, todos sus recuerdos, todos sus presentes y su salvavidas de balsero mental. Sólo es capaz de odiar una bala perdida en una guerra perdida en una selva perdida, que encontró a Carlos y le condenó a dejar de ser flaco.

En el fondo sabe que querer ser escritor para ser libre allí donde la libertad es un espejismo, que bien mirado no es sólo Cuba, es todo el mundo, es una pirueta carnavalesca. Y asiste estupefacto a la transfiguración de un joven, de un autor de teatro, de un diplomático y hasta de una criada, y se emociona al comprobar que, entre las brumas de sus propios prejuicios, la orientación sexual no determina en absoluto que un hombre, a la hora de la verdad, se comporte como un hombre.

Como diría el tío de mi amigo Juan Carlos…”¡¡¡ Fabulosa!!!”.



Máscaras
Leonardo Padura 1997
Tusquets Editores
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