viernes, 21 de noviembre de 2014

Amanece

Se levantó de la cama con ganas de mandarlo todo a tomar por culo. Se levantó de la cama por obligación, a disgusto, con el cuerpo dolorido y la cabeza espesa. Se levantó de la cama como si atravesara la puerta del corredor de la muerte, camino a esa cámara de gas colectiva que es un vagón de metro. Se levantó de la cama porque tenía que levantarse, pero no había nada en aquel amanecer que le tentase a no seguir durmiendo.

Al salir de la ducha, sin pensar, se puso su mejor perfume. Sin pensar se miró al espejito y se pasó la mano por el pelo. Sin pensar se vistió, y sin darse cuenta estaba en el portal. Un sol cobardica apenas le rozó la cara con un rayo despistado.

Sin saber como, estaba sentado en el metro, literalmente empotrado contra la barra de sujeción por el cuerpo enorme de un hombre muy obeso, que le golpeaba con el codo mientras jugaba a un juego de caramelos en su teléfono móvil.

Hizo el trasbordo, busco otro asiento sin suerte, y, sin darse cuenta, ya estaba en su mesa de trabajo, con su ordenador de trabajo, con sus documentos de trabajo, rodeado por sus compañeros de trabajo. Desayunó en la sala de la máquina de café de su trabajo. Almorzó el menú del día en el bar de la esquina y no supo distinguir si comía o trabajaba, entre conversaciones sobre trabajo.

A las cinco, caminó hasta la boca del metro sin tener conciencia de ello. Subió a un tren con cantante étnico incorporado y esporádicos vendedores de mecheros. No tuvo conciencia de que, al final de la escalera, el sol pusilánime le enviaba otro rayo tembloroso.

Y fue entonces cuando una ráfaga de viento removió su bufanda y le llegó el eco lejano del aroma de su mejor perfume. Y entonces fue cuando le estalló una sonrisa en la cara, a los acordes de la orquestina de jazz ambulante que se instalaba cada día en la Red de San Luis. Y ahí se le fueron los pies, y bailó con los peatones, y regaló abrazos, y levantó en volandas niños que no eran suyos, y saludó a personas que se habían levantado de la cama con ganas de mandarlo todo a tomar por culo.

Cuando llegó a casa, cenó ligero y se metió en la cama. Y soñó que no tenía que levantarse al día siguiente, y que toda su vida tenía banda sonora, y que los besos brotaban de las aceras como amapolas y que los vagones de metro eran calabazas convertidas en carrozas, y los papeles del trabajo bailaban a su alrededor porque él era el aprendiz de brujo.

Fue soñando, pero le dio
con un martillo al despertador.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Reyes de viaje



“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos.”



Marcel Proust 


  (Escritor francés, 1871-1922) 

martes, 18 de noviembre de 2014

Fantasma...

Me tiré dentro el poco whisky que se escondía aún entre los restos mortales de aquel par de hielos. Era otra noche, otro bar, otra camarera, otra música, la misma soledad. Levanté las cejas y ella lo entendió. Le dejé los ojos en el escote un momento, sin resultado aparente.

  • Si vas a estar pidiendo todo el rato, te dejo aquí la botella.

Le dije que sí. Tampoco es que me desagradara mirarla el maletero cuando se alejaba hacia el otro lado de la barra, pero no era cosa de andar jodiéndole la noche. Me lo agradeció con una sonrisa tan cicatera que casi me arrepentí.

No reparé en el tipo hasta que se le cayó la cerveza. Tenía un aspecto enfermizo y una delgadez que impresionaba. Como si hubiesen echado un puñado de pellejo sobre un esqueleto y lo hubiesen recubierto con polvos de talco. Parecía a punto de embestir con los pómulos, y los ojos eran el fondo oscuro de un par de pozos. No mediría menos de un metro ochenta. Si para enterrador solicitasen adjuntar foto al currículum, este tío se llevaba el puesto de calle. Llevaba unos pantalones de tergal, como de traje de boda de los ochenta, y una gabardina gris. Le temblaban las manos.

Me distrajo el bamboleo de la rubia que bailaba en la pista con un grupo de amigas y amigos. Una barbaridad de mujer. Difícil imaginar como habían podido dibujarse tantas curvas y con tanta armonía. Me serví uno doble a su salud.

De repente, mucho más rápido de lo que pudiera uno pensar viendo su aspecto, el muerto viviente se levantó del taburete. Será que tengo más noches que el camión de la basura, pero me puse en guardia. Bajó los huesudos brazos a lo largo del cuerpo, y sacó un cuchillo del bolsillo de su raída gabardina con la mano derecha.

No me dio tiempo a llegar. Para cuando le estrellé la botella de JB en la cabeza, ya había apuñalado a la rubia. Tardé en atenderla lo imprescindible para gritar que alguien llamase a la policía. Tenía un pinchazo muy feo en el costado izquierdo, demasiado profundo para no haber afectado algún órgano. Salía mucha sangre. Taponar la herida me costó un servilletero entero, y no estaba seguro de haber conseguido cortar la hemorragia. Se le iba la vida a chorros. Abría y cerraba la boca, como si quisiera decir algo. Acerqué mi oído a su boca.

  • ¿Porqué?...
No le dió tiempo a más. Se quedó con los ojos muy abiertos y un rictus de miedo en la cara.

El fantasma que acababa de asesinarla parecía empezar a recuperar la conciencia. Reconozco que lo primero que se me vino a la cabeza fue remacharle la cabeza otra vez con lo primero que tuviese a mano. Pero me contuve y le quite el cinturón para atarle las manos a la espalda y me senté encima para inmovilizarle. Cuando llegó la policía ya empezaba a debatirse con cierta energía. Le esposaron y le incorporaron. Me miro con esos ojos vacíos.

No pude evitar preguntarle.

  • ¿Porqué?

Sacudió la cabeza y sonrió. Sólo supo decir:

  • Era tan guapa.


Me tomaron los datos y me comprometí a pasara a
declarar por la Comisaría en un rato. Me senté en el taburete. Tenía las manos llenas de sangre y el bajón de adrenalina hacía que temblasen como hojas secas al viento. Traté de agarrar el vaso y llevármelo a la boca. La camarera se acercó y me ayudó.

  • ¿Qué te ha dicho?

  • No lo sé. ¿Qué no soportaba la felicidad ajena?. ¿Qué no podía resistir que su mismo mundo habitara la belleza?. ¿Qué estaba loco de pasión, de odio, de miedo?. No lo sé.

Me sirvió otro. Me limpió las manos con unas toallas húmedas. Me trató con cariño. Me dejó quedarme en el bar hasta cerrar. Llegué a Comisaría cuando amanecía. Pero esa es otra historia.



domingo, 16 de noviembre de 2014

LAS ALPUJARRAS

Vamos a hacer en esta ocasión un recorrido por Las Alpujarras, nombre con el que se denomina a la ladera sur de Sierra Nevada, la que baja hacia el mar, y que comprende una extensa área geográfica repartida entre las provincias de Almería y Granada.

Hay que tener en cuenta que el desnivel baja, en apenas 50 kilómetros, desde los 3.479 metros de altitud del Pico Mulhacén (el más alto de la Península) hasta el nivel del mar en las costas almerienses y granadinas, lo que nos da una idea de la pendiente pronunciada de estas tierras.

Son decenas y decenas de pueblos los que se encuadran en esta comarca, por lo que muchos los citaremos solo de pasada, y nos centraremos más en aquéllos que me llamaron la atención especialmente. Son pueblos de una bonita arquitectura, situados en bellos enclaves naturales, más frondosos en Granada, y más áridos pero en espectaculares cortados los de Almería.

Hay que decir también que se trata de una zona en la que el turismo ha ido a más con el paso de los años, hasta el punto de que se ofrece una gran oferta hostelera repartida por la mayoría de pueblos.

Vamos a realizar el recorrido de Este a Oeste, empezando desde la ciudad de Almería, cuya extraordinaria alcazaba se hace imprescindible visitar.

Saliendo de la ciudad por la A-92 sentido Granada, enseguida nos desviamos en Benahadux para coger la carretera A-348, que es el eje que recorre todas Las Alpujarras. Aquí nos adentramos en el valle del río Andarax, cuya vega está repleta de frutales, siendo el resto muy árido y desarbolado.

Tras pasar por Gádor, llegamos a Santa Fé de Mondújar, donde podemos visitar el interesante yacimiento arqueológico de Los Millares, antiguo poblado de la Edad del Cobre.

Ohanes
Seguiremos nuestra ruta pasando por muchos otros pueblos que destacan por su blancura: Alhama de Almería, Alicún, Huécija, Íllar, Instinción y Ragol. Pasado este último, nos desviamos para coger otra carretera, de muchas curvas, que nos conduce al precioso pueblo de Ohanes. Antes de entrar, tenemos unas muy buenas vistas panorámicas del mismo y de su entorno. Destaca la blancura de su casco urbano, encalado en la ladera, del que sobresale la monumental iglesia, y su entorno montañoso. Luego, paseando por dentro, descubriremos su bonita plaza, sus calles estrechas y empinadas, sus plazas y plazuelas y sus numerosas fuentes.

Después de habernos deleitado en Ohanes, podemos llegarnos hasta la cercana ermita de Nuestra Señora de Tices, de gran tamaño y con dos buenas torres gemelas, escenario de una concurrida romería a la que acuden gentes de todos los pueblos de la montaña.

Láujar de Andarax
Retornando de nuevo a la A-348, poco más adelante llegamos a Láujar de Andarax, otro pueblo de bonitas calles blancas, con un hermoso ayuntamiento de tres plantas de arcos de medio punto, y una grandiosa iglesia de ladrillo.

Siguiendo la carretera principal, poco después entramos en la provincia de Granada, y aquí se produce, como ya se indicó anteriormente, un importante cambio en la fisonomía del terreno. Las montañas y barrancos áridos y pelados van dando paso a un terreno mucho más verde, más frondoso y más arbolado.

Pasaremos por Ugíjar y Yátor, y poco después nos salimos de la carretera principal para coger otra por la que empezamos a ganar altura, y recorrer otros bonitos pueblos en preciosos entornos naturales, como Berchules y Juviles, para llegar a otro que es de los más famosos de Las Alpujarras: Trevélez. Ya desde varios kilómetros antes divisamos vistas panorámicas de la localidad y de su entorno montañoso, así como del Pico Mulhacén, que ejerce de centinela allá en las alturas. Luego, a la entrada del pueblo, pasamos por las piscinas naturales, y ya nos introducimos en su casco urbano, para recorrer sus blancas, estrechas y empinadas calles, con sus balcones llenos de tiestos. Destaca también su iglesia y, de entre todas sus fuentes, la de San Antonio, hecha de piedra de pizarra, con techumbre, abrevadero y hasta una hornacina con la imagen del santo.

Trevélez
Trevélez está situado a 1.476 mts. sobre el nivel del mar, pero hay que aclarar que las altitudes de estos pueblos se toman desde el ayuntamiento, ya que todos están ubicados en las laderas de la montaña, en fuertes pendientes, dándose el caso de que desde la parte más alta de los mismos a la más baja puede haber una gran diferencia de altura.

Decir también que, además de por su bella arquitectura y su privilegiado entorno natural, Trevélez es famoso por sus jamones y embutidos, que encuentran aquí unas condiciones climáticas idóneas para una buena curación.

Abandonamos Trevélez con nostalgia, pero enseguida se nos alegra de nuevo el ánimo al continuar la ruta y seguir descubriendo bellos pueblos y parajes naturales. Pasamos por Busquístar y Pórtugos, y nos introducimos en el barranco de Poqueira, atravesado por el río del mismo nombre, y coronado por la otra gran torre de Sierra Nevada: el Pico Veleta, con sus 3.396 mts. de altitud.

Bubión
En este barranco encontramos, muy cercanos entre sí, tres preciosos pueblos: Pampaneira, Bubión y Capileira. Todos ellos se caracterizan por dos elementos arquitectónicos muy singulares, como son los "terraos" y los "tinaos".

Los "terraos" son los techos que tienen gran parte de las viviendas, los cuales son planos (no tienen inclinación) y están recubiertos de launa, un tipo de arcilla abundante en la zona, que es impermeable y de color gris.

Los "tinaos" son una especie de voladizos que sobresalen del techo de las viviendas o de encima de las puertas, y que cubren la entrada a las mismas, protegiéndolas de las habituales inclemencias climatológicas de la zona. A veces son tan largos que llegan a cubrir el ancho de la calle casi en su totalidad.

Bubión
A los "terraos" y los "tinaos" habría que añadir otro elemento habitual en estas viviendas, como son sus blancas chimeneas cilíndricas o troncocónicas, coronadas por una especie de sombrero de piedra.

Otra característica común a estas localidades es el bellísimo entorno natural en que se encuentran, muy montañoso y con gran frondosidad vegetal. El agua es abundante, baja en infinidad de arroyos, torrenteras y cauces temporales desde lo alto de las montañas, lo cual también se refleja en la multitud de fuentes existentes tanto en los cascos urbanos como fuera de ellos.

Precisamente, la orografía del terreno otorga otra característica común a los pueblos del barranco. La fuerte pendiente hace que se encuentren encalados en la ladera de la montaña, formando calles de gran inclinación, y dándose la circunstancia, como en Trevélez, de que desde la parte más alta del pueblo a la más baja hay gran desnivel.

Bubión
Si recorremos estos pueblos de menor a mayor altura, empezamos por Pampaneira (1.058 mts.) donde, además de lo ya dicho, disfrutaremos, paseando por sus calles, de la fuente de San Antonio y su letrero con una curiosa leyenda, de los lavaderos, su bonita iglesia, sus calles con regateras... Y desde determinados puntos tenemos vistas montaña arriba de Bubión y Capileira, con el Pico Veleta en lo más alto.

Subiendo la carretera llegamos a Bubión (1.300 mts.), donde seguiremos disfrutando de la arquitectura típica alpujarreña y de otros rincones propios, como la bonita y tranquila plaza, con su fuente en medio, y el magnífico mirador que hay junto a la fachada de la iglesia. La cantidad de tiestos que adornan las calles le dan un toque de mayor belleza todavía. Además, desde distintos lugares del pueblo tenemos vistas de Pampaneira barranco abajo, y de Capileira y el Pico Veleta hacia arriba.

Seguimos por la carretera para subir hasta el último pueblo, Capileira (1.436 mts.), y pegarnos otro baño de arquitectura popular, disfrutando de las vistas panorámicas de Bubión y Pampaneira hacia abajo y del Pico Veleta hacia arriba. Precisamente desde Capileira parten rutas de senderismo que suben tanto a este pico como al Mulhacén.

Pampaneira-Bubión-Capileira
También hay otras muchas rutas que se pueden hacer por la zona. Una no muy difícil y a la vez muy bonita, es la circular que recorre los tres pueblos y una parte de la ribera del río Poqueira.

Como ya se indicó anteriormente, Las Alpujarras tienen abundante oferta hostelera, pero, de manera muy especial, en el barranco de Poqueira.

Descendemos ahora montaña abajo por la carretera que nos conduce de nuevo a la A-348, hasta salir a la altura de Orgiva, localidad situada en el fondo del valle, rodeada de frutales y olivares, y que cuenta con una monumental iglesia con dos magníficas torres gemelas, y un interesante ayuntamiento construido sobre un antiguo palacio fortificado.

Desde aquí, continuamos hacia Lanjarón, última parada de la ruta, famoso pueblo por sus aguas minerales y por su balneario. Desde su castillo tenemos maravillosas vistas de la montaña, e incluso se llega a divisar, en días claros, el cercano mar Mediterráneo.

Aquí finaliza la ruta de Las Alpujarras, pero terminaremos diciendo que, poco después de Lanjarón, salimos a la autovía que une la ciudad de Granada con la costa en Motril. La elección de hacia dónde seguir se hace complicada, pero vayamos a un lado o a otro, la ilusión de una nueva aventura ataca de nuevo...

Saludos
EL RURAL
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