viernes, 9 de noviembre de 2012

El hoyo


Me contaba una amiga hace unos días unos problemas personales que no son del caso. En un momento de la conversación, utilizó la palabra “hoyo”. El “hoyo” es ese lugar al que algunos hemos viajado en ciertos momentos de nuestra vida.

Al hoyo no se llega por los asuntos externos. Hay circunstancias terribles en el desarrollo de la existencia que pueden dejarte molido, desintegrado. Hay he...
chos y situaciones que destruyen tu ánimo, que aniquilan tu autoestima, que te degradan.

De ahí se sale. Te rehaces, tus obligaciones te reclaman, retomas la marcha despacito, empiezas a caminar. Valoras lo que aún tienes y concluyes que no puedes permitirte aquello de que las lágrimas por el sol que se ha ido pueden impedirte ver las estrellas.

El hoyo es otra historia. El hoyo lo cavas tú sólo. Sin motivo. Sin razón. Nunca te parece suficientemente profundo. Escarbas compulsivamente, poseído por un afán absurdo pero imparable. Luego, también sin motivo y también sin razón, te metes dentro. Te haces un ovillo y te quedas quieto. Cuando los que se preocupan por ti te llaman y te piden que salgas fuera, refunfuñas y te encoges aún más. Buscas los motivos en la edad, en la rutina, en la falta de objetivos, en el peso insoportable de lo cotidiano. Recorres mentalmente una y otra vez ese sendero, para acabar descubriendo que es un camino circular, y te acurrucas aún más. Pruebas todo lo que te recomiendan y siempre recibes como premio la decepción. Te sigues achicando, y tus pensamientos son una pescadilla que se muerde la cola.

Un día, no sabes como, un rayo de sol llega al fondo del hoyo. Abres los ojos, te desentumeces, levantas poco a poco la cabeza. Te asomas fuera del hoyo. Y solo, igual que entraste, sales. Tu mundo sigue allí, pero no son un lastre ni tus años, ni tus rutinas, ni la búsqueda de objetivos ni lo cotidiano. Y empiezas a vivir de nuevo.

Traté de explicárselo, consciente de que, hasta que llegue el rayo de sol, de nada sirve lo que pueda decirle.

martes, 6 de noviembre de 2012

Hace un año


Hace un año ya estábamos en crisis.
Seguramente teníamos las mismas preocupaciones que hoy, problemas económicos, laborales, de pareja, sociales.
Puede que tú estuvieras enfadada con tu amiga por algo que te parecía importante, o tú discutieses con el portero de tu casa, o tú maldijeses a tu jefe por su prepotencia; quizás tú te entristeciste pensando que un día más no habías encontrado al hombre de tu vida, o tú pensaste que tú mujer no te entendía. Tal vez tú te agobiaste por lo caro que estaba todo, tú volvieses a salir demasiado tarde de trabajar, o tú te enfadases con él porque se fue a tomar unas cervezas con sus amigos.
Un año, no es nada, parece que fue ayer, y si miras atrás las cosas apenas han cambiado, sigues con las mismas preocupaciones, sin haber puesto remedio, incluso sin haberlo intentado.
Probablemente yo mismo sentí o hice algo de eso, y seguro que me causó, como a ti, disgusto, rabia, frustración o desánimo.
Seguramente hace un año sería todo casi igual que hoy, como si el tiempo no pasara, salvo porque hoy hace un año yo no era capaz ni de imaginar que la estaba felicitando por su cumpleaños por última vez. Y ahora que me falta y la echo tanto de menos pienso en lo absurdo de seguir preocupándose demasiado por todas esas cosas, cuando la arena sigue cayendo y no se va a parar, en lugar de disfrutar de los momentos y dar a cada problema la importancia que en realidad tiene.
Dentro de un año seguramente seguiremos en crisis, pero ojalá seamos capaces de vivir un poco más tranquilos.
Hoy brindaré por ella, por sus ojos azules y su sonrisa.
Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.