jueves, 21 de marzo de 2013

El rescate


- Bank CementFace de Nicosia, buenos días. Le atiende el operador nº XJ31416987410429FZX548756. ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenos días, soy el Sr. Machakados. Le llamo porque esta mañana he ido al cajero automático y no he podido sacar dinero, y necesito efectivo. He llamado con insistencia, pero la puerta de la oficina estaba cerrada.
- Sí, Sr. Machakados. Le informo de que en estos momentos no es posible acceder a sus depósitos, debido a las instrucciones de las instituciones europeas.
- Ya, lo sé, he visto la televisión. Lo que sucede es que tengo que pagar a dos empleados que cuidan a mi madre, que es anciana, y necesitan esa paga para mantener a sus familias, y porque deben afrontar sus gastos.
- Lo comprendo, Sr. Machakados, pero como le digo, en estos momentos no puede acceder a sus depósitos.
- Mire, ¿podría hablar con el director del banco, por favor?
- Lo lamento, Sr. Machakados, pero el Sr. Karotas está ocupado.
- Ya, ¿y cuándo podré hablar con él?
- Pues no sabría decirle, Sr. Machakados, el Sr. Karotas tiene una agenda muy apretada estos días. Inténtelo mañana o pasado mañana.
- O al otro, claro. Verá, yo entiendo todo esto de las medidas, pero no sé si lo entiende usted. Yo soy cliente suyo toda la vida, siempre he tenido ahí mis ahorros, y hasta se lo he recomendado a mis amigos, por lo que me regalaron una vez una sandwichera. Tengo contratado mi plan de pensiones, la nómina de mi mujer, la cuenta juvenil “f.ck-the-young” para los primeros ahorrillos de mi chico, el fondo de inversión “tocomoch”, la hipoteca de mi casa y también las cuentas de mi pequeña empresa. Vamos, que prácticamente mi vida está en sus manos. Lo que quiero decirle es que si no pago a esas dos personas, dejarán de atender a mi madre porque tendrán que ir a buscarse la vida para atender a sus familias, lo que me obligará a mí a dejar de trabajar para atender a mi madre, y entonces mi empresa dejará de ingresar y tendré que despedir a otros trabajadores. ¿Comprende lo que le digo?
- Desde luego, Sr. Machakados. Pero por desgracia no podemos hacer nada al respecto, porque los depósitos no se hallan disponib…
- Oiga, ¿usted cómo se llama?
- Como le he dicho, Sr. Machakados, soy el operador XJ31416987410429FZX548756.
- Pues mire, Sr. XJ31, haga el favor de pasarme al director, o le juro por las barbas del Arzobispo Makarios que me presento allí con la recortada de mi primo Leónidas y lo que no va a estar disponible nunca más son su pelotas.
- Por favor, Sr. Machakados, no se ponga así, el Sr. Karotas, como le digo, no está. Si quiere puedo intentar localizar al apoderado, el Sr. Maskára.
- Pasémelo.
- Sí, Sr. Machakados, un instante, no se retire por favor.
(Musiquita: “Dale a tu cuerpo alegría, Makarena, ehhh, Makarena, ¡aaaaaaayy!”)
- ¿Sr. Machakados? Por favor, disculpe la espera, no se retire.
(Musiquita: “I just called to say I love you, I just called to say how much I care…”)
- ¿Sr. Machakados?
- ¿Qué?
- Buenos días, Sr. Machakados, soy Jeturios Maskára, el apoderado. Me ha contado nuestro operador las razones de su malestar.
- ¿Malestar? Pues se lo ha contado mal, lo que tengo son ganas de acercarme por allí con un lanzallamas.
- Comprendo perfectamente su incomodidad, Sr. Machakados, pero como Vd. sabe estas medidas no son nuestras. Los enviados de la troika a Nicosia, Mr. Shameless y Herr Rostren, al parecer han dejado instrucciones claras, y han rogado paciencia y solidaridad a todos los clientes.
- Oiga, Maskára, solidaridad es lo que voy a necesitar yo cuando todo se me desmonte porque no puedo sacar 2.000 euros, que son míos, de mi cuenta, del dinero del que ustedes se van aprovechando desde hace años. Necesito que me dé una solución ya mismo.
- Sr. Machakados, como le digo, le entiendo a la perfección, pero estamos en un momento difícil, en el que hemos de apelar al bien común para soslayar este pequeño obstáculo. No tengo dudas de que en unas pocas semanas Vd. podrá disponer de la totalidad de su efectivo; bueno, menos ese pequeño porcentaje destinado al rescate de las entidades, claro. Pero todos hemos de contribuir.
- Pero entonces, ¿qué hago? ¿Cómo pago a mi gente?
- Mire, Sr. Machakados, la gente es buena, trate de que todos hagan como Vd., paciencia y solidaridad hasta que las entidades vuelvan a sanearse.
- Estoy acabado.
- No se lo tome así, hombre. Por cierto, mientras su dinero está aquí, en el banco, ¿no le interesará contratar un depósito “Shit-for-U”, al 0,0002% TAE?

martes, 19 de marzo de 2013

Generosidades

Generosidad

Nos confundimos al pensar que vivimos en una sociedad insolidaria y egoísta. Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para descubrir que entre nuestros vecinos hay múltiples ejemplos de lo que es compartir.

¿Quién no disfruta de la música? Pues ahí está ese “bakala” que nos regala los grandes éxitos de “DJCoñazo” con ese equipo de 800.000 watios montado en un Seat Ibiza, que son más grandes los altavoces que las puertas del coche, que para meterlo dentro yo creo que le cortan el techo y luego lo vuelven a soldar. O esa vecinita en edad escolar que repite con su flauta dulce las mismas notas desafinadas durante catorce horas, delicada melodía que sube por las ventanas y que, con el paso del tiempo, consigue que se te ocurran más de sesenta formas de asesinarla utilizando la propia flauta como arma del crimen.

¿Qué decir de los aromas? Ese pestuzo que la vecina esparce por el descansillo, por el sagaz procedimiento de acumular la basura nueve días en casa, ese bouquet de las cabezas de las gambas ya putrefactas, que se queda en la escalera hasta las Navidades próximas…O ese tufillo a pies con que te obsequia otro vecino en el ascensor, “four your nose only”, o esos efluvios a rancio, con tonalidades distintas según la parte anatómica de la que surjan, con los que tantas personas nos gratifican en el transporte público.

¿Y las responsabilidades? ¿Quién no tiene un compañero de trabajo siempre dispuesto a repartir la culpa de cualquier error, mediante el procedimiento de arrojar los detritus al ventilador para que todos quedemos salpicados?

¿Y el que comparte sus tribulaciones? Ese que te da una “chapa” interminable sobre si debe optar por la tarima flotante o acuchillar el parqué, ese que te cuenta con todo lujo de detalles su endoscopia, ese que no deja pasar la oportunidad de endosarte una “brasa” del calibre 133 sobre si el aceite lubricante de tal marca es mejor que el de tal otra…

¿Y los que socializan sus bacterias y virus? ¿Y ese constante contacto físico del metro, en el que seis se distribuyen por sectores un metro cuadrado?

Decididamente, la gente está decidida a compartir…Y a mí me dan ganas de no de compartir, sino de partir: de partirles las piernas, de partirles la cara…

Menos mal que también hay quien quiere compartir conmigo un rato de charla y una cerveza.


Y otro más: el de Celia.

Este año, no se si por primera vez en la vida (supongo que no), la fiesta del día del padre se ha pasado a lunes, siendo su día “original” el martes. Todo el mundo se tiraba de los pelos, cómo si su vida dependiese del día en el que se celebrase. Yo no. Quiero decir, desde que yo recuerdo (hace relativamente poco) el día del padre se ha celebrado una vez al año. Éste no. Y me parece bien, porque creo que se merecen algo más que un día para ellos.

Nuestros padres son esas personas que nos crían, nos cuidan y están pendientes de nosotros. También son los que nos regañan, nos echan broncas y nos dicen lo malas que son las notas del curso. Nada es perfecto.
Todos, o casi todos, tienen un recuerdo especial de sus padres. Yo no. Yo tengo varios miles de millones, porque el padre que tengo no es normal… Es mejor.

Espero que cuando sea mayor, pueda hablarle a mis hijos de su abuelo y su manía de salir corriendo hacia la lavadora cuando esta pita, indicando que ya se puede tender la ropa, porque aunque él no lo quiera reconocer, le gusta eso de sacar la cabeza por la ventana y colocar las camisetas y pantalones en la cuerda, enterándose de los cotilleos que se cuecen en las cabezas de las vecinas, que como él, sacan a secar la ropa.
Me gustaría hablarles también de esos ratos con él por la calle, en los que ambos nos reímos a carcajadas, en los que no para de intentar cogerme la mano o agarrarme de la cintura, mientras yo encojo los brazos y me separo, para que no lo consiga.
No estaría nada mal comentarles las noches de los martes, viendo Castle, tumbados en el sofá, apoyando mi cabeza en su cuerpo y el rodeándome con el brazo. Esas noches en las que me quedo levantada hasta que él llega del trabajo para poder ser policías juntos y resolver los casos de los diferentes episodios. Él me llama Kate; yo no le llamo Richard, le llamo papá, porque es “escritor” y un buen padre, tal y como es el personaje de la serie.

Yo normalmente no soy así de sentimental. Soy más bien una raspa que no quiere abrazos ni besos. Tengo una personalidad peculiar, que junto con la adolescencia, me convierte en un ser bastante impredecible y, en ocasiones, insoportable. Pero no por eso quiero ni más ni menos a la gente, sólo lo expreso de manera diferente. A mí no me van los abrazos, me van los hechos cómo los que he nombrado antes, aunque me podría tirar horas y horas hablando de ellos. He nacido así, y moriré así. En parte él tiene la culpa, él fue el responsable de mi nacimiento, y, sólo por eso, ya es el mejor padre del mundo.

lunes, 18 de marzo de 2013

Otro padre. El de Alejandro.

                                             MI PADRE.
No sé papá, por dónde empezar. Hace 42 años que nos dejaste y fue tal el vacío, que recuerdo, como si fuera ayer, que no daba un duro por nuestra familia y ya ves que aquí seguimos todos y no nos podemos quejar con la que está cayendo. Hoy que tengo 61 años, los mismos que tenías tú, al dejarnos, quiero recordarte.
Te veo sonreír con un cigarrillo en una mano y un vaso de vino blanco en la otra y detrás, una barra de bar.
 Ahora en las habitaciones de casa, hay un metro en la pared claveteado donde se van apuntando los progresos de tus nietos y bisnietos a los que no llegaste a conocer, en mi caso, la medida tenía su sentido al situarme al lado de la barra.
Cuando era muy pequeño en brazos, más tarde me sentabas en la barra y con los años, a tu lado, enorme tú y el muro vertical de cemento o madera, que lo único que podía hacer era tirar de la pernera de tú pantalón para atraer tu atención y entonces te agachabas para darme unos cacahuetes o altramuces.
Con el tiempo mis manos ya alcanzaron el borde, pero solo eso, me podía colgar y nada más, seguía dependiendo de ti y luego con los años te comparé con el águila alimentando a su polluelo.
Enseguida conseguí recorrer la barra con las manos arramplando con lo que pillaba y al poco tiempo ya dominaba la situación.
En el verano, en tu pueblo, mis hermanas y yo nos peleábamos para irte a buscar cuando mamá se impacientaba al no llegar a la hora de la comida. Era sonoro y divertido el atravesar la cortina de chapas de cerveza, aunque a veces te quedabas prendido de los pelos y luego el oír – “Lauro, tu muchacho”- de premio nos dabas aceitunas o lo que fuera.
Hace 40 años en cualquier bar, los hombres siempre de pie, si te sentabas era para jugar al mus, julepe, gañote o al dominó. Las mujeres ausentes.
Nos contabas que había que saber beber y que él no era el ejemplo perfecto, pues venía de una preguerra muy pobre y de una guerra entre hermanos donde habían predominado los excesos de todo tipo. Una generación tocada.
En algunos lugares se mojaba el chupete en aguardiente, si te ponías malo, ponche de huevo y vino tinto, en cualquier celebración brindis con sidra. Al entrar yo en la Universidad me diste un paquete de tabaco.
Un día, para ver como nos sentaba, nos diste a beber rioja a mansalva y jamón y queso a mis hermanas y a mí, fue un desastre, la mayor y yo tardamos una hora en sacar la cama mueble de su arcón. Al día siguiente me levanté como pude y al mirarme al espejo del baño grité. Al otro lado estaba Bob Marley, era yo con mi pelo lleno de trocitos de jamón y queso que talmente parecían rastras y adornos, puagf. Un año sin poder tomarme un rioja, luego lo recuperé.
Recuerdo tus consejos de aquella época, sal con amigos, con mujeres, bebe con mesura pero aléjate del juego. Creo que te gustaba todo. Fuiste el único del pueblo en tu época, en los años 30 de hacer una carrera y luego capitán y cuando llegabas al pueblo eras como un héroe y en el bar te encantaba invitar. Siendo capitán médico en Valladolid, la mitad de la juventud de tú pueblo que hizo la mili, estuvo enchufada contigo.
También era el motivo de los negocios ruinosos que hiciste al amor de la barra, en el que a última hora regalabas las cláusulas de los contratos.
Bautizos, comuniones, cumpleaños, bodas, todas las fiestas frente a la barra. Mención aparte la patrona de sanidad militar, la Virgen del Perpetuo Socorro, que por algo se debe llamar así, ya que parte de la oficialidad quedaba seriamente perjudicada.
De todas maneras cuando entro en un bar, digo buenos días, me acerco a la barra, me acodo, me pido un vino y brindo por ti, papá y luego me pido otro.

Publicado por EPÍFISIS

Mi padre

Mi padre es un tipo en quien se puede confiar, lo que ya le convierte en una “rara avis” en los tiempos que corren. Toda su vida laboral, y empezó a trabajar con once años y se jubiló a los setenta años, la hizo en la misma empresa, y eso da idea de su concepto de fidelidad. Una de las cosas que se obstinó en enseñarme es que los contratos se cumplen, y para demostrarlo lleva 53 años casado con mi madre.

Es de pocas palabras, pero muy cariñoso. Tiene un natural reflexivo y melancólico, pero se le olvida cuando ve a sus hijos y a sus nietos. Entonces se vuelve bromista y juguetón. Siempre nos da un beso cuando llegamos, otro cuando nos vamos y los que se tercien si nos cruzamos por el pasillo. El día que se vaya se irá sin un solo beso en la cartuchera, que los ha disparado todos. Tampoco cargará ese día con el remordimiento de no habernos dicho lo orgulloso que está de nosotros, ni con la desazón de no habernos corregido cuando pensaba que nos debía corregir. Aunque es mucho mejor animando que regañando, que lo de regañar siempre le ha costado.

Es muy sentimental, y le he visto llorar unas cuantas veces, más de emoción que de tristeza. Aunque, siendo sincero, le he visto reír muchas más, con esa risa sincopada que parece que le da vergüenza reírse.

Siempre ha sido generoso y, sabiendo que el dinero tiene el valor que tiene, nunca ha sido cicatero a la hora de ayudar a los que quiere y de disfrutar con ellos.

Hoy, que es su día, volveré a vivir ese momento maravilloso en que nos salimos a la terraza a fumar, me da fuego y me cuenta alguna cosa que no quiere que mi madre escuche. Esa sensación de ser dos hombres que se quieren, dos padres enamorados de sus mujeres y sus hijos, con sus alegrías y sus preocupaciones. Sólo que uno de los dos soy yo, que soy el hijo y el otro es él, mi padre.

Tendríamos que vivir doscientos años y aún me faltaría tiempo para darle las gracias. Y tampoco me iba a dejar dárselas. Sólo me dejaría decirle “Te quiero, Papá”, para poder contestarme “Y yo a ti, hijo”.
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