martes, 29 de mayo de 2018

Segundo Premio del V Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”



LAS FILAS DEL MAL

Confieso que no pude evitar entrar en las filas del mal. Me alisté en el ejército del Diablo y él fue mi guía y mi guardián. Me arrastré por el camino de la maldad desde que una noche, al despedirnos, me dijiste que yo era todo para ti y que nunca me olvidarías. Ha pasado un año y todavía no sé nada de ti. De tu menosprecio creció en mí un deseo incontrolable por ser tan terriblemente malo que me llevó a hacer actos de dudosa moralidad.

Comencé a frecuentar lúgubres locales, me relacioné con gente despreciable y tuve irrefrenables ataques de ira contra la gente de bien. Arrastrado por oscuras intenciones, me aficioné al vudú y practiqué con una muñeca obesa como tú. Para perfeccionar mi vileza, me uní a una secta de magia negra, donde aprendí conjuros y oficié misas satánicas por encargo.

Con la resaca de una maléfica noche, me compré una túnica con ribetes morados y un ataúd de nogal que vendían a precio de saldo. Desde entonces duermo en mi ataúd de importación y hablo del bien y del mal con un búho de madera que robé en un mercadillo.
En mi insaciable afán de beber de todas las fuentes del mal, visité a un vidente africano que leyó el poso de un vaso que contenía aguardiente de dudosa calidad. Puso los ojos en blanco y me dijo que ahora tenías un novio formal al que conociste en una terapia para fumadores compulsivos. También que tenías intención de hacerte diabética para no comer más dulces y ponerte todavía más gorda. Imaginé a tu novio, entrado en carnes como tú, escondiendo todos los espejos de la casa para que no vieras tu deplorable imagen. Le di algo de propina para saber dónde encontrarte, pero solo supo decirme que seguías viviendo en el barrio. Así que algunas noches tocaba los timbres de los portales por si reconocía tu voz a través del interfono, y otras me entretenía reventando los buzones de los vecinos por si me habías escrito cartas con la dirección equivocada.

Me dediqué obsesivamente a espiar a los vecinos. Así supe que el Demonio era un ser egoísta y obsceno que todas las noches visitaba a las solteras de mi calle y las atemorizaba con el fuego eterno para llevárselas a la cama. Un día descubrí que vivías en el edificio de enfrente y que el Maligno te visitaba todas las noches, porque os veía salir desnudos al balcón a fumaros un cigarrillo tras otro.

Pero llegó el día que decidí olvidarme de ti para siempre. Empeñé la túnica y el ataúd y desde entonces soy un tipo corriente: me gusta mirar el escote de las cajeras, robo bolis de la copistería y de vez en cuando dejo que mi perrita orine en el ascensor.

Jesús Miguel Valls López

lunes, 28 de mayo de 2018

Tercer Premio del V Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”



ESPECTROS

Como dice mi amigo Guti en mi pueblo somos de mal morir. Nosotros, por disimular, preferimos decir que somos gente formal, de dejar todo atado y bien atado, pero en el fondo no le quito la razón.

Es tradición que el que muere y deja algo pendiente se aparezca a sus allegados para que lo rematen (no a él, se entiende, sino el asunto).

Lo que empezó como algo extraordinario, yo qué sé, un abuelo que tenía escondido un talego de monedas de oro, la escritura de una finca en Cuba o el cadáver de un vecino, se ha banalizado de tal forma que más que un misterio lleno de romanticismo se ha convertido en un latazo de padre y muy señor mío.

Los que quedamos nos estamos convirtiendo en esclavos del más allá por los motivos más triviales: que si busca la dentadura postiza, la buena, y júrame que la usarás, que si esconde el chocolate que me lo roba la vecina “¡pero abuela, si tiene 101 años! ¡Que lo roba te digo! ¡A que te doy un mortajazo!”.

Pero vamos, que yo, a mis 18 años, me pase todas las tardes de mis vacaciones en el pueblo viendo la novela no tiene perdón de Dios. Que si al tío Luis le da vergüenza que le pillen viendo la tele allá él, que ya es difunto de sobra para no tener que dar explicaciones. Pero él erre que erre, “Luisito hijo, que para eso llevas mi nombre, que soy tu padrino, ¿cómo me vas a quitar el capricho, ya quisiera yo no haberme muerto, ya, y seguir viéndola a escondidas desde el cuarto de la prima Elena”. Así que aquí me tenéis, por el capítulo 1.157 de desamores y desdichas.

Lo que no acabo de entender es dónde se mete mi tío mientras yo veo la tele, que ya podía traerme un café. Claro que tampoco entiendo por qué a mis sucesivas novias cuando vienen al pueblo les da por dormir la siesta en el cuarto de la prima Elena y se levantan con ese arrebol en las mejillas, ¿verán la tele a escondidas?

En fin, lo anoto en tareas pendientes, ya se ocupará mi ahijado Luisín en su momento, que está empezando la novela.

Susana Romero Martín

domingo, 27 de mayo de 2018

VALLE DE RONCAL 6/7

      Nos adentramos en territorio francés, pasaremos por la estación de esquí de "Arette La Pierre Saint Martin", y nos dirigimos hacia el pueblecito de Santa Engracia para visitar la Garganta de Kakueta. Se trata de una ruta andando por una senda que parte de un bonito lago de aguas color turquesa, y se introduce en un estrechísimo cañón de 2 kmts. de largo. Menos una cuesta al principio, el resto del recorrido es totalmente plano y está muy arreglado, resultando muy cómodo y accesible. La garganta en algunos tramos tiene tan solo un par de metros de anchura, quedando espacio solo para el arroyo y la pasarela peatonal, que a veces tiene que ir sujeta encima de las aguas, y en otras ocasiones el camino va horadado en la propia roca, siempre, eso sí, con una barandilla protectora.


    Entre estas paredes verticales, repletas de vegetación diversa y musgo, a veces se descuelgan hermosas cascadas, siendo la más espectacular la que hay casi al final del recorrido, tanto por su altura como por su caudal, que cae desde el interior de una gruta situada a unos 10 mts. de altura.

      Poco después la senda finaliza al adentrarse en una cueva de la que brota el agua que en parte alimenta al arroyo. Aquí toca volver sobre nuestros pasos para disfrutar otra vez de esta maravilla natural, esta vez desde la perspectiva contraria. Cuatro kilómetros ida y vuelta que recordaremos siempre por la magnitud de su belleza.

      Seguimos recorriendo en coche estos verdes valles y montañas del Pirineo francés, donde al agua aparece por todos los rincones, hasta llegar a la localidad de Larrau donde, siguiendo las indicaciones del espacio natural llamado "Holartze", llegaremos hasta un parkin donde dejamos el vehículo para echarnos a andar por una senda que, en 2,5 kmts., nos dejará en la "Pasarela de Holartze", un espectacular puente colgante de 50 metros de largo que salva un desfiladero de 200 de profundidad. No apto para los que tengan vértigo. Cinco kmts. ida y vuelta de cierta dificultad, pero sin llegar a ser demasiado duros, y que bien merecen la pena.

      De vuelta a Larrau tomamos la carretera que nos devuelve a España por el puerto del mismo nombre, en cuya cima y alrededores, y si el día está claro, tenemos grandiosas panorámicas. También nos puede suceder que los valles estén cubiertos de niebla y este alto se encuentre con buena visibilidad, quedando el mar de nubes por debajo nuestro, recordándonos esta vista a la que tenemos cuando viajamos en avión.



Entrada a la Garganta de Kakueta


Final de la Garganta de Kakueta

SALUDOS

EL RURAL

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