sábado, 24 de septiembre de 2011

Alta tensión

Cuando Rick me regalo el libro y me dijo que el protagonista se llamaba Myron Bolitar, creí que se estaba cachondeando de mí. Cuendo empecé a leerlo y el personaje principal era un ex-jugador de baloncesto dedicado a ser manager de artistas y deportistas, rico, alto, guapo...estuve a punto de dejarlo. Pero lo cierto es que el tipo acaba por ser moralmente aceptable, tiene unos principios que no abandona y hasta quiere a su familia y a sus amigos.

Y a lo tonto te metes en una trama tal vez demasiado complicada, pero en la que te encuentras con esos dilemas que te asaltan cada día, y te enganchas. Hay algún personaje absolutamente increible, por poner un pero, pero se lee bien.

Alta tensión
Harlan Coben 2011
RBA Serie Negra
362 páginas

viernes, 23 de septiembre de 2011

La piel que habito

Ficha:

Película: La piel que habito. Título internacional: The skin I live in. Dirección: Pedro Almodóvar. País: España. Año: 2011. Duración: 120 min. Género: Drama. Interpretación: Antonio Banderas (Robert Ledgard), Elena Anaya (Vera), Marisa Paredes (Marilia), Jan Cornet (Vicente), Roberto Álamo (Zeca), Blanca Suárez (Norma), Eduard Fernández (Fulgencio), José Luis Gómez (Presidente del Instituto de Biotecnología), Bárbara Lennie (Cristina), Susi Sánchez (madre de Vicente), Fernando Cayo (médico). Guion: Pedro Almodóvar; inspirado en la novela “Tarántula”, de Thierry Jonquet. Producción: Agustín Almodóvar y Esther García. Música: Alberto Iglesias. Fotografía: José Luis Alcaine. Montaje: José Salcedo. Vestuario: Paco Delgado, con la colaboración de Jean-Paul Gaultier. Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España. Estreno en España: 2 de septiembre de 2011. No recomendada para menores de 16 años.

Sinopsis:

Desde que su mujer murió quemada en un accidente de coche, el doctor Ledgard, eminente cirujano plástico, se interesa por la creación de una nueva piel con la que hubiera podido salvarla. Doce años después consigue cultivarla en su laboratorio, aprovechando los avances de la terapia celular. Para ello no dudará en traspasar una puerta hasta ahora terminantemente vedada: la transgénesis con seres humanos. Pero ése no será el único crimen que cometerá en “La piel que habito”.

Opinión:

Después de las vacaciones regresamos de nuevo con la cartelera de cine, y comenzamos con cine español. En este caso nuestro mas internacional director “Peeeedro“ nos deleita con una película de terror, sin sustos ni gritos, como él mismo califica.

La piel que habito es la adaptación libre que hace Almodóvar de la novela Tarántula de Thierry Jonquet, una película melodramática, una de las más serias del cineasta, diría yo. Esperamos ver al Almodóvar de siempre, con sus risas, con su escenas de sexo, y nos encontramos con una película espeluznante, delicada, con algún guiño de humor y esos toques almodovarianos que tiene al hacer referencia a algunos pasados familiares, pero no deja de ser trágica, cruel, vengativa, con odio, con sentimientos, pero rodada con muy buen gusto.
En cuanto al elenco, Antonio banderas está bien, él siempre es “Antunio”, interpreta al científico loco, pero Elena Anaya nos sorprende con una interpretación esplendida, interpreta a Vera de una forma excelente, es el motor de la película, no creo que Penélope lo hubiese hecho mejor, y junto a ellos está la veterana Marisa Paredes, brillante, hacen que la película no tenga ninguna carencia de interpretación sin menospreciar a Roberto Álamo, o Jan Cornet. El director manchego hace referencia a Jean-Paul Gaultier con sus prendas, a obras de arte de Juan Gatti, escritores como Elias Canetti, esculturas de Louise Bourgeois, todo esto bañado con la acertada banda sonora de Alberto Iglesias.

Película que no será considerad la obra maestra de Almodóvar, pero no decepciona. Además puede ser causa de debate, su argumento principal, en teoría, es la transgénesis y la bioética. No os la perdáis.

Cita: "Tú y yo no somos como el resto del mundo".

Calificación:
 



Clark Kent

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Mi mujer...

Mi mujer, cuando discutimos, suele recriminarme lo de las alfombras.
Y lo entiendo. Estoy harto, pero lo comprendo.
Cada vez que recuerdo aquella tarde, siento un puntito de culpa que mi estómago no es capaz de digerir.
He tardado años en darme cuenta de que, en ese momento, hacerme cargo de mis necesidades era más importante que satisfacer mis deseos, que se olvidaban a sí mismos en el vagón de cola.
Los de Pilar ni siquiera viajaban con nosotros. Eran una constante molestia de la que solía librarme con unas buenas dosis de indiferencia y una cucharada sopera de reproche si la ocasión lo requería y se ponía insistente.
Mantenía ante ella una ficción, en la que, como el sheriff del pueblo no necesitaba de nada ni de nadie para resolver mis propios asuntos y los de todos los demás.
Hacerle entender la inconveniencia de lo que sentía, y ya no digamos, de lo que estaba deseando en ese momento, resultaba relativamente sencillo. Terminaba convenciéndola con todo tipo de argumentos contundentes, de la imposible satisfacción de esas demandas entusiastas con las que me abrumaba constantemente .
Si era necesario, recurría a un justificado cabreo que me instalaba en un cómodo silencio eximido de contar lo que me pasaba a mí y la señalaba a ella como única responsable de mi amargura.
Una manera estúpida de enfrentar la tarea de encontrar una salida cuando te has perdido y no quieres preguntar a nadie cual es la manera de llegar...
Aquel domingo, el calor caía sobre nosotros como mermelada de grosellas.
Paseábamos aquel cabrito que aún debía estar vivo cuando descendió por nuestras gargantas y nos lo reprochaba a cada paso con repetidas cornadas de coces y balidos. Estaba juguetón y no encontrábamos la manera de que se tumbara sobre la hierba para soñar con el mundo mejor que le habíamos prometido.
El abrasador pueblo de fin de semana con olor a moscas estaba bien surtido de comercios de todo tipo en los que íbamos abandonando, sin que llegaran a enternecernos, todo tipo de disparates, incluido, un consolador griego confeccionado con la piel de un toro tizón y descomunal que se anunciaba en enormes letras doradas como juguete personal de la mismísima Cleopatra.
De reojo, pude apreciar el interés que despertó en Pilar durante un instante, la mirada ansiosa que me alcanzó rebuscando en un cesto de enormes llaves oxidadas y el manotazo con el que desechó la comparación.
En el centro del local de madera y té rojo brillaban, amontonadas unas sobre otras, las malditas alfombras de colores increíbles, a un precio nunca visto, elaboradas en un material sin igual y las dimensiones exactas para el dormitorio de nuestra residencia habitual, vamos nuestra casa de toda la vida de Dios.
Aquellas esterillas de mierda, que con el paso del tiempo, han sido elevadas a la categoría de alfombras voladoras, sumieron a mi mujer en un estado de coma que hubiera llegado a preocuparme seriamente, si no fuera porque minutos más tarde lo abandonó ella solita con un grito de guerra que aún no he conseguido desalojar de mis oídos y que, lamento admitirlo, me acompañará hasta el día de mi muerte.
Después, todo fueron argumentos. "Son justo las que estábamos buscando". Y yo, "Son caras" Y ella, "¿Pero que dices?" "Si son las que tienen el mejor precio de mercado", "Mira lo dice aquí en la etiqueta".
Y luego, cada vez más enfadada, "Que son las que yo quiero", "Que no, que no vamos a mirar en otro sitio" "Qué el color hace juego con nuestro matrimonio".
Y yo, cada vez más nervioso, "No sé", "Ya encontraremos otras cuando llegue el momento apropiado", "No serán las únicas que estén esperando ser adoptadas en este mundo", y sobre todo, "No estoy preparado","Hoy, no".
Mis pupilas se agarraban con fuerza al motivo de nuestra discusión. A ella no quería ni ponerle la vista encima por si acaso sus ojos enrojecidos y desorbitados lo entendían como una provocación y, en vez de unas alfombras, nos acompañaba de regreso a casa alguna lamentable pérdida personal.
Tenía suficiente con esquivar los golpes que me daban sus berridos.
¡Cómo era posible que aquella loca que había tomado el timón de mi dulce esposa, no fuera capaz de entenderme!.
Me sentí tan frustrado que me hubiera herido la sola presencia de la bruja, aunque permaneciera  pulsado el botón de silencio durante toda la emisión de aquella antigua película costumbrista.
Al final, se quedaron todas y cada una de ellas donde estaban, expectantes, mientras presenciaban esta particular manera de entenderse y de regresar a las posiciones iniciales.
Me dieron lástima la verdad, pero ese día,  me había dejado la paternidad en casa. A cambio, para desgracia de mi mujer y de las putas alfombras de los cojones, no me había olvidado de traerme el intestino grueso, en aquellos tiempos, muy amigo de mi cerebro y ambos, animados por las cervezas que me había tomado yo, tramaron esa negación tontorrona  por la que aún estamos cumpliendo condena en la prisión de "cualquier tiempo pasado no fue necesariamente mejor".

Publicado por Alicia

martes, 20 de septiembre de 2011

La Noticia del día: "Primer mapa cerebral del placer femenino".

Hoy publica "El Mundo", y no hace falta que pregunten cual es la noticia más leída, que investigadores de la Universidad de Rutgers han elaborado a base de escáneres cerebrales el primer mapa cerebral del placer femenino, por el procedimiento de meter en un cuarto a varias voluntarias, darles indicaciones por unos auriculares de lo que se debían manipular y registrar que áreas de la corteza cerebral se ponían a cocer. Para ver la noticia:

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/09/20/sexualidad/1316511217.html.

Después de analizar de manera exhaustiva la información, el sector masculino del LSLPY lanza los siguientes interrogantes:

-          Tomando en cuenta las limitaciones creativas de la mayor parte de los hombres, la impaciencia con la que se enfrentan a ese momento desde hace tanto tiempo esperado y su elevado nivel de torpeza… ¿No sería mejor que las mujeres se acompañasen de un manual de instrucciones que detallase qué hay hacer, en dónde y en qué momento?

-          La cola de caballo o las trenzas muy prietas… ¿Disminuyen la capacidad sensorial de esas áreas del cerebro femenino? ¿Y el uso abusivo de laca?

-          El hecho de que el vibrador utilizado para la estimulación fuese de 15 milímetros… ¿Es una indirecta? ¿No habrían preferido las voluntarias ser asistidas por el gran Serge Ibaka, por ejemplo?

-          La universidad que realiza el estudio se ubica en New Jersey, que se puede traducir como “jersey nuevo”… ¿No habrán asociado las participantes “placer” con “comprar ropa”?

Pues nada, a estimularse las zonas cerebrales con alegría…

La vuelta al cole.

Adoro el verano. Lo adoro incluso mucho tiempo antes de que llegue, cuando los primeros rayos de sol de verdad, ésos que calientan y desaparecen tarde, invitan a hacer grandes planes, a estar en la calle, a quitarse algo de ropa, a querer vivir mejor.
Y cuando llega, ¡no hay tiempo! Quiero compaginar trabajo con piscina, amigos con familia, conciertos con terrazas, escapadas con siestas y cerveza con cerveza, mucha cerveza.
Muy bonito sí, pero agotador, qué manía la nuestra: parece que tenemos que visitarlo todo, comerlo todo, bailarlo todo… Amarlo todo. Como si no se nos volviera a presentar la oportunidad.
Ahora que acaba, es curioso, no quiero que se cumpla el calendario, prefiero que se vaya ya. Sin amagos, sin veranillo de San Miguel, sin tregua.
Envidio a los niños, que ya han cambiado el “chip”, que han llenado sus mochilas y han forrado los libros –bueno, los han forrado sus padres, hartitos de tanto plástico y celofán-, y vuelven a clase, con nuevos profes, nuevos cuadernos y miles de cosas nuevas que aprender.
Yo quiero mi cole, necesito mi cole; quiero decir adiós definitivamente al verano. 
No es por el calor -que también, mira que cansa y desconcierta cuando he vuelto a la rutina y anhelo mi gorro y mis botas-.
Es por el deseo, el de seguir en la calle, queriéndolo todo, viéndolo todo, amándolo todo… Absurdo desasosiego.
Mi rutina ha vuelto, pero el verano me impide concentrarme en ella. Quiero cines, vino tinto (entra mejor con el frío), reuniones en casa, paseos gélidos con mucho sol y por qué no, amores invernales, que no por ello son peores, es que se esconden debajo de muchas más nubes, de muchos más abrigos.
Si el verano no termina, empezaré a odiarlo, y no hay nada más difícil que odiar a quien se quiere.
Anda veranito, vete, tienes que dejar que te eche de menos. Que si no el año que viene no te querré tanto ni tú me querrás a mí. Y es mucho peor la indiferencia que el odio, aunque sea pasajero.

SAMOTRACIA

lunes, 19 de septiembre de 2011

Los Balnearios y la madre que los parió. IV

Ya en el comedor charlamos sobre cómo nos ha ido a cada uno. Por mi parte prefiero no decirle nada de mi vestimenta y me limito a contar que a mí no me ha gustado demasiado la experiencia. Ella está encantada. Me dice que podría quedarse a vivir aquí. Primero le han untado el cuerpo con barro, tras una ducha relajante le han vuelto a untar el cuerpo con algas, después de otra ducha ha tocado untarle de chocolate. Al final ha terminado en un jacuzzi con diferentes sales de baño. Recuerdo que una noche dormí en el sofá cuando intenté untarle un poco de nata por el cuerpo. - Es que tú eres un guarro - me dice poniendo mala cara. Continuamos con la comida a base de brócoli salteado con perejil y el pescado cocido que no he podido terminar porque era de esos que se muerde la cola y al tener los ojos abiertos parece que te mira, por lo que me daba un poco de apuro.
Nos dirigimos a los vestuarios que dan paso a la sala de masajes. Esta vez si tengo la ropa adecuada. En la antesala, una vez cambiados y con el batín, estamos esperando mi mujer y yo. Se abre la puerta y aparece un tal Marcos. Se trata de un joven de no más de 30 años de más de 1,80 de estatura, muestra unos dientes blancos y brillantes al sonreír, una gran mata de pelo negro y rizado y sus músculos ocupan zonas inauditas para mí. Agarra galantemente a mi mujer por el brazo y se la lleva a una sala. Ella parece contenta aunque no puede articular palabra alguna. Se abre una segunda puerta. Es mi turno. Aparece Sandra. Tampoco parece llegar a los 30 años pero no sonríe y tiene unos músculos bastante más voluminosos que Marcos. Según la veo me entra miedo, me paralizo y si no fuera por la cantidad de fibra que he comido estos días, me entraría diarrea. Me invita a acompañarla a una sala en la que tan solo hay una camilla y tras quitarme el batín me tumbo. Tan solo acierto a decir que me duele un poco el hombro derecho por la sobrecarga de la maleta.
Esto es una tortura. Seguro que Sandra podría trabajar para la KGB si se lo plantea. Llevo diez minutos y se me caen las lágrimas como a un chiquillo. Me han retorcido los miembros superiores hasta rozar el límite natural. Lo bueno es que el dolor del hombro derecho se ha visto amortiguado por el del hombro izquierdo, el cuello y la parte superior de la espalda. Al cabo de la media hora ya no siento ni las nalgas. Sandra me ha golpeado la espalda con los cantos de las manos, con los codos y en un momento que no miraba creo que con el mango de un bastón que tiene en una esquina. Han pasado cuarenta minutos y tengo ganas de vomitar.
He vomitado. Sandra sin despeinarse tras cerca de tres cuartos de hora sacudiéndome por todo el cuerpo, se ha enfadado y me ha echado antes de terminar. Si lo sé vomito nada más entrar.
Una vez en la habitación a la que no se cómo he podido llegar y después de cenar (yo no he podido comer los espárragos con cilantro porque no podía levantar los brazos), nos tumbamos en la cama y mientras mi mujer comenta que se encuentra como nueva porque le han masajeado el cuerpo con aceites aromáticos me dice que tendríamos que repetir más a menudo esta formidable experiencia. Por mi parte, prefiero no decir nada mientras pienso en el bocadillo de mortadela con panceta que me voy a meter en cuanto llegue a casa.
FIN
Publicado por Clar Gueibol

domingo, 18 de septiembre de 2011

La Noticia del día: "Un detector de sudor para rescatar a víctimas de desastres"

El diario "El Mundo" publica hoy en su sección de ciencia el resultado de una investigación internacional que persigue localizar a víctimas de desastres a través de las partículas de su respiración, sudor o piel. Para ver la noticia completa: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/09/13/ciencia/1315911681.html

Reunida de urgencia la redacción de LSLPY, se nos plantean las siguientes incógnitas:
- ¿ No es más cierto que para olfatear el pestuzo a sobaco de algunos no hace falta detector alguno ?
- ¿ Será capaz el sensor de soportar ciertas halitosis galopantes ?
- ¿ Y de percibir el aroma del varondandy o el pachuli ?
-  ¿ Quiere esto decir que los perros de rescate se hacen los "longuis" cuando perciben que el atrapado apesta ?
- ¿ El científico que maneje la máquina será elegido entre personas que han perdido el sentido del olfato ?
- ¿ Porqué no colocar sensores de este tipo en la entrada del metro y rechazar a los fétidos ?
- ¿ No ducharse será considerado una medida de seguridad en los países con riesgo sísmico ?
- ¿ El hedor tiene que ser intenso o vale con no utilizar desodorante ?

Hay noticias que huelen...

La casita de jengibre

Más suecos. De un tiempo a esta parte tiene uno la impresión de que en Suecia se cometen crímenes cada minuto. Y supongo que me llamó la atención en la portada la palabra "jengibre", algo que para mí evoca siempre las historias de "Los Cinco" de Enid Blyton, lecturas de infancia que lo dejan a uno marcado para siempre.

Bueno, al turrón: aquí el protagonista es el Comisario Conny Sjöberg, que parece el antagonista de Wallander: moderadamente feliz, con familia numerosa y estructurada... Al muchacho le toca lidiar con una historia que se hunde en el pasado y que nace de algo que a todos nos resulta más o menos conocido. Para los que vamos siendo viejos, remueve la memoria y te hace preguntarte qué habrá sido de aquellos niños que compartieron el patio del colegio contigo.

Para mi gusto es lenta, pero se lee bien. No es Mankell, pero es aceptable y amena.


La casita de jengibre.
Carin Gerhardsen
Editorial Planeta
301 páginas
Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.