viernes, 8 de agosto de 2014

Un plato servido frío

-Hija, ¿tú eres virgen?
-Mamá, qué preguntas…
-Pero dime, hija, ¿lo eres? –Sus ojos estaban expectantes, esperando una respuesta. Mientras, las cucharas impulsaban la sopa hasta la comisura de la boca de los hambrientos gourmets.
-Claro…
-¿En serio? La vez esa que te pillé dándote placer a ti misma no se cuenta.
-¿Cuándo?
-Sí, cuando ibas al cole, esa vez a la noche que pensaba que estarías dormida pero las sábanas se movían muy rápido; creo que ni te enteraste de que entré. Pero no soy tonta.
-Ay, mamá, pues no me acuerdo...
-Pero, entonces, ¿lo eres? Es que he encontrado en uno de tus cajones una  cosa muy rara, tenía forma de pene pero era de plástico. ¿Para qué lo usas, mi vida?
-Ah... eso... no es mío, se lo guardo a una amiga que está estudiando Anatomía.
-Que, ¿Laurita? qué chica más aplicada que es, ya va a terminar su segunda carrera. Pero dime, ¿has perdido la virginidad?
-No mamá, que soy virgen.
-¡Qué alegría me das! Con el miedo que me daba…- la madre se abalanzó hacia la hija y le dio un fuerte achuchón acompañado de un beso que, al empujar la mesa, hizo que la sopa saliera despedida del plato-. Juan, cariño, ¿has oído? ¡Que nuestra Natalita es virgen! Gracias a Dios. Pensaba que al terminar la universidad... Bueno, perdona por no habértelo preguntado antes, hija, pero es que no encontré el momento.
-Tranquila, mamá, lo entiendo.
- Abuela, ¿Qué es virgen?  ¿Y pene?
-Nada, hijo, come y calla -Natalia miraba hacia el plato.
-Mari, no le preguntes eso a la niña, ¡que traumas a Joselito!


Olaia Andueza Ruiz

jueves, 7 de agosto de 2014

Como Santo Tomás

Cuando enviudó Ruperto por cuarta vez, ya tenía 60 años; las mujeres lo rechazaban por temor a morir antes de envejecer. Mi madre tan compasiva se encargó de prepararle el alimento y pronto se adaptó a nuestra compañía. Le gustaba contar historias mientras comíamos. No me desagradaban sus relatos, pero nunca le creí; además sólo hablaba de él y cuando alguien daba alguna noticia él la superaba con otra gran historia. Siempre le sucedían cosas formidables; hasta tuvo contacto con el mismísimo demonio cuando acompañó a su compadre Patricio a desenterrar un tesoro en el Cerro del muerto; su esposa en turno era vidente, su compadre  le preguntó sobre el lugar exacto donde el tesoro estaba enterrado, la señora hizo la descripción  y trazaron un mapa, Patricio le preguntó si tendrían éxito, la señora le contestó: “Soy vidente, veo lo que hay, no el porvenir; las premoniciones no entran en mi línea de trabajo”. La esposa de Ruperto empezó a  conjurar, mientras la de Patricio rociaba agua bendita. Los hombres cavaban y repetían el rezo; justo cuando encontraron el tesoro escucharon un estruendo y el cofre se hundió profundamente. Las mujeres lloraban, Patricio... también; mientras Ruperto maldecía. Bajaron del cerro sin alzar la cabeza; sentían las miradas de los lugareños y escuchaban sus susurros y risas. Subieron a la vieja camioneta y nunca hablaron del suceso entre ellos.
A Ruperto le sobraba tiempo al igual que aventuras que narrar. Fue náufrago por algunos días; un tiburón intentó atacarlo y una ballena le salvó la vida. Hasta su nacimiento fue fantástico, nació durante el Porfiriato en México y participó en el movimiento revolucionario cuando era casi un niño; fue héroe desconocido, salvó todo un pueblo pero su modestia no le permitía detallar el suceso; pero lo más increíble es que su abuelo era chino —Ruperto se apellidaba García Lorenzana— era un señor corpulento que trabajaba para un carnicero, él mataba a los cerdos con sus propias manos;  en una ocasión alzó uno, el más grande que pudiera existir y le cayó encima, así murió el abuelo de Ruperto... ¡aplastado por un cerdo! 
Ruperto murió a los ochenta y tres años de edad; nunca volvió a casarse; yo formé mi propio hogar y mis hijos también escucharon las mismas historias; pero a diferencia mía, ellos si le creyeron. En los funerales conocí a los hermanos de Ruperto; escuché que platicaban; empezaron a preguntarse por los demás parientes, surgieron las novedades y alguien mencionó a aquel abuelo, él único que murió joven... aplastado por un cerdo.


Paloma Riésnerez

miércoles, 6 de agosto de 2014

Anatomías

Un escalofrío recorre mi espalda. Tu dedo índice dibujando cada una de mis vértebras. El dorso de mis dedos bordea el contorno de tus labios. Muerdes suavemente el lóbulo de mi oreja. Las yemas de tus dedos acarician mi omóplato. Bajo desde tu cuello, por tus brazos, serpenteando con mis manos todo el camino hasta llegar a las tuyas. Nuestros dedos se entrelazan. Tus labios se posan en los míos con un beso más ligero que una pluma. Con la punta de mi dedo trazo líneas uniendo los lunares de tu espalda, creando constelaciones. Beso repetidas veces la forma que dibujan tus clavículas. Sigues de rodillas en la cama, frente a mí. Sigo de rodillas en la cama, frente a ti. Tus piernas asoman desnudas por el gigante jersey gris que te he prestado. Nos abrazamos tan fuerte que llega incluso a doler.
Colocas con delicadeza tu mano izquierda en la hendidura de mi pecho, como si mi esternón fuera a romperse. Yo coloco la mía tapando tu ojo vago, a modo del parche que nunca llegaste a utilizar. Nuestras manos ocultan nuestros defectos más humanos.


Rodrigo Juez Moral

martes, 5 de agosto de 2014

¡Drogadictos!

- Son diez gotas de Ansiolitic cada 8 horas, y una pastilla de Estomacol antes de las comidas.
- ¡Gracias, doctor!
- Un Felicidol cada tres días. En ayunas.
- Usted siempre tan amable, doctor.
Y así siguieron los días, sin interrupción.
Sin embargo, una tarde, el médico confirmó que su hijo fumaba marihuana.
- ¡Drogadicto! – gritó histriónicamente aunque sin público –…¿Qué hice mal? ¡¿Qué hice mal?!
A continuación, todavía nervioso, sacó su pastillero y colocó en fila y en orden, una píldora tras otra hasta llegar a las treinta: azules para la presión; naranjas para el corazón; rosas para la digestión; y otros tantos colores para otros tantos males; y de postre, infaltable, una cuadradita y amarilla, para los nervios que le generaban todas esas pastillas juntas, o su hijo, o su vida, no sabía.


Juan Manuel Cerviño

lunes, 4 de agosto de 2014

++++++

¿Mamá? Pregunta el niño con su voz chillona, de pájaro desafinado y todos piensan que es dulce. Lo miro} lo demás lo escuchan, pero yo lo miro} a todos los miro} mientras el niño dice que en el futuro las puertas de las iglesias [+] se abrirán con sólo apretar un botón. ¿Mamá existe el futuro? Pregunta el niño y los cuerpos - amalgamados - dentro - del - vagón sonríen con ternura, porque lo ha dicho el niño, con su voz de campanilla destemplada. Claro que sí, le contesta la madre. ¿Y yo voy a estar en él? Pregunta nuevamente el niño, subiendo una octava su voz de grillo, hasta taladrarme los tímpanos, y yo lo miro} mientras el resto de los pasajeros se empinan, buscando a la madre, atentos a la respuesta. Por supuesto mi cielo, ahora estás en el presente y luego estarás en el futuro, responde ella azucarada. El presente, ha dicho,  pero el presente es una falacia, mientras lo digo ya no existe, pero ella no lo sabe. Ninguno de los pasajeros parece saberlo. Ni el cantor de tangos des- tem – pla- dos, ni la gorda que se rasca con disimulo los pliegues de la barriga bajo el suéter. La madre { , no sabe que todo es pasado y que tampoco existirá el futuro, que no pretendo dejar espacio para futuro alguno +. Ni para la madre { , ni para el hijo; ni para ninguno de los cuerpos ///// alineados ///// dentro del vagón que comparten sudores en la hora pick, porque no hay presente, ni futuro que valga la molestia de deteriorarse, [comprimido] [marginado] [olvidado] ¬ aplastado en la muchedumbre ///// asfixiado ///// por sus olores indiferentes ¬. No existe presente digno, ni futuro apreciable, sólo la oportunidad de inscribirse en el pasado de manera definitiva, y eso es lo que pienso darles esta mañana, empezando por detonarle un tiro al niño; silenciando su voz  y sus preguntas, siguiendo por la madre{ , de un balazo a quema ropa entre los pechos, antes de que se le rompa el c/o/ra/z/ón, acribillando uno a uno los demás pasajeros, conteniendo el estallido del espanto dentro del carro, antes de que puedan tirar del freno de emergencia. No existe el presente, ya lo había dicho, ni habrá futuro, pero antes de introducir el arma en mi boca y volarme la cabeza, estoy seguro de que todos nos habremos ganado un lugar ++++    ++++ en el pasado.


Calia Andrade

La luz de los deseos

Cuando la noche aun no terminaba, la estrella de los deseos  reflejó en mí su luz; el silencio llenó el momento, solo mi respiración se escuchaba. Una oportunidad entre mil millones, se  había presentado y yo ahí paralizado y sin pensamiento; ¡Dios, la luz está desapareciendo y no puedo pensar en ningún deseo!; quizás esa luz no era para mí, no sé si alcancé a desear algo, lo único que sé es que solo el camino me llevará al destino de la jungla de la esperanza.


Derenue

domingo, 3 de agosto de 2014

IBN HAZM DE CÓRDOBA



¡Vete en mal hora, perla de la China!
Me basta a mí con mi rubí de España.

          El gran filósofo español Ortega y Gasset, el hispanista Ian Gibson y el arabista Emilio García, entre otros, lo encumbran en las más altas cotas de la lírica española.

          Nació en la Córdoba del 994 en el seno de una familia pudiente y ya de pequeño mostraba dotes poéticas. Le tocó vivir tiempos difíciles con la crisis del califato y el desmembramiento, que dio lugar a los reinos de taifas.

          Contra viento y marea éste intelectual andalusí, más conocido fuera que dentro de nuestras fronteras, pasó su vida comprometido con diferentes causas sociales que le depararon múltiples desgracias personales. Se vio obligado a trasladarse de un lugar a otro, siempre por motivos políticos, denunciando las injusticias y proclamando el entendimiento entre la élite y el pueblo.

          Escribió sobre la vida cortesana y gracias a él sabemos que hubo bastantes emires y califas de tez y pelo rubio, en contra de la creencia general de que todos los árabes eran morenos.

          Su obra más destacada es El Collar de la Paloma, tratado sobre el amor y los amantes, traducido a varios idiomas. Basta ojearlo para ver la sensibilidad del poeta.

Era una muchacha sin cuya vecindad perdería la vida.
¡Ay de ti! ¿es que es pecado este anhelo de vivir?
Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad.
Pareceríamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache.

MARAVÍLLATE DEL QUE DUDA ESTANDO SEGURO


El Andalusí
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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.