sábado, 7 de septiembre de 2013

Pasen y vean

Qué bodrio de día. He ido al dentista y me han arrancado dos muelas. Si sigo comiendo dulces acabaré con una prótesis antes de los 15. Mi madre dice que es genético, que mi abuelo perdió toda su dentadura antes de ser padre. No quiero ni imaginar las carcajadas de mi tío cuando salió de la barriga de mi abuela y vió a su padre desdentado. Sebastián es mi tío mayor y siempre está de guasa. Se ríe hasta de él mismo. Tiene un Tití que robó en una feria y la policía lleva buscándolo más de cinco años. A veces pienso en mi familia y me recuerda al circo. Mi tío el payaso y mi abuelo el armadillo forman un dúo perfecto. Mi madre tiene miedo a las alturas, creo que por eso está en la jaula dando de comer a los animales. Después tenemos a mi padre que hace magia con el sueldo, menos mal que siempre guarda un As en la manga. Del circo pasamos al mundo de la disparidad. Para empezar tenemos a mi hermano mayor. Es abogado pero desde niño soñó con ser fontanero. Ahora cada vez que gana un juicio lo celebra entre caña y caña. Mi hermana pequeña también se las trae en lata, tiene más imaginación que el Tolkien. Los anillos de mi madre desaparecen por la cara, y la niña repelente le echa la culpa a los vecinos. Aunque las uñas de los pies del señor Carballo que vive en el tercero no se alejan mucho a las de los Hobbits. Después tenemos a mis dos tías gemelas. Se llevan más de seis  años y no se parecen en nada, pero van adosadas a todos lados y siempre hablan al unísono. Ya se pueden imaginar lo que esto supone en las reuniones familiares tales como cumpleaños, aniversarios y graduaciones entre otras. Nos juntamos todos y comienza la función. Se suelen dividir en tres actos. En el acto de apertura no se entiende ni Dios. Quieren hablar todos a la vez y hasta el perro y el mono piden su turno. En la comida se sigue hablando, por eso dura más de cuatro horas. Si hay carne, mi abuelo tarda un poco más. Y para el cierre ya me he escapado a mi dormitorio, aunque con los cascos puestos y The Prodigy a toda leche sigo escuchando a las “gemelas”de fondo. Seguro que estarán pensando que estoy tocado de la cabeza por este ultrajo, pero soy un adolescente hormonal e incomprendido que le gusta el heavy metal. Mi abuela decía siempre que no importa que hablen mal de ti, la cosa es que hablen. Ella sí que era sabia. Por eso el día en que murió sólo se nos ocurrió poner una frase en su epitafio: “Familia, iros todos a la mierda”.


Ana Cubas

La casa

Tu casa era la de un estrafalario o la de un loco, martirio de penumbras polvorientas, transistores regurgitando palabras imposibles; un quédate ahí muchacha no trastoques los libros, un seguro que todavía vas pasando los dedos por los renglones cuando lees; pero padre siguió arrancando las malas hierbas del huerto a pesar de mis lágrimas, susurró, hija, sólo será un verano y a la mañana siguiente me obligó a tomar las sopas de pan ardiendo y me hizo caminar por delante y no se marchó hasta que toqué tu timbre.
Las primeras mañanas fueron fregar los pasillos memorizando desde cada uno de los adverbios hasta las formas más difíciles del subjuntivo. Un par de veces silenciaste la radio de tu despacho, así que entonces todo fue vociferarte las insulsas oraciones en latín de la misa; el día de mi cumpleaños me hiciste el regalo más cruel, junto al sobre de la mensualidad, un poema que destilaba precipicios, senderos misteriosos y caminos entrelazados, con tu letra sencilla y honesta, envuelto en un papel que no era sino un mapa desconocido del mundo.
No hice más que darte la espalda, frotar fogones, sacudir alfombras mil veces, descabalar armarios deshilachando tus corbatas más elegantes; yo ya había aprendido en las verbenas a gritar la vie en rose y good morning, más alto si te cruzabas deprisa para ir hacia la biblioteca a encontrar más palabra culta, sin embargo junto a la siguiente mensualidad sólo hubo listas de quehaceres: Limpiar la araña del salón que la luz agrisada tuerce los párrafos muchacha, ir guardando en las cajas enciclopedias y manuales, sacar las maletas del arcón, inundar los cajones con naftalina.
Durante noches el universo fue disfrutar imaginado tu rostro triste y deshecho al ver que me había arrojado al río más profundo, hacerse la enferma. Al tercer día padre me tapó la nariz y tuve que apurar el coñac y no se movió hasta que entré a tu patio asolado.
Desencajaría ventanas, golpearía cada estante desierto, me traje mi propio transistor. Sería inundar todo con seriales rosas y trifulcas bananeras sin solución; a mis pies, solo vi baldosas abandonadas, vacíos ásperos, una lista. La última mensualidad, echar el candado al portón, regalar las plantas a cualquiera, un billete de tren a mi nombre.
Te convertiste en multitud ¿o sigues en la ribera del río? A veces la desquebrajada sombra de tu tapia me cobija y puedo proseguir. Nunca alcanzo el andén, sólo tengo amaneceres exhaustos, radios trasnochadas que no consigo apagar. Padre me besa la frente, murmura el mundo es un pañuelo hija, tal vez algún día. Siempre están encendidas, siempre cuentan historias en círculo, infinitas, las líneas ya borradas de mi mano, buscándote.


Isabel Simón González

viernes, 6 de septiembre de 2013

Por fin

Al fin te estás quieto y te puedo peinar.
¡Ya era Hora!
Llevo años intentando que te hagas bien la raya y, quitando alguna boda, no hay manera.
¡Pero si así estás más guapo!
Además este traje te sienta muy bien. Nunca lo quisiste, ya lo sé. Pero, ya ves, estás hecho un dandi con ese traje y ese pañuelo. Siempre fuiste más de pajarita y ahora…
Estás tan guapo. ¡Ya ves! Bueno, no, no lo ves. Pero te verán.
Por fin te verán guapo. Con tu traje, tu pañuelo, tú raya bien hecha y con la boca callada.


Rufino U. Sánchez

Sobre los jardines

En los diálogos de Platón, si se lee con detenimiento, notamos que la Academia estaba rodeada de lirios. Luego, durante las caminatas alrededor del Liceo, los alumnos de Aristóteles se enredaban entre orquídeas. Demás está comentar el famoso jardín de Epicúreo, el lugar de meditaciones de Buda y las flores de loto de Osho. Incluso en América, Netzahualcóyotl  construyó un jardín al cual convocaba a todos los sabios; sin contar que in xochitl in cuicatl, conjunto de palabras en lengua náhuatl para designar a la poesía, significa flores y canto.
Ahora bien, ¿qué pasaba con los jardines de entonces que producían tanto?
O mejor aún,
¿Qué pasa con los modernos que sólo producen insectos?


Amanda Rosa Pérez Morales

jueves, 5 de septiembre de 2013

Diálogo de madrugada

Parece mentira, ya ni me mira. Me siento mal, lo nuestro terminó. Antes fue todo el cariño para mí. En la   negrura de luna nueva así comenzó el diálogo. -No  debes tomarlo de esa manera Miguel, las mujeres siempre se  enamoran y  desenamoran y quienes padecen por ellas quedamos, como tú ahora, desencantados, ¡arriba ese ánimo! Ya  nos buscará y pedirá perdón, ya  verás. Deberías saberlo…  -Agradezco tu buena voluntad Julio, pero me duele. Sé que sabes de  historias de mujeres pero  no me alcanza. Ella  me olvidó y estoy seguro que será para siempre. Alguien me desplazó. Antes  dormíamos con la luz encendida, abrazados me apoyaba en su pecho. También caí de la cama  cuando ella soñaba. -Te confieso que hace  tiempo conmigo pasó lo mismo, después el romance fue contigo. Me tragué la ofensa, mas no te dije  nada, debemos adaptarnos a los vaivenes femeninos y ahora te tocó a ti. Cuando terminó conmigo   terminó una etapa feliz de su vida, eso fue todo. Confío que tarde o temprano me buscará. -Sospeché  que  contigo pudo haber algo, tu  confesión me lo confirma. ¿Cuándo fue que no me enteré? -Hace tiempo, cuando era una chiquilina de trenzas negras y pechos pequeños; íbamos a la playa, allí  también dormíamos abrazados. ¡cómo  quemaba el sol! A todos les hablaba de mí; les decía que la había atrapado, que no me podía dejar ni un minuto, que era lo más, y ya ves, ahora la miro y disfruto recuerdos tan bellos. -No sabes lo mal que  estoy. Fíjate que nuestro primer contacto lo tuvimos cuando ella estaba en el bachillerato, aún era la que me contáis con trenzas y senos pequeños. A la playa contigo e inmediatamente, cuando empezaron las clases, entusiasmada conmigo. ¡Y hoy es con un hippie de barba, con quien duerme  abrazada!. ¡Y con ese, que lo que menos tiene es cara de intelectual!  Con nosotros, tú hablándole de la Maga  y yo de Amadís de Gaula le inculcamos el gusto por la lectura y hasta una conducta de vida. -Veo los lomos de nuestros vecinos: Saint Exupery, Pirandello, Esopo todos le aportamos algo o mucho a su madurez que disfruta con el barbudo. No te preocupes Miguel, cuando tenga un niño seguro nos buscará y le leerá al niño esos pasajes que tanto la divirtieron; ahora creció, y seguimos en el estante en la cabecera de su cama, cualquiera de estas noches, cuando él ronque, estirará la mano y nos alcanzará. Sus libros no estarán nunca cerrados para siempre; aunque el tiempo nos pinte de amarillo al leernos  brotará  frescura de nuestras páginas.-Él duerme con su torso desnudo, ¡escucha cómo ronca! Mira: ella enciende su linterna, busca algo en el bolso, saca un libro, se ve que se cansó del burro que tiene al lado. Yo le hablo Julio, Mary…Mary, ¿me oyes? Soy yo, Miguel, estamos con Julio, acá, en el estante, nos tienes olvidados, extrañamos tus caricias… nos cambiaste por  ese que ronca. La muchacha soñolienta se restregaba los ojos en la penumbra. -¿Qué? ¿Quién? El embrujo de la noche apenas era iluminada por el cri cri de las estrellas. Comprendió en seguida quien le hablaba. -No crean amigos que los he olvidado. Xavi es lo más, duerme porque anoche estuvimos de festejos  ¡le avisaron que ganó el Primer Premio de Poesía de la Real  Academia con este libro que me dedicó:  “…de Poemas y de Amores” ¡Es un poeta divino! ¡Y me lleva a Madrid a cobrar el premio, 50,000 euros!


Nilo Puddu

¿Qué harías por amor?


Os presentamos el segundo cortometraje de Jorge Gálvez Recuero, "¿Qué harías por amor?".
Es buenísimo.
(Para ver el vídeo, pincha sobre el título)


Y si no visteis el anterior, no dejéis de hacerlo, en esta misma sección.

En la librería

Entré en una Librería, cuando para mi sorpresa, al preguntarle por la última novela de Mario Vargas Llosa a la señorita que atendía, su voz me resultó extrañamente familiar. Me dijo que iba a buscar el libro que había solicitado. Yo me quedé perplejo, al contemplarla más detenidamente, cuando se perdió entre los estantes atiborrados de obras literarias; curiosamente el destino conspiraba  a mi favor (al menos así lo pensé yo) ya que en ese instante sólo estábamos en la Librería  ella y yo…
Y  como si todo en ella me fuera conocido, ya no solo su voz, sino también su rostro, que bajo los lentes escondía una mirada picara, que desde que entré a la Librería me dio la impresión de que me estaba coqueteando, trataba de rebuscar en mi memoria dónde la había visto antes. Y es que realmente estaba asombrado. Mi asombro creció más todavía, cuando de pronto escuché nuevamente su voz que venía de adentro y me decía eufórica que había tenido suerte, que era el último ejemplar de la novela que yo quería.
 Cogí el libro, sin dejar de contemplar el brillo de sus ojos y cada vez más convencido de que aquella mujer no me era nada extraña. Su sonrisa eterna me dio ánimos para quedarme un poco más contemplándola absorto, como si me hubiera enamorado de ella a primera vista… Hasta que observé que en su dedo medio lucía un singular anillo de matrimonio, lo cual en vez de intimidarme alimentó mis ímpetus para seguir en la Librería charlando con ella. Y ella, a su vez, parecía complacida por el gran interés  que yo le dispensaba.
Y así de repente la tarde se convertía en noche…
 Tomando como excusa la novela y aprovechando los momentos en que no había clientes, me quedé hasta ya de noche, charlando con ella  como si fuera algo habitual en mí. Ella, por su parte, se mostraba muy complacida de mis atenciones, al punto que ni siquiera se preocupó por cobrarme, pues cuando yo me disponía a pagar, ella, haciendo un gesto obvio me dio a entender que no me preocupara… Y yo fingía leer El sueño del celta entre los intersticios que me dejaba su atención al público, que, sin darme cuenta, al mirar afuera, ya era la noche entrada. Lo comprobé cuando ella salió de detrás del mostrador, luego de hacer sus cuentas, y se disponía ya a cerrar la puerta de la Librería. La ayudé, sin que ella me lo pidiera, como si ejecutara un acto natural. Si al comienzo me pareció que estábamos actuando en una obra de teatro, tácitamente los dos aceptábamos nuestros papeles…
Y cuando ella le echó el seguro a la puerta, y los dos salimos de la Librería, experimenté luego la absurda sensación de estar soñando…
–Vamos querido –me dijo ella, tomándome del brazo.
Entonces recién tuve la certeza de que aquella mujer era mi esposa.


Emma Zunz

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Piragüismo

Aquí estoy, encajado en mi piragua, remando sin cesar, sintiendo como los goterones de sudor me caen por la cara, se me meten en los ojos y me los irrita, pero no importa ¡voy a ganar! voy a ganarle a esos piraos de Oxford ¿piraos vendrá de piragua? Qué más da…¡Eh tú, chalao, no te pegues tanto, que te sales de la línea! ¿Qué se habrá creío ese desgraciao franchute, que me va a ganar? ¡Y un cuerno!  Soy el más fuerte, el más rápido y el mejor entrenao de  estas olimpiadas. Lo malo es que, como dicen que iban los antiguos griegos, estoy desnudo, pero ni se nota. Ya me falta poco, un esfuerzo más y ya está…
—¡¡¡¡Manolitooooo!!!! —se oye una voz femenina— ¿Quieres salir de la bañera de una puñetera vez!


De Acuario

El paseo del poeta

El poeta bajaba por la calle de la estación con la mirada encendida, la barba loca y una bufanda larga, larga, que le barría el suelo. Todos decíamos al salir del tren mira es el poeta, el famoso literato que sale en la tele. Y aunque había viajeros renuentes todos le aplaudimos y hasta le seguimos un trecho admirando su porte y el aura de fama que despedía. Yo pensé que era un poco absurdo seguir a un poeta que no hablaba y que ni tan siquiera se dignaba mirarnos. ¿De qué sirve un poeta mudo? ¿Es útil el silencio para un escritor? Pero no dije nada porque Laura siempre critica esa manía mía de cuestionarlo todo. ¿Qué más da?, hubiera dicho, si lo importante es que es él, el famoso, y lo podremos contar mañana en el trabajo y en el bar a los amigos. Yo seguía cavilando, valla abajo de la estación, sobre la ventaja que podían tener para la ingesta de cerveza o para la promoción de la amistad haber contemplado durante un par de minutos a un tipo caminar silencioso y displicente. 
Por la calle de la estación el caso es que el sol da de cara y hay que guiñar los ojos para no deslumbrarse y acabar con el pie metido en un alcorque o aterrizado sobre una caca de perro. Y el cierzo atraviesa las vías y los vagones como una locomotora de aire. Sopla a rachas y sacude los abrigos de un solivión. Es complicado seguir a la fama en esas condiciones, máxime cuando es antipática y solo muestra a la afición un revoloteo de perneras y melenas.
Al fin, alguien detrás de nosotros dijo bah, que chorrada, esto es un aburrimiento, ¡si no hace nada!, yo me voy... y el grupo fue poco a poco disolviéndose, volviendo sobre sus pasos cuesta arriba. Yo miré entonces a Laura y vi en ella ese gesto de determinación que tan bien conozco. Había que seguir al poeta porque, quien sabe, en cualquier momento podía decir algo.
Fue justo enfrente de la fábrica de chocolate. El aroma a cacao y a vainilla era un lujo y me vino enseguida a la cabeza el olor que emana de Laura y de su cuello. Iba distraído pensando en esas y otras cosas dulces cuando el poeta se giró y, mirándonos, nos dijo con su voz teatral qué hambre tengo, de chocolate negro, como tus ojos.
Quiso Laura preguntarle, saber más. Pero el hombre, pese a su edad, era piernilargo y de tranco ávido y enseguida desapareció doblando una esquina. En su espalda, antes de alejarse, pudimos leer el cartel que llevaba pegado o cosido en la chaqueta y que decía “Paseo cotidiano del poeta. Patrocinador oficial: Consejería de turismo y de las artes”.


Jesús Román Martínez Álvarez

martes, 3 de septiembre de 2013

Plato principal


La tormenta arreció y entre los truenos la gallina apuró el paso, huyendo de las
manazas de la cocinera Olinda, quien muy furiosa estaba por la huída del plato
principal.


Rubén Ariel Alarcón Sánchez

El Gemelo Triste

Sucede cada vez que me resiento en algún dolor íntimo y esencial, recóndito y secreto.
La primera vez creo recordar, fue cuando partimos al internado, mis 14 años, los mismos que los del gemelo, conocieron el sabor del miedo esa tarde nublada en la que el autobús del pueblo nos alejo de los que más amábamos en una especie de exilio audaz y temerario tan temprano como involuntario.
Sucedió también cuando mi hermano mayor dejó la casa paterna por primera vez, éramos pequeños pero aun recuerdo la amarga congoja que sumía nuestro hogar, ni siquiera imaginábamos entonces cuando y  cuanto sucedería hasta su regreso.
También se repitió cuando abandonamos nuestra ciudad natal y sobrevino aquella traumática despedida, Uriel no admitía la distancia, no aceptaba mi decisión de emigrar y su rudo, casi descomedido comportamiento no logro evitar que sufriera a la par, su intransigente desdicha.
Ha ocurrido hace unos meses, cuando rompí con Sebástian después de aquel tiempo de insuperable pasión, de paseos a la luz de la luna y meriendas al sol sobre aquel frágil valle  verde, humedecido a todas horas por las inagotables aguas del Rhin.
Sin embargo, debo reconocer que la ocasión más dolorosa fue la muerte de mi padre, entonces no encontrábamos consuelo, solo el regreso del hijo pródigo, aquel de la primera partida, confortó nuestra gran pena.
Así es que siendo despedida o reencuentro, retorno o partida, desamor, abandono; la repetida historia sobreviene como un calco emocional que se posa en la pena y calza con precisión y detalle.
Al principio no le dí importancia, pero luego como una conexión neurológica de inexplicable dependencia, una sinapsis inconciente del más autónomo de los sistemas, noté la asociación de dolores entre el gemelo y mi circunstancia.
Y es que cada vez que un suceso verdaderamente traumático acontece en mi vida; me duele el gemelo, si, el músculo que repetido y en par abulta mi pantorrilla, pero la derecha; no me pregunten porque.


Ana María Vittone Chala

lunes, 2 de septiembre de 2013

Crisis

Llora en los lavabos, como todo el mundo.
Se apoya en la pared, se deja caer y mira el techo, como si allí estuviera la respuesta.
O quizás invoca  un Dios que no existe. Se consume, se desespera. Grita con los labios apretados. Se tapa la cara con las manos, respira hondo, intenta recomponerse, todavía histérica se pasa la mano por  el pelo, se moja los labios, se seca las lágrimas y se sienta. Corta  un trozo de papel, se seca la cara y se levanta. Tira el papel con furia, se apoya en la puerta, la abre. Se moja la cara y se mira en el espejo mientras se repite insistentemente que ella puede, que todo va a salir bien.


Sonia Castro

Desde la tercera galería. I






No entiendo qué ha pasado. Como en el proceso de Kafka, sin motivos que expliquen la situación, me veo encerrado en esta cárcel. Según mi abogada, de oficio, con la que he podido hablar apenas cinco minutos en una sala llena de presos y de abogados de oficio, al parecer me acusan de suplantar la vida de alguien que afirma ser mi creador. Como en Grecia, una forma de impiedad. Y como en Grecia, resulta que el juicio ha sido sumarísimo, y que el Tribunal era, en exclusiva, ese mismo hombre que me acusaba. Según la abogada, ni siquiera le dejó terminar su alegato y dictó sentencia.

Desconozco quién y cómo es ese hombre. Sentado en el patio, al final de la tarde, le imagino como el protagonista de “La vida de los otros”. Alguien triste, que entierra sus sentimientos para no tener que enfrentarse a ellos, que quisiera vivir pero le falta valor. Pero esto sólo es una suposición. Puede que no sea así.

Me dio tiempo, antes de ser confinado, a hacer llegar a uno de mis amigos una carta de despedida. Por lo que he podido entender de las explicaciones de mi abogada, estoy sometido a incomunicación, así que no puedo enviar ni recibir correspondencia ni utilizar el teléfono. Pero tengo mi pequeña agenda de piel italiana, con su broche de corchete. Le he pedido por favor a la abogada que, cuando me visite, se lleve las hojas que haya escrito y contacte con Rick. Ese es el único canal que permanece abierto, pero ya es mucho. Las visitas son los viernes.  













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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.