sábado, 6 de julio de 2013

Probabilidades

Vago, sin norte, fugitivo del día en que habita, un hombre encuentra en el andén un billete de lotería que no ha jugado aún. Mirándolo constata que el número coincide con la dirección de su casa: 1209, cifra que a la vez es una fecha próxima a llegar. Sabiendo que su madre está desahuciada, y el 12 de septiembre es el día programado para quitarle el respirador, el hombre, creyente en la teoría de las compensaciones, se aferra a la idea de que ese día, tras la muerte de su madre, se va a ganar la lotería, lo cual atenuará su dolor. Se convence de que si su vaticinio se cumple, su estado de ánimo irá del dolor a la dicha, lo cual es algo que sólo él entiende.
También, consciente del múltiple color de las probabilidades, considera posible que gracias a un milagro su madre no muera y la suerte, a su vez, imponga un número distinto a la lotería, lo cual es algo que no quiere entender.
El día señalado la madre muere y el número de la lotería no es el del billete encontrado, lo cual es una probabilidad que el hombre no había previsto. Ahora su estado de ánimo fluctúa entre la frustración y el sufrimiento, lo cual es algo que cualquiera puede entender.


Amílcar Bernal Calderón

viernes, 5 de julio de 2013

Manolo

Todavía no sé cómo he llegado hasta aquí. Ha sido largo, 46 años, uno a uno, los primeros pasando muy despacio y los de ahora volando.
Siempre quise ser actriz, acabé siendo bufón en mis ratos libres. Es divertido para la gente y para mí es una tontería. Ahora, aparte de bufón, también soy madre, entre otras cosas. Es complicado porque yo siempre he pensado que las madres te cortan las alas. Yo no quiero ser así.
Así que he decidido comprarme un loro, siempre me han encantado. Además yo hablo un montón y puedo enseñarle mucho vocabulario. Así dejo que mi hija crezca en paz. Tampoco le voy a cortar las alas al loro, no me gusta la violencia, pero me encanta hablar.
Lo que pasa es que siempre ocurre lo mismo, ahora a mi hija le gusta Manolo y yo estoy un poco celosa, cosas de la edad de los cuarenta y pico, supongo. El caso es que Manolo siempre repite las tres palabras que ella le ha enseñado, y yo, que me he dedicado a él en cuerpo y alma, que le me he sentado frente a él vocalizando con mucho cuidado cada sílaba… Nada, mío no dice ni “mu”.
El otro día, me dejé el móvil en casa. Cuando fui a por él,  al abrir la puerta escuché a Manolo hablando, iba diciendo una a una, todas las palabras que le enseñé, tacos incluidos. Luego oí a mi hija que decía,  “Manolo, cállate coño, cada vez te pareces más a mi madre.” Al entrar en el salón, mi hija enmudeció y Manolo empezó a gritar como un poseso las tres palabras que ella le enseñó.


Bertolucci98

jueves, 4 de julio de 2013

Hechos reales

El otro día en el autobús un señor mayor insistió en que su mujer, de talle más bien pequeño, se cambiara de asiento. Estaba sentada en el asiento especial para minusválidos, que tiene un tamaño superior a lo normal, con lo que probablemente la señora no estaba muy sujeta ante los movimientos del autobús. El marido permanecía de pié a su lado aunque había sitios libres.
Fermín estaba sentado un par de filas más atrás y  vio toda la escena, le recordó a sus padres,  aunque estos jamás viajaron en autobús municipal, y dudó de que su padre se preocupara hasta ese extremo por su madre. No obstante había algo de cariño, tal vez amor, entre ellos de la misma forma que el gesto de este señor hacia su mujer denotaba una capacidad de tener algo especial.
Braulio, el conductor del autobús vio la escena por el retrovisor, la verdad es que esa noche no estaba en su mejor día, su padre estaba en casa preparándole la cena, vivían solos desde que murió su madre hace dos años, el quería salir a tomar unas copas con sus amigos, pero no quería dejar a su padre con la cena en la mesa. Ese viejo mandón, por qué no se sentará, y deja a la vieja quietecita, si está mejor sentada que moviéndose por el autobús pensó recordando a su  madre, tendré que ir más despacio para que no se caigan.
Rosa se había fijado en la pareja de ancianos cuando se subieron un par de paradas después que ella, había algo en ellos que llamaba la atención, quizá la capacidad de llenarlo todo de ella, con lo poca cosa que era, o la delicadeza del marido tratándola como si fuera la más valiosa e las porcelanas. La cosa es que el gesto del marido no le pasó desapercibido, pensó en como una persona puede llegar a preocuparse de otra hasta  convertir esa ayuda en su motivo de vida y probablemente como ella, consciente se deja ayudar, quizá querer, aunque sería más cómodo quedarse sentada donde está.
Al fondo del autobús, una pandilla de quinceañeros estaban a lo suyo, haciéndose notar con chistes fáciles y alguna que otra ordinariez, ajenos totalmente a la escena. Uno de ellos, de reojo,  no dejó de percatarse de aquel señor mayor que se tambaleaba agarrado a la barra del autobús, le recordó a su abuelo, hacia cuanto tiempo que no iba a la residencia a hacer una visita al viejo cascarrabias. Recordar la broncas que le suele echar diciéndole que el a su edad estaba en el frente de Teruel, y que no habían hecho la guerra para que el estuviera ganduleando con  los amigos, le hizo sonreírse, en el fondo cuando le va a ver a la residencia, se siente bien, acogido protegido por ese ser que apenas puede comer por sus medios, se siente parte de ese sentimiento que existe entre estos dos abuelos.


Miguelmiky

miércoles, 3 de julio de 2013

Detrás de la puerta

Pocas horas faltaban para irse. Pasar de un mundo a otro es sencillo pensaba, sólo hay que atravesar un portón. Ese pensamiento lo tuvo atrapado toda la noche, se hizo amo de su sueño, dio mil vueltas sobre el colchón a rayas. Se resignó a mirar el techo, en un insomnio casi a oscuras, con los brazos por detrás de la cabeza. Cuando la primera luz iluminó la ventana, su ansiedad tornó a calmarse. Se asomó por esa mínima abertura con barrotes y recordó. Había entrado con su mochila de culpa y ahora saldría con el perdón en un bolsillo, aunque de verdad pensaba que los hechos graves están más allá del tiempo y siempre seguiría siendo algo culpable. Se imaginó lo que haría cuando el portón se corriera y volviera a la vida real. Ya no sería un número, recuperaría su nombre y vestiría su ropa. Ya había empezado a vislumbrarlo tal vez, ya era el que sería.[1]

PECOS

[1]  Frase tomada del cuento Emma Zunz de Jorge L. Borges.

martes, 2 de julio de 2013

Una coca-cola para la niña

Una mujer de dieciséis años, con pelo negrísimo de tan limpio que estaba, y unos pantalones piratas negrísimos, tal era el contraste con su camiseta de lycra blanca -se le marcaban los pechos, sí; ya no incipientes, no-, delgadita, morenita, ha detenido el paseo de su perro para hacer una llamada telefónica en una cabina pública. A unos metros, un hombre de cuarenta y dos años bebe gin-tonic en la silla de una terraza de verano.
El hombre la ha mirado.
Poco después, la niña de dieciséis años ha colgado el teléfono y se ha llevado para siempre a su perrito y a su pelo liso y a su piel morena (el de la chica, se entiende) hacia otro lugar, hacia otros ojos. Al hombre le ha dado tiempo a comprobar que la camiseta de tiras que lleva la mujer de dieciséis años es de esas que dejan ver el ombligo. Y un poco de la cintura. Y otro poco de las caderas.
El joven de cuarenta y dos años ha pedido otro gin tonic y un té con hielo para su esposa de treinta y nueve que acaba de llegar -no sé qué del tráfico- con su hija de dieciséis, de pelo largo, liso y negro, o liso, negro y largo, por no decir negro, largo y liso. Y pantalones piratas. Y camiseta que enseña el ombligo. Le ha pedido una Coca-Cola y su cerebro ha establecido una serie de molestas conexiones.


Vlad Miedos

lunes, 1 de julio de 2013

Anecdotario de una optimista


Me he levantado a las 05:30 h., quizá sea difícil imaginar a esas horas, a alguien  alzarse con humor, pero dicen que soy muy alegre, y graciosa, mas… ¡Pésima contadora de chistes soy! Estaba muy ilusionada, pues era probable que una amiga se quedase a dormir  por la alerta de nieve.
Sobre las 07.30 h., lloviendo,  cojo el coche camino al empleo amado; en breve,  encuentro un transporte de deshechos a velocidad caracol lesionado, pongo intermitente para adelantar; iniciada la maniobra, el “camioncito” se abre, invado parte del arcén para no colisionar, oigo un “ruido raro”, más adelante al pasar un bache, el coche se desliza bastante, algo no anda bien, detengo el vehículo, bajo a inspeccionar; ¡Diantres, las dos ruedas izquierdas en el suelo deshinchadas! Estoy unos minutos en estado de shock, ¿Qué hago? Reacciono,… ¿O, me pongo a llorar?
Telefoneo a mi hermano, (corneado por su aún mujer) sugiere grúa. El día parece ir pintándose  negro. Llega la cabria amarilla, gestionamos dónde portar el coche, ¡Bendito internet en el móvil!, busco direcciones, teléfonos y nos decidimos. Arribamos al taller,… percibo la lluvia apretar.
Descargan el auto, rellenamos papeleo, presupuestos,… Espero mientras van retirando las gomas para montar las nuevas. Me llama el hombre  amable de recepción, miro sus labios moverse, pero no acabo de entender lo que dice, oigo algo de desguace; ¿El coche al despiece? Mi corazón da un vuelco, veo el Mégane levantado sin los neumáticos, y pienso hacia mis adentros, ¡Qué humor más macabro! Le digo; Oiga, ¡Vaya susto me ha dado! Sigo sus manos dirigiéndose hacia mis ruedas en el suelo, y ahora comprendo… ¡Las llantas también averiadas! Aconseja ir a un cementerio de vehículos a buscar de segunda mano, nuevas; al ser de aluminio, son inviables a mis bolsillos.
Llamo a  madre que me saque de aquí, no la encuentro; mi padre, no puede venir; mi hermano, está en otra ciudad; los amigos, trabajando; mi ex, desaparecido recientemente en combate (con su viuda, ya alegre); a mi anciano vecino... ¡Cae  un rayo!, seguido de un  trueno aterrador, semeja haber estallado una carcasa de “mascletà” en mis oídos. ¿Será el día del juicio final? Chaparrea con intensidad, pienso; ¡Uf!, ¿Podría empeorar la situación? Y graniza. El amo del taller mirándome lastimosamente agrega; -Señora, creo que si se fuese a su casa y ya no saliese,… Hoy no es su día…-  ¿Tal vez exagera?
Visitamos, con el diluvio hermano menor del de Noé, los despieces de toda la ciudad. Noto recorrer el agua por dentro de mi ropa interior, mi pelo liso de peluquería ahora es una maraña de greñas enredadas, dándome un aspecto “interesante”. No obtenemos éxito en ninguno de ellos, en el último nos hablan de un taller en un polígono lejano,  parece ser el único lugar de la ciudad donde reparan llantas. Nos acercamos. Sólo hay un tornero; no da buenos augurios.
Vuelta al hogar, mi vecino (78 años) salvador y compañero de andanzas; intimamos con  el padre cabreado de los diluvios anteriores; al entrar y ver nuestro aspecto en el espejo, lloro de verdad.
 Hoy, circulo en mi auto; vuelvo al trabajo, sonrío, soy más pobre; ¡Pero ha vuelto la serenidad!

Azorina Azahar

domingo, 30 de junio de 2013

Mordisco


Eran muy amigas, jugaban a hacerse cosquillas hasta morir de risa, incluso llegaron a orinarse encima por culpa de las cosquillas.
Un día entre tantas cosquillas ella le dio un mordisco en el brazo a esta. A ésta le salió muchísima sangre y tuvo una herida que tardó un mes en cicatrizar. ¡Un mes! El mes que estuvieron sin hablarse.
Ésta pensó que nunca la iba a perdonar pero un día llegó ella a casa de ésta con una herida de mordisco en el mismo sitio exactamente en el que hacía un mes ella le había mordido a ésta.
Ese día Ésta la perdonó.

Inés Llop
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