sábado, 8 de septiembre de 2012

Casi Las Vegas

Le pones un collar a la noche, que no tiene dueño, vistes de fiesta a tus muñecas, te pintas las uñas de los pies en tonos esperanza y bailas en la oscuridad. Buscas la clave de bóveda de una catedral perdida y la luz de mil colores que dibuja en el suelo el rosetón cuando cae el atardecer. Te apiadas de la Piedad y quieres bañarte en la Fontana y retozar con los Tritones. No respetas ni a la Santa Compaña, ni a los duendes de las fragas, haces callar con un dedo acusador sobre tus labios el murmullo de los arroyos y gritas luego que el silencio te mata.

Te haces collares con las palabras y tratas de hacerlos pasar por bisutería, tejes alfombras mágicas en un párrafo y te niegas a volar luego en ellas. Bosquejas marinas sin mar para luego dejarlas en blanco y negro, como fotografías antiguas de tiempos pasados.

Y quieres que apueste contra ti. Tu juego es un juego en el que siempre gana la banca y yo soy el postre con pareja de damas. Hay que saber pasar y saber aguantar. Salvo que seas un perdedor.

Si todo depende de un naipe, no sé a que esperas para darme una carta más.

viernes, 7 de septiembre de 2012

21

Hoy hace veintiún años que me acerqué, en la pista de la Piscina, con el bueno de Pepe, a una chica rubia que me gustaba mucho. Me gustaba tanto que nunca me hubiese atrevido a decirle nada. Pero como el pasatiempo favorito del destino es hacer que las cosas se líen, acabé preguntándole, en la terminología de la época, si quería "salir conmigo". La muy imprudente no tuvo una idea más descabellada que decir que sí.

La he dado un montón de sustos, unos pocos disgustos y motivos más que suficientes para mandarme a por cerillas más de una vez. Me temo que no soy de los hombres que piensan, sino de los que dan que pensar. Aunque también la he dado mil noches de amor, más de un beso a escondidas, achuchones de portal, una hipoteca, dos hijos maravillosos en régimen de gananciales y un saco de sueños por cumplir.

Somos lo que somos, que no es la perfección ni lo pretende. Hay días que nos refunfuñamos, días que nos reconciliamos, días que nos vemos y días que no. Hay días de vino y rosas y días de vinagre y espinas. Hay días que me mataría, días que me devolvería a mi madre alegando que el producto está defectuoso y que la garantía está vigente, y hay días, todos, que me la comería sin guarnición. Hay días sombríos y días luminosos, noches sin luna y con luna llena hasta los bordes, mañanitas de niebla y tardes de paseo…Hay de todo, como en botica.

Pero cada vez que me besa me lo perdona todo. No por ser presuntuoso, pero he llegado a dos conclusiones: que soy el tipo con más suerte del mundo y que beso mejor que Clark Gable.

La quiero a morir, que diría Monsieur Cabrel.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La chica de la risa mágica

Tiene algo en la mirada que habla de mucho dolor pasado, de mucho dolor presente y de la promesa de mucho dolor para el futuro. Los infalibles jueces de los demás seguro que encontrarían mil razones para argumentar sus pesares y colgarla sambenitos y culpabilidades. A mí me parece que la suerte le ha sido esquiva un buen puñado de veces. Punto.

Hoy estaba muy guapa, como una actriz de cine clásico. Lo primero que ha hecho al verme, como siempre, ha sido arroparme con una sonrisa, y tirar a la papelera mis pesares. Me gusta cuando me habla con esa mezcla de quietud y relámpagos y me hace sentir como, cuando de niño, mi madre me daba la mano.

Pero cuando más me gusta es cuando se ríe. Tiene una risa que envidian todas las campanas de Roma repicando a la vez, una risa compuesta por Johann Strauss, con arreglos de Chopin y acompañamiento de ruiseñores y alondras, una risa que pararía una guerra, una risa que te explota en el corazón y se queda en tu cabeza como banda sonora de los sueños más divertidos.

Siempre me trata bien, con ese cariño que sienten las personas de buenos sentimientos por los chiflados sin remedio. Siempre me agradece el más pequeño de los gestos como si hubiese abatido las murallas de Jericó para ella. Supongo que lo hace porque adora ver a un tarado como yo con los ojos brillantes.

Sólo puedo decirle que, si yo manejara el timón del destino, toda su vida sería una carcajada. Nada más merecido.
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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.