viernes, 17 de agosto de 2012

Muerda su medalla


Acaban de terminar los Juegos Olímpicos de Londres. Reconozco que me encantan. Eso de ponerse en la tele a cualquier hora, y ver retransmisiones de deportes como el tiro al plato, el piragüismo en aguas bravas o los saltos de trampolín, sólo pasa cada cuatro años. Aprendemos reglamentos y conceptos nuevos, como qué es un ippon, que tiene más cuenta salir por barlovento, o a diferenciar entre un florete, un sable y una cimitarra.
Es interesante ver tantos representantes de países remotos y casi desconocidos, las Islas Vírgenes, las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Vírgenes Congoleñas… Y ya que paso por aquí, una pregunta: después de todo el sodoma-gomorreo que debe ser la Villa Olímpica, en la ceremonia de clausura de los Juegos, los representantes de las Islas Vírgenes, ¿vuelven a desfilar con su país, o pierden la condición y se pasan a la bandera olímpica? Dudas corrosivas.
Pero de todas las curiosidades que se despiertan en tan singular ocasión, hay una que especialmente me llama la atención, y que es extensiva a otros eventos deportivos. Da igual el deporte (atletismo o esgrima), país (Estados unidos o Burkina Faso), raza (blancos o negros), o sexo (poco o muy poco), pero la inmensa mayoría de los deportistas que suben al podio hacen el mismo gesto. Toman la medalla que tanto esfuerzo les ha costado, se la llevan a la boca, y la muerden; o hacen que la muerden, que si no sería un acto patrocinado por Odontologos Mundi.
¿Por qué se muerden las medallas? Personalmente me parece un gesto poco elegante para un momento tan importante, desfigura un poco el rostro, y además, no le veo explicación. ¿Es para ver si de verdad son de oro, plata o bronce? ¿O si son metálicas? ¿Es una campaña para fomentar una dieta enriquecida en oligoelementos? ¿Hay algún fotógrafo que de forma subrepticia, quiere tener instantáneas de todos los deportistas mordiendo metal? ¿Tras la cámara hay alguien con un arma ordenando “muerda la medalla”? ¿Si no la muerden, se la quitan a la salida? ¿Sabe rica?
En algunos casos, con deportistas de aspecto tan feroz como los luchadores o los lanzadores de peso, parece que la medalla va a ser deglutida como si fuera un filipino; otras veces, el ademán de mordisco es tan largo mientras se tiran las fotos, que da la sensación de que la medalla queda totalmente llena de saliva. Claro que, en este mundo mitómano y fetichista, una medalla chupada por, por ejemplo, Isinbayeva o Ibaka, puede valer más que el Koh-i-noor.
Como decía antes, no sólo pasa en los Juegos Olímpicos; el gran Nadal mordisquea indistintamente el copón de Roland Garros que el Conde de Godó (el trofeo, no al Conde, qué mal gusto). Esto pasará hasta que algún deportista lleve dentadura postiza, y al morder la medalla, se le quede enganchada. Esa foto sí que dará la vuelta al mundo.
Yo, como de momento no voy a ir a los Juegos salvo que hagan olímpicas disciplinas tan nobles como el C-4 (4 cañas) o los 800 cc lisos (de cerveza), me voy a bajar a los chinos y me voy a comprar unas medallas para ver qué se siente mordiéndolas. Si la foto queda bien ya la enseñaré.

martes, 14 de agosto de 2012

Miro las noticias como un explorador perdido

Miro las noticias como un explorador perdido en el desierto mira el horizonte, y como él, sólo veo desesperanza y algún que otro espejismo. Pero sigo adelante. Cuando mi hija era pequeña, le gustaba mucho una película de los personajes de Sesame Street que se llama “Elmo en el país de los Gruñones”. Elmo, un tipo bajito y descerebrado como yo, emprende la búsqueda de su mantita, que le ha sido arrebatada por un malvado egoísta interpretado por Mandy Patinkin, el espadachín español de “La Princesa Prometida”. Fatigado, se sienta en un tronco y se deja invadir por el pesimismo. Entonces, un bulbo que brota del suelo empieza a cantarle esta canción (la repito de memoria, la habré visto cien veces con mis hijos):

“Elmo no te apures, yo estoy peor,
Tú no estás plantado como estoy yo,
A ti nada te impide continuar,...
Da un paso a delante y ya verás…

Caminar, es lo mejor, da un pasito más
Y deja el miedo atrás.
Caminar, es lo mejor, da un pasito más
Y dile al miedo adiós…”

Me acuerdo a menudo de esa especie de cebollino verde que le dice a un peluche rojo que hay que tirar para adelante, que el miedo te ancla al suelo y te impide crecer. No es la conversación entre dos sesudos filósofos ni entre dos “gurús” de la psicología, pero a mí, que soy como un niño, me pone las pilas. Y no puedo dejar de pensar que mi padre se quedó huérfano en plena posguerra y ahora me mira con sus ojos serenos y me recuerda que ha completado el ciclo de la vida con buena nota. Si le preguntan, responde que tiene dos hijos de los que está orgulloso, porque son “dos buenas personas”. Así que esa es mi aspiración…y no voy a pararme porque unos siniestros especuladores de los que su padre nunca podría decir que son buenas personas quieran arruinar nuestras existencias. Versionando a William Wallace, podrán quitarnos la vida, pero nunca podrán arrebatarnos la alegría….Me atrapa esta vorágine entre dos aguas…Mis padres mayores y mis hijos pequeños. Cansado pero con fuerzas aún, la clave está en dar un pasito más. Como el buzo de “Hombres de Honor”…”Doce pasos, cocinero”.

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