lunes, 2 de noviembre de 2015

Segundo Premio del III Concurso de Relatos Hiperbreves ma non troppo

Todavía queda gente que ama a los burros

Raimundo Persiana era campesino. Poseía un pedazo de terreno pedregoso del que con mil esfuerzos, suyos y de su burro “Resignado”, conseguía sacarle para ir viviendo ambos. Raimundo Persiana había casado con Ruperta Camino, que cansada de la dura y aburrida existencia que llevaban, se había fugado con un cobrador del frac, después de haber él cobrado una deuda importante. En Corraleja donde ambos vivían, lo más suave que de ella dijeron los criticones fue: puta verbenera y callejera. Raimundo nunca habló mal de la fugada y la echó de menos solo en parte. Ruperta cocinaba fatal, se quejaba de todo, raramente mostraba contento y mucho menos felicidad. En realidad, Raimundo sólo la echaba de menos cuando le atacaba la imperiosa necesidad de hembra y tenía que aliviarse manualmente. Raimundo se llevaba de maravilla con “Resignado”. El animal le dejaba que hablase todo lo que le venía en gana, sin interrumpirle nunca, y daba continuos asentimientos de cabeza como si estuviera con él de acuerdo en todo. Raimundo compró un décimo de lotería en el bar “Los higos chumbos” que, el día 22 de diciembre salió premiado con el Gordo. Explosión de júbilo, escándalo, carcajadas, gritos, champán entre los agraciados. Aparecieron los medios de comunicación fotografiando, filmando y acribillando a preguntas a los afortunados ganadores. Una joven presenta-dora y un cámara se acercaron a Raimundo, aturdido y aturullado entre aquella ruidosa multitud y, a la pregunta de la reportera sobre en qué iba a cambiar su vida el importante dinero ganado contestó:
         —Compraré un tractor.
         —¿Para ir montado en él? —preguntó la periodista metiéndole el micrófono en la boca.
         —No. Para que mi burro “Resignado” tenga de ahora en adelante una vida regalada. Al pobrecillo le vengo explotando de mala manera desde hace años. Y pondré en su cuadra cale-facción y aire acondicionado para que nunca más pase ni frío ni calor.
          —¿Y para usted qué hará? —cogiéndole simpatía la mujer.
          —Nada, yo me conformo con lo que ya tengo. Siento que mi mujer se me fuese, le habría comprado una cocina nueva, una lavadora-secadora y una docena de vestidos bonitos.

          La presentadora de televisión y el cámara acompañaron a Raimundo a su modesta casita de campo, filmaron a “Resignado” sonriente, y este animal cayó tan bien que se hizo tan famoso como el Platero de Juan Ramón Giménez. Ruperta Camino regresó con su marido y, muy arrepentida, le pidió perdón por haberle abandonado, y Raimundo se lo concedió y ella agra-decida por su bondad aprendió a cocinar, a prepararle suculentas comidas en su fantástica cocina nueva y se le arrimaba bien todas las noches. En adelante “Resignado” siguió cabeceando amablemente cuando le hablaban sus dueños, sin llevarles nunca la contraria. Se había convertido en un burro feliz y descansado. Inteligente lo había sido siempre. ¡Ah!, y se compadecía del tractor.
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