jueves, 20 de febrero de 2014

Despertares

Érase un día que Dios despertó a Voluntad, a Sabiduría y a Esperanza. El cielo inspiraba a ser y un futuro.
Pero cuando se fue Dios volvieron a dormir.
Al regresar Dios, despertó solo a Voluntad, pues Sabiduría y Esperanza no pudieron despertar.
Voluntad sigue, aunque Dios se vaya (quien la mira, la observación; lo milagroso).
Dios genera Voluntad.
Voluntad no se acaba con la ausencia (muerte).
A Voluntad no la llevan los sueños; ella lleva a los sueños.


Karina E. Obertini

martes, 18 de febrero de 2014

El sombrero

Recuerdo de los cuentos de Annia.
Recuerdo la escena y es tan diferente. Quisiera saber que le pasó después al hombre con sombrero raro de unas filas más arriba. Era un filme de aquellos que no atrae gente. Lo examiné varias veces, despacio, me intrigaba su sombrero, era como un barco enorme, navegando en la oscuridad. Atravesé sin miedo la línea de luz del proyector. Le dije “me gustaría ser su capitán, si me acepta podría nombrarlo almirante o tal vez oficial de a bordo, pero sólo si me deja usar su sombrero. Pude ver sus ojos enrojecer. ¡Y hasta lágrimas! Tanto amor por un sombrero tan raro. Fui a mi butaca sin esperar respuesta, no habría podido navegar con un sombrero de ojos rojos. Recuerdo la escena y es muy diferente. He navegado, sí, y he usado sombreros de todos tamaños, colores y formas.


Grisel Infante Costa

Ardiente amor

- ¿Dónde os conocisteis?
Sonrío antes de contestar, porque ya sé la cara de asombro que van a poner en cuanto responda, como lo hago:
- En una librería.
Y no es que tenga nada de malo conocerse en una librería, no me entendáis mal, pero es que, lo siento si os molesta, ninguno de los dos damos el físico. Fernando es alto, algo más de metro ochenta, musculoso, moreno, guapo, simpático, y ni siquiera lleva gafas, ya sabéis, todo lo contrario del típico ratón de biblioteca, y yo, por mi parte, y aunque esté mal decirlo, no le voy a la zaga, casi tan alta como él cuando me pongo tacones, con un cuerpo que quita el hipo, y, por supuesto, sin necesidad de cubrir mis preciosos ojos verdes con ningún tipo de lentes.
- ¿En una librería? -como era de esperar, la repetición asombrada de mis propias palabras, me hacen sonreír de nuevo, aunque tal vez debería molestarme por el hecho de que piensen que somos tontos, que ninguno de los dos lee, ni se encierra jamás en museos o bibliotecas, porque a mi me gusta leer, aunque eso sí, prefiero hacerlo al aire libre, en la playa o en el campo, al lado de un río de frías aguas.
Por supuesto, no aclaro que Fernando es bombero, y que si acudió a la biblioteca fue para apagar el fuego que consumía todas aquellas letras que danzaban, gritando su petición de ayuda en mudo parloteo gris.
¿Y qué soy yo? No soy la bibliotecaria, si os lo estáis preguntando, solo una chica lista, y enamorada, que buscó un encuentro "casual" con el hombre de sus sueños, preparando un ambiente hermoso, como solo el fuego lo es, y cálido, como el amor que prendió entre las páginas de los libros ardiendo, y entre sus fuertes brazos cuando me tuvo que rescatar del incendio.


M.J.

lunes, 17 de febrero de 2014

El kit de encendido

Perdulio Valbuena era un buen hombre. Y también tenía fama de hombre sensato. Un poco inocente, quizás, pero nadie en el pueblo podía poner en duda su juicioso actuar ni su sentido de la proporción de las cosas.
Por eso le resultaba tan extraño a Jeremías, el dueño de la cantina, entender lo que estaba ocurriendo. Claro que eso no le habría ocurrido si hubiese dedicado unos segundos a lo que coloquialmente llamamos ponerse en el lugar del otro. A ponerse en el lugar del bueno de Perdulio.
Jeremías había abierto su tienda como hacía todos los días desde que su padre le había dejado al mando del negocio, había barrido con un escobón la entrada para evitar que el polvo se colara con la clientela y se había sentado a la entrada, a esperar. Como todos los días, porque su trabajo era esperar.  Esperar a que sus clientes tuviesen a bien acercarse a buscar el pan, la lata de escabeche, o unas zapatillas de esparto para el abuelo.
Hacía apenas cinco minutos que había terminado de barrer –menos de cinco minutos de hacer el lagarto–,  cuando comenzaron a llegar hasta él las voces que venía dando Perdulio, cual poseso, a lo largo de la calle Cimera.
–¡Asesino!… ¡estadafador!…¡mal nacido!...  ¡¿cómo te atreves a vender a nadie esos chismes del demonio?!
Con los ojos inyectados, la cara negra y las cejas y el pelo chamuscados, el bueno de Perdulio pasó como una exhalación ante él y desapareció, atolondrado, entre los estantes llenos de cajas de calzado y latas de conservas, finalizando su recorrido con un estruendo de objetos precipitados.
Entonces Jeremías recordó cómo la tarde anterior se había presentado Perdulio en la cantina, buscando un encendedor para la chimenea. <<De esos que son para la chimenea>>, había insistido. ¡Qué casualidad! El viajante le acababa de dejar, como muestra, unos nuevos que, según dijo, eran un descubrimiento, además de un éxito en medio mundo. <<Son una revolución; hasta traen manual de instrucciones y todo>>. Venían en un paquetón plastificado, muy bien protegido; dentro, varios objetos y unas letras que parecían chinas y, cruzando el paquete, otras letras bien grandes que decían:      
                                       KIT DE ENCENDIDO.


Máximo

domingo, 16 de febrero de 2014

CASTELLÓN: RÍOS MIJARES Y PALANCIA

     El interior de la provincia de Castellón está conformado por  la comarca del Maestrazgo, al norte, de la que ya hablé hace algún tiempo, y las sierras del sur, atravesadas por los ríos Mijares y Palancia, que es donde ahora nos centraremos.

     Recorriendo estos valles podremos disfrutar de buenos cañones, bonitos pueblos y algunos manantiales de aguas medicinales, además de zonas de baño bien acondicionadas que están muy concurridas en época estival.

     Podemos empezas por el valle del río Mijares y, concretamente, por el pueblo de Onda, cerquita de la costa y de la ciudad de Castellón. El centro de esta localidad de Conjunto Histórico-Artísitico. Se trata de un casco urbano de casas blancas, encaladas en la ladera del castillo, de calles estrechas y rincones encantadores, como la Plaza del Almudín, llena de carcos ojivales y de medio punto, o el barrio de la Morería.

     En lo alto, el castillo, bien restaurado y con buenos torreones cilíndricos, con magníficas vistas de la montaña, por la que nos adentraremos a partir de ahora.  

     Siguiendo el río Mijares, aguas arriba, llegamos a uno de los platos fuertes de la ruta: Montanejos. Pueblo muy turístico en épocas de buen tiempo, con un interesante casco urbano, en plena sierra, rodeado de altas montañas rocosas e inmensos pinares. Aquí el río, con sus aguas color turquesa, está jalonado de infinidad de piscinas naturales muy apropiadas para el baño, algunas con playa incluida. Destaca la Fuente de los Baños, que vierte al río sus aguas minero-medicinales a 25 grados de temperatura, lo que le hace un lugar de baño muy concurrido incluso cuando no hace calor.

     Continuamos por la carretera y, unos 2 ó 3 kilómetros más arriba, llegamos a un largo túnel que atraviesa una gran mole rocosa. Aparcamos antes de cruzarlo para asomarnos, con mucho cuidado, al impresionante cañón rocoso que aquí forma el río Mijares. Veremos a la izquierda un balcón abierto desde el interior del túnel, al que podremos llegar introduciéndonos a pie en éste.

     Siguiendo la carretera llegamos al embalse de Arenoso, de gran tamaño, rodeado de altos roquedos. Cerca de la presa hay un cartel explicativo de cómo era la zona antes de construirse el embalse, haciendo referencia a los pueblos que quedaron anegados, a sus gentes, sus costumbres y sus fiestas.

     Continuamos bordeando el embalse hasta llegar al cruce en el que sale a mano izquierda la carretera CV-207, que va en dirección a los pueblos de Los Calpes y Fuente la Reina, y acabará en Barracas. Son unos 20 kilómettros de mucha curva, pero que atraviesan una bellísima zona de montaña y pinares, y que nos sirve para pasar del valle del río Mijares al del Palancia.

     Una vez en Barracas, tomamos la autovía que viene de Teruel en dirección a Sagunto, hasta llegar a Viver, siguiente parada en nuestra ruta. Además de darnos una vuelta por el pueblo, conviene hacer un paseíto bajando hacia el río Palancia para ver las Cuevas de Gallen y las preciosas pozas que sirven de piscina natural.

     Desde Viver cogemos la carretera que nos conduce a Bejís, precioso pueblo en un bellísimo entorno de montaña, que nos ofrece la posibilidad de hacer distintas rutas de senderismo, entre ellas la del nacimiento del río Palancia.
    
    Volviendo a Viver, nos acercamos al colindante pueblo de Jérica. La parte alta es muy bonita, con casas blancas y calles estrechas, algunas llenas de tiestos, tomando un cierto aire andaluz. Subiendo, iremos a parar a la Torre de la Alcudia, impresionante torreón mudéjar fortificado, construido sobre lo que fue una antigua mezquita. Y subiendo un poco más, llegamos a un pinar en cuesta atravesado por una escalera de madera, al final de la cual estaremos junto a un torreón, vestigio del castillo que aquí hubo. Desde este lugar las vistas son magníficias: por un lado, todo el pueblo de Jérica y otros de alrededor; y por otro, el extraordinario cañón que forma el río Palancia, con paredones casi verticales de más de 200 metros de altura.
   
     Siguiendo hacia Sagunto el siguiente pueblo es Navajas, donde haremos parada para bajar al río Palancia y contemplar la hermosa "Cascada de los Enamorados" que, aún con poco caudal, se descuelga en caida libre sobre unas bonitas pozas donde la gente se baña, y que sirve de punto de partida de una bonita ruta de senderismo por el precioso cañón rocoso que aquí se forma.

    
     Al llegar a la localidad de Altura, tomaremos la carretera que nos lleva al Santuario de Nuestra Señora de la Cueva Santa, de gran devoción en la comarca. Se trata de una cueva de grandes dimensiones que alberga una tabla de piedra con un relieve de la Virgen. Junto al Santuario hay una especie de Vía Crucis con distintas estaciones formadas por columnas, murales policromados y pequeña techumbre de teja, que representan distintos momentos de la vida de Cristo. Muy bonito y poco común.
   
     Llegamos ahora a Segorbe, el pueblo más grande de la zona. Dando un paseo por el centro veremos su bonito ayuntamiento y su catedral. Cuenta también con un bien conservado acueducto medieval con arcos apuntados, y una magnífica muralla, al pie de la que subiremos, adentrándonos en el pinar hasta llegar a la cima del cerro en el que se encuentran los restos del castillo. Desde aquí tenemos extraordinarias panorámicas de Segorbe y de toda la comarca.

     Continuamos ahora hasta Sagunto, ya en la provincia de Valencia, ciudad dividida en dos:  Puerto de Sagunto, en la costa, donde está el puerto y toda la actividad comercial que conlleva; y el propio pueblo de Sagunto, unos 4 kilómetros tierra adentro, que es en el que nos centramos.

     En primer lugar debemos darnos una vuelta por el barrio judío, con su típico trazado medieval. Subiendo hacia el castillo llegamos al monumento que más fama da a Sagunto: el Teatro Romano. Aunque muy retocado, bien merece una visita, por su grandísimo graderío y su espectacular escenario, además de poder recorrer sus entrañas por los túneles que dan acceso a los vomitorios.

     Subiendo un poco más llegamos a la fortaleza, impresionante recinto fortificado de un kilómetro de largo, que ocupa toda la cima de la meseta. Hay tramos de muralla que se pueden recorrer por el adarve, y también veremos los tres castillos que hay en su interior, uno en cada extremo y otro más en el centro, además de un pequeño museo arqueológico.
    
     Ni que decir tiene que las vistas desde aquí son extraordinarias. Hacia poniente, las sierras del interior de Castellón, de las que veníamos; debajo nuestro, el Teatro Romano y todo Sagunto; y hacia el Este, el Puerto de Sagunto y el Mediterráneo, y la inmensidad del litoral hacia el norte, prácticamente hasta Castellón, y hacia el sur, prácticamente hasta Valencia, ciudades equidistantes desde aquí.

     Y qué mejor manera de terminar nuestra ruta que dando un paseo junto al mar, por las inmediaciones de la desembocadura del río Palancia, que nos abrá acompañado de esta manera desde su nacimiento hasta su confluencia con el Mediterráneo.

    Saludos.

                                                                       EL RURAL

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