martes, 24 de diciembre de 2013

Mi primera vez

El 15 de febrero me encontraba regando las plantas de la madre superiora Guillermina, cuando una de las amigas de Bertha me entrego lo que parecía una carta y si efectivamente lo era, “te tengo una sorpresa atte: Bertha”, no pude trabajar de la emoción que sentía, me la pase esperándola en el jardín donde acostumbraba pasear , más nunca la vi, así que regresé a la casa de Fidel. No se pueden imaginar cual fue mi sorpresa al ver a Bertha adentro de la cabaña, me puse erguido enseñando el pecho para ocultar el miedo que sentía, ella por su parte me dijo que muy pronto se convertiría en monja, lo que me decepciono, sin embargo al querer voltear ella prosiguió y me dijo que quería experimentar el amor antes de dedicarle la vida a dios. Se quito el uniforme   dejando ver sus atributos, después dejo caer su brasier y su ropa interior, nunca había visto tanta belleza, Bertha era absolutamente una diosa: su pelo se movía de un lado a otro como queriendo ocultar sus senos, que eran  pequeños, altos y puntiagudos. Bien dicen que todos tenemos nuestro propio infierno y paraíso personal, ese momento fue mi paraíso y por solo una vez en mi vida me sentí completo, fue una sensación totalmente maravillosa; mi pecho con su pecho, sus piernas sostenidas por mis manos y los pajarillos cantando sin cesar. Apenas habíamos pasado media hora abrazados el uno junto al otro, en el momento en que entro Fidel moviendo su machete amenazadoramente. Yo por mi parte salí corriendo como burro sin mecate, despidiéndome apresuradamente de Bertha, mientras fidel trataba de alcanzarme, aunque  al final se canso y termino por dejarme huir. Ahora que haría ya no podía volver al convento y solo tenia unos cuantos pesos que servirían nada mas para comer durante una semana.  Regresé al convento a dar el ultimo adiós y me sorprendió ver a una alumna esperando en la entrada, me acerque para verla y era Bertha;  con su playera sucia y su brasier chueco.  La salude intentando poner cara de preocupación, luego ella me abrazo  y sentí la calidez de su cuerpo que se encendía al igual que una vieja llama, que solo revive para dar un ultimo suspiro.  Me contó que la iban a expulsar del convento y que sus padres se encontraban hablando del incidente con la madre superiora, yo por mi parte le dije que no sabia que iba a hacer ahora que saldría del convento. De pronto senti una mano firme en mi hombro; era el padre de Bertha un hombre  alto, con una frente pronunciada, de ojos verdes, cabello negro y tez blanca. Con su gran mano me iba guiando afuera de las instalaciones del convento, mientras yo me comía las uñas del miedo...


Blackyunkel

lunes, 23 de diciembre de 2013

Burbujas mentales

Y mi cuerpo y mi mente estaban separados, aunque unidos por un fino y frágil hilo de tela de araña que los conexionaba y permitía que mi energía mental hiciese de funambulista hasta llegar a mi cuerpo y proporcionarle sensaciones que ya habían entumecido.
Los voltios de mi cabeza empezaban a aumentar y yo no sabía muy bien cómo afrontarlo, mi corazón expulsaba fluidos, expandiéndolos por mi cuerpo cada vez con más frecuencia y los pensamientos comenzaban a invadirme súbitamente, mezclándose unos con otros, entrelazándose y perdiendo la cohesión inicial del motivo por el que habían llegado, no me dejaban pensar, se habían tomado el permiso para jugar conmigo y conseguir que mi atención solo estuviese enfocada hacia ellos, perdiendo la conexión con el entorno del que se suponía que formaba parte. Las voces eran simples palabras sueltas sin núcleo de unión que dejaban de oírse en la espuma del agua revoltosa que me rodeaba, cada una de las pompas que formaba la espuma me acariciaba, me daba placer para morir después estallando contra mi piel.
Estaba tan arrugada que resultaba incluso doloroso, mi cuerpo había sido capaz de absorber tanto agua que pensaba que al salir tendría que colgarme con un par de pinzas en la cuerda del tendedero. En verdad me gustaba la idea de zarandearme, colgada de los tobillos, al viento, al aire de madrugada, así mis pies que siempre han tenido la cabeza muy en el suelo podrían observar las estrellas que al igual que yo se bañaban en el cielo y hacían gala de su ego cubriéndolo todo con un manto kilométrico. Algunas, se cansaban de soportar el peso del mundo y se lanzaban desde lo más alto, desintegrándose con la velocidad y la adrenalina que produce la caída libre.
Abrí los ojos ya abiertos y me hallé en el infierno, en ese sitio caldeado, sentía el vapor empapando mi cuello, remojándome en una caldera, junto a otros diablos, vampiros, hombres lobo y centauros. Conversábamos satíricamente acerca del cielo, burlescos reíamos de la banalidad de la vida en el erróneo apodado paraíso.
El escenario volvió a cambiar, y mi mente se entrometió tanto por los recovecos neuronales que comencé un camino sin hacer movimiento alguno por las partículas que lo forman todo, tocaba con mis dedos la materia llena de música y de aire, de vapor y de aliento, de tierra y de sabor. Y lo mejor era que todo el mundo allí reunido, debía sentir lo mismo, y que por lo tanto podías dejar desbordar la insania que ya rebosaba en estado de ebullición.
Incapaz de seguir una conversación, iba y venía flotando sobre las voces vírgenes, que emanaban tal cual de las gargantas y cuyas palabras no eran sometidas a ningún proceso de selección, por eso me gustaba intentar escuchar, porque nos convertíamos en una asamblea griega informal. En el Ágora como en nuestra asamblea particular, cogito ergo sum.


Lorelai Sogni
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