viernes, 1 de agosto de 2014

Una oportunidad

Las cosas no iban bien. No estaba contento con nada. Hacía tiempo que una sonrisa había modificado su cara.
 Ni entendía, ni le entendían. Tampoco es que él se entendiera a sí mismo. Realmente es que no entendía nada.
 Era necesario un cambio.
 Eso sí lo sabía, eso sí lo entendía. Pero ni sabía cómo, ni tenía fuerzas para encontrar el cómo ni tenía idea de qué sería ese como que le reconcomía y le comía la capacidad de imaginar, de buscar, de encontrar…
Pero quería un cambio. Lo necesitaba. Lo deseaba con todas sus fuerzas.
 Y, mientras, nada podía hacer.
La impotencia le dominaba, le indignaba… pero nada podía hacer.
¡Quería un cambio!
Y una mañana, en el aseo matinal, mirándose al espejo se preguntó: ¿Quién es ése?:
Quien le devolvía la mirada en el espejo, no era él.
¿Le había dado la vida una oportunidad?


MAN

jueves, 31 de julio de 2014

Recuerdos

Algo penetró el silencio y sus ojos se quedaron congelados un instante.
De repente, todos sus recuerdos habían regresado.
Se apresuró a escribirlos con la firme convicción de jamás volver a olvidarlos; sus ojos se llenaron de lágrimas a medida que miles de imágenes llegaban a su cabeza, su mano no se cansaba de escribir, estaba decidida a no olvidar.
El papel se empapó de llanto y las letras comenzaron a tornarse en manchas. Suspiró para continuar su tarea, pero lo había olvidado, y la mancha negra en su papel también lo había hecho.


Elizabeth Cuartas Fernández

martes, 29 de julio de 2014

La inspiración

En un pueblo pobre colgado del techo, estrellado por arriba y por abajo, magullado a porrillo de este a oeste por meteoritos, estalactitas, estalagmitas y más que nada por reyertas de reyes retrecheros y casquivanos, bellacos y vergajos, de esos jayanes impenitentes que arman jaleo y luego de armarlo dejan que sus vasallos, los más miserables, los que no tienen pernada que ofrecer se despellejen y tasajeen por mor de sus joputas haciendas y conveniencias, allí, en ese pueblo inclinado y más exactamente en la calle más tenebrosa de su arrabal mi tío Chucho Segundo comenzó a graznar, a despachar parábolas y metáforas a diestra y a siniestra, muy bien sazonadas las condenadas, eso no se le puede quitar, a aventar odas y sonetos para embrujar y reclutar en su grey a La Bartola y a La Maricastaña, a lanzar pedradas en pleno ojo al usurero y al matutero, a despedir discursos y peroratas, qué cuento de peroratas, puñaladas traperas al rabino y al arzobispo, al poder político y al poder eclesiástico, qué Chucho tan machucho y tan imponente era mi tío, nuestro predicador, magullado y magullador al mismo tiempo, estrellado y estrellador, que aunque segundo, no se conformaba con arengar, al cabo era obligatorio encender la mecha, en la mezquita o en el tablado, en fiesta pagana o en fiesta de guardar.
Dicen sus seguidores, los del Twitter y los de a pie, que en ese pueblo empinado, en fiesta de San Juan, bailando el merengue y el chucu-chucu Segundo conoció a aquella deidad tan flaca y tan Titicaca que le quitó el resuello para siempre. Por ella y para ella se dejó de monsergas y de graznidos. Por ella y para ella y para que le pareciera aunque él pereciera, dibujó las Líneas de Nazca. Dicen los hocicones que vienen diciendo desde atrás que las trazó inspirándose en cada pliegue secreto del hueco de su culo, el de la Titicaca, moreno, untuoso y apetitoso, libre de magulladuras de meteoritos, estalactitas y estalagmitas. Y lo mejor, sin derecho de pernada y libre también de empréstitos de usureros, joputas y matuteros.

Madame Fritanga
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