viernes, 14 de marzo de 2014

Entomología

El profesor sujetó con delicadeza el espécimen que iba a preparar y lo observó con ojo experto.
—Hola, amiguito. No te preocupes, no te dolerá.
“Y pensar que en tiempos remotos vosotros colmabais la Tierra” —pensó filosófico—. “En fin, supongo que tuvisteis vuestra oportunidad como especie... La evolución es caprichosa.”
La luz que entraba por la ventana del laboratorio se iba tiñendo de ocre. El profesor se levantó y, desperezándose, se dirigió a la salida. De camino se detuvo ante la urna de las larvas. Estaban inquietas. Tomó de un estante una caja y sacó de ella unos cuantos viejos juguetes que depositó   junto a las criaturas.
Enderezó la etiqueta adherida al vidrio: “Homo Sapiens, caucásico, 3 años”.   Eran unos ejemplares espléndidos.
Satisfecho, desplegó las enormes alas y voló zumbando hacia la cúpula, que ya se deslizaba en su cavidad dejando ver el cielo de la tarde.


Canfango

jueves, 13 de marzo de 2014

Los héroes del pasado

Hoy me he pasado por la oscura cueva en la que se esconden los viejos e incomprendidos héroes del pasado.
Apestando a abandono, con grasientas barbas y bocas desdentadas, me salieron al paso cientos de ellos, suplicándome algo de comer. Y es que ahí, en la oscura cueva, se alimentan como pueden de insectos y piedras concienzudamente trituradas.
¡Quién diría que en su momento fueron el aliento de la civilización y de aquel futuro que ahora es presente…!
Quizá mañana les lleve algo de pan y un par de revistas.

Fernando Fernández-Gil Domingo

miércoles, 12 de marzo de 2014

El mal de sobrevivir con dignidad al fracaso

Mi particular situación de permanente fracaso no ha conseguido cambiar a ninguno de mis hábitos conocidos; dicho de otro modo, a un servidor el fracaso no le ha cambiado en nada, sigo siendo lo que siempre he sido un auténtico fracasado ambulante. Lo digo sin envidia y por supuesto sin rencor, lo digo igual que lo siento, con la claridad que soy capaz de enfatizar, usando los términos, definiciones, connotaciones e incluso menosprecios que la palabra fracaso incorpora en sí misma.  // Fracaso: frustrarse o no tener éxito alguno, entrar en pérdida, en caída libre, con estrépito, rompimiento y en total desasosiego // Soy lo que se dice un perfecto fracasado, un tipo gris sin notoriedad que ni siquiera tiene la remota esperanza de poder alcanzar un reconocimiento mínimo, ni la sutil y lejana insinuación de un aliento o el beneficio de la palmada en la espalda por la lucha que a diario sostiene con la hoja en blanco. Mis novelas aparte de a mi no interesan a nadie —las cartas de las editoriales acompañando los manuscritos rehusados están llenas de amables palabras, buenos augurios y absoluto desinterés—. Mi obra literaria duerme el sueño de la indiferencia atrapada en unas tapas verdes (las puse de ese color por lo de la esperanza), la triste expectativa de los ilusos que confían en poder alumbrar un texto suficiente, una historia capaz de trastocar la situación de persistente olvido. Pienso que no sería pedir mucho sí digo que me gustaría tener un poco de éxito, sólo una porción reducida suficiente para poder ir tirando con mi minúscula ración de logro. Incluso estaría satisfecho con un reconocimiento limitado al ámbito de la escalera vecinal —una repercusión superior sé que no me conviene— no podría ni sabría afrontarla ni por supuesto administrarla. Aspiro a poco: sería feliz con ser leído por alguien más que no fuese yo.

Ramón Freixenete Estol

rfreixenetestol.blogspot.com

martes, 11 de marzo de 2014

Los orígenes de la semana

Había un jeque que tenía seis esposas.
La primera era ciega de un ojo, la segunda era coja, a la tercera le faltaba una mano. A la cuarta le faltaba una oreja, la quinta tenía un solo orificio nasal. La sexta era manca.
Un día conoció a una mujer joven y hermosa, con unos ojos tan profundos como el mar y la voz suave como las olas que acunan los marineros.
Él decidió hacerla su esposa. Desafortunadamente, la séptima esposa sólo tenía una mitad de su cerebro. Ella era hermosa, pero increíblemente estúpida, incapaz de cualquier comportamiento razonable.
El jeque, muy enfadado, sacó la cimitarra y le cortó la cabeza, y luego la hizo momificar, para preservar al menos el recuerdo de su belleza perfecta.
Desde entonces, el jeque pasaba todas las noches - a su vez - con cada una de las seis esposas, pero la séptima noche se iba a orar, junto al mar, por que las olas le traigan un día la esposa perfecta.
Así fue que dio origen a la semana, con un día de cada siete dedicado para la oración.

Alberto Arecchi

En el bus

En el preciso instante en el que el hombre iba a abordar el autobús, la mujer, que estaba sentada en la segunda fila, estornudó, expulsando una flemática masa de verdes tonalidades desde su nariz, la cual fue a dar directamente a la calva nuca del incipiente pasajero, quien a estas alturas ya se encontraba delante del conductor.
El hombre no alcanzó a darse por aludido y, tras pagar su billete, se sentó al lado de la mujer. Ella, afligida, no encontró mejor manera de sofocar su culpa y compensar el daño producido (sin tener que pasar por el bochorno de delatarse) que tomar la mano derecha del hombre y meterla entre sus piernas. El hombre, sorprendido, intentó retirar su extremidad, pero la mujer, habiendo previsto tal situación, lo impidió con decisión. Él la miró con cara inquisitiva y ella asintió sonriendo, cerrando sus ojos e inclinando la cabeza.
La mujer era joven y exuberante. El hombre, viejo y demacrado. Pero éste comenzó a manipular tan hábilmente el cuerpo de la mujer, que ésta cayó en impensado éxtasis. Durante ocho paradas más se amaron apasionadamente -a su peculiar manera-, hasta que el hombre reconoció su destino final y procedió a bajarse, sin ni siquiera despedirse. Seguramente no sospechó los estragos que su inédita técnica amatoria había causado en la mujer, y de lo que estaría dispuesta a hacer si él se lo hubiera sugerido.
Ella siguió a bordo del bus hasta el final del recorrido, con una triste sonrisa en el rostro. El hombre que le había dado el mayor placer de su vida se había ido para siempre, pero con un recuerdo suyo en la cabeza.

Matías Pardo Mateos “Matihuelo”

lunes, 10 de marzo de 2014

La canción de Matadragones

El caballero vestía su mejor armadura, el metal centelleaba mecido por el galope del corcel. La espada de acero templado descansaba en la funda, siempre a la siniestra para deshacer ofensas y perjurios. En el brazo derecho portaba un gran escudo circular con el blasón de la casa: un basilisco multicolor sostenido por un lecho de cráneos. El solo caía a plomo y la armadura se estaba convirtiendo en un horno. A la sombra de un sauce desmontó. Se deshizo de la armadura, dio forraje al caballo y comió queso y bollos. Gracias al pellejo de vino, dulce maridaje de los alimentos, un suave sopor invadió al caballero. Respiración acompasada, sueños de gloria y fortuna. Una sacudida lo arrojó por los aires. Aterrizó a diez varas de la montura y las armas. El dragón ya daba cuenta del caballo, se lo tragó de tres bocados. Sin espada y parcialmente desnudo el caballero salió corriendo. El dragón olfateo el miedo, chilló y remontó el vuelo. Seis amplios movimientos de las alas del dragón fueron suficientes para darle alcance. La columna de fuego y humo envolvió al caballero. Con la carne y huesos chamuscados el dragón estaba satisfecho. La silueta alada se perdió entre las nubes. Un bardo contempló la escena del banquete apenas oculto por una roca. Afinó su lira y comenzó a cantar:
Bello caballero de bruñida armadura,
Matadragones, reparador de sueños.
 Cumple mi sueño y por piedad,
no seas pasto de dragones…


Sergio Fabián Salinas Sixtos

domingo, 9 de marzo de 2014

Palencia: esclusas del Canal



Esta ruta consiste en darnos una vuelta por los alrededores de Palencia para observar una buena colección de esclusas del Canal de Castilla. Aprovecharemos, de paso, para visitar la ciudad, que bien merece un tranquilo paseo, y terminaremos en el pueblo de Ampudia, que nos sorprenderá por sus numerosos encantos.

     Para ponernos en situación, diremos que el Canal de Castilla es una impresionante obra hidráulica inacabada del siglo XVIII, cuyo objetivo era trasladar productos agrícolas desde el norte de la provincia de Palencia hasta el sur, mediante un cauce artificial navegable.

     Este canal parte de Alar de Rey, cerca de la comarca del Alto Campoo, de donde toma las aguas del río Pisuerga, y baja hacia el sur hasta las inmediaciones de Palencia, donde se divide en dos ramales: el que baja a Medina de Ríoseco, llamado Ramal de Campos; y el que pasa por Palencia y acaba en Valladolid, llamado Ramal Sur.

     En el siglo XX, con la aparición de las carreteras y los vehículos a motor, el Canal fue perdiendo la utilidad para la que fue construido, pero actualmente sigue cumpliendo una magnífica labor de abastecimiento de agua a la población y de regadío para los cultivos, y está declarado Bien de Interés Cultural. Además, en algunos tramos, se pueden dar paseos en barcos de recreo.
    
Doble esclusa de Grijota
Dicho todo esto, nos vamos a centrar en el método empleado para salvar los desniveles del Canal, y poder así hacerlo navegable. Me estoy refiriendo a las esclusas, que son una especie de bañeras de piedra situadas en los saltos de agua, las cuales, con el barco dentro, mediante un sistema de compuertas y conductos de agua, serán llenadas o vaciadas, elevando o descendiendo el mismo según proceda.

     En los alrededores de Palencia podemos ver un buen número de estas curiosas construcciones de ingeniería hidráulica. Muchas de ellas tienen paneles explicativos, y también hay que decir que algunas están bien señalizadas, y otras no tanto. Hay que tener en cuenta que unas están bien visibles, junto a las carreteras, pero para llegar a otras hay que andar un poco por caminos o sendas. Cada una se la conoce con un número de orden desde el inicio del Canal en Alar de Rey.

     Empezamos el recorrido en Grijota, pueblo cercano a Palencia, donde, junto al casco urbano, saliendo hacia la capital, veremos las esclusas 28 y 29. El alto "escalón" que aquí forma el Canal hizo necesaria la construcción de dos juntas.

     Siguiendo el curso del agua por carreteras paralelas llegamos a la antigua fábrica de harinas "La Treinta", donde se encuentra la esclusa del mismo número.

     Ya entrando en Palencia veremos la 31 y la 32 y, aguas abajo, en Villamuriel de Cerrato, la 33 primeramente, y pasado el pueblo, el conjunto más espectacular de esta zona: la 34, 35 y 36 juntas. No perdérselo.
    
Catedral de San Antolín
Una vez terminado este recorrido por las esclusas, hacemos parada y fonda en Palencia, ciudad que nos sorprenderá gratamente.

     Situada a orillas del río Carrión, que no mucho más abajo vierte sus aguas en el Pisuerga, cuenta con un interesante  patrimonio monumental, encabezado por la catedral de San Antolín, patrón de la ciudad, construida sobre una cripta prerrománica que es una auténtica joya.

     La calle Mayor es larguísima, con soportales y arquitectura modernista, que contrasta con la Plaza Mayor, de aspecto más rústico. Parece la plaza de un pueblo y no de una capital, lo que le da un toque encantador.
    
Puentecillas
Vamos a destacar dos iglesias: la de Nuestra Señora de la Calle, preciosa por dentro, con un extraordinario retablo mayor barroco donde se encuentra la imagen de la patrona de la ciudad; y la de San Miguel, que tiene un impresionante torreón fortificado.

    Cerca de ésta última encontramos el río Carrión, con sus bonitas y arregladas orillas. El parque "La Isla" está en una zona rodeada por las aguas del río por un lado, y por un canal artificial para abastecimiento de un molino por el otro.

     Destacar también tres de los puentes que cruzan el Carrión: el Puente de Hierro, con su estructura típica de primeros del siglo XX; el Puente Mayor, con buenos sillares de piedra y contrafuertes; y el Puentecillas, el más antiguo, de origen romano, y el más rústico y encantador.
    
Cristo del Otero
Conviene visitar también el Parque de la Huerta de Guadián donde, además de ver sus cuidados jardínes, podremos contemplar la espléndida ermita románica de San Juan Bautista, que fue trasladada desde Villanueva del Río Pisuerga, pueblo del norte de la provincia, antes de que fuera anegado por las aguas de un embalse nuevo.
  
A las afueras de  Palencia hay dos cosas más que no debemos perdernos. Una es el Cristo del Otero, situado sobre un alto cerro desde el que tenemos preciosas panorámicas de toda la ciudad. Allí veremos la impresionante imagen de más de 20 metros de altura del Sagrado Corazón, obra del escultor palentino Victorio Macho, y que es una de las estampas más célebres de la ciudad. También veremos la ermita que hay a sus pies, y un museo con obras del artista.
    
Castillo de Ampudia
La otra, en el lado opuesto, a unos cinco kilómetros por carretera, es el Monte El Viejo. Se trata de una amplia meseta cubierta de bosques de encina y pinar, atravesada de caminos, idónea para pasear y practicar footing o bicicleta. Cuenta con canchas polideportivas, piscina, restaurante y hasta un pequeño mini-zoo donde podremos ver corzos en estado de semilibertad. Además hay un mirador con espléndidas vistas de la ciudad y de los valles de los ríos Carrión y Pisuerga, que confluyen en esta zona. Todo ello hace de este monte un lugar precioso de ocio en plena naturaleza muy frecuentado por los palentinos.
    
Nos dirigimos ahora al pueblo de Ampudia, situado a unos 30 kilómetros al suroeste de Palencia. Antes de llegar pasaremos por el Monasterio Cisterciense de Nuestra Señora de Alconada, con su magnífica iglesia.
    
Ampudia. Calle Mayor
Una vez en el pueblo, podemos empezar visitando la colegiata de San Miguel, impresionante por fuera, con su altísimo y bonito torreón, y preciosa por dentro.

     Dando un paseo por el pueblo, recorremos la bellísima calle Mayor, muy larga y toda llena de soportales. Una de las calles de pueblo más bonitas que he visto.

     Para acabar subimos al castillo, grande y bien conservado, con buenos torreones de planta cuadrada. En el interior, en las dependencias anexas al patio, podemos ver una excelente colección de arte y antiguedades, además del resto del edificio, Torre del Homenaje, salas, adarves, etc. También tenemos buenas vistas del pueblo y de toda la zona.

     Y aquí ponemos punto y final a esta ruta por la  Castilla profunda, esa que siempre nos sorprende aunque no lo esperemos.

                   Saludos

                                                                                          EL RURAL
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