viernes, 12 de junio de 2015

A ropa que hay poca...

Como la existencia tiene mucha retranca y esto de ser humano es un jodido carrusel de subir cuestas hormonales y bajar pendientes racionales, para acabar llegando al mismo punto, la mitad de las veces sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar los cien mil euros, resulta que aprendes tanto o más de los que te defraudan que de los que te quieren. Ahora toca lo de la serie de la tele, vivir en tiempos revueltos, y acabo cada jornada con la sensación de estar protagonizando uno de esos programas de supervivencia, en los que cuelas el agua sucia con un calcetín más sucio aún, el menú del día son escarabajos peloteros y te limpias el ojal con unas hojas de palma. Aparcas los proyectos, aunque no puedas dejar de proyectar, te mueves lo menos posible para no consumir energía y te quedas dormido sin querer dormirte, porque te vence el cansancio. Se diría que estás permanentemente haciendo saltos al hiperespacio a la velocidad de la luz, y que el paisaje son esas líneas brillantes que las estrellas dibujan cuando el Halcón Milenario acelera a tope. Lo que no me esperaba de mí mismo a estas alturas, todo canas y pérdida de masa muscular, era la capacidad de dar siempre un paso más, echar adelante el pie sin destino previsto, sin plan preconcebido, sin paneles indicadores, sin pancarta de meta a la vista y sin título de transporte válido. Ahora que todos andan inquietos porque llega el fin del mundo, porque se acaban los recursos, porque vienen los rojos, porque nos invaden los radicales religiosos, nos acomete el Fondo Monetario Internacional y Matías Prats no hace más que insistir, me sorprendo a mí mismo corriendo por la playa de Omaha, mientras silban las balas, con la única determinación de sobrevivir. Y, sin embargo, siento que siento y pienso que pienso. Todo confuso, atropellado, pero real.
Tal vez sea cierto eso que dicen los gurús de la autoayuda de que los cambios son oportunidades. O tal vez sea la última esperanza de un animalillo aterrado que corre porque su cerebro le repite que es lo único que puede hacer.

En cualquier caso, voy a pedir otra cerveza.  
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