sábado, 23 de febrero de 2013

Sábado, 23 de febrero de 2013


"Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría es tiempo de hacer una pausa y reflexionar. "

Mark Twain

viernes, 22 de febrero de 2013

Paisajes Desde el Tren 3– Otros Contrastes (frío y calor).


     He vuelto a llegar pronto a la estación, el banco protestón no va a volverse a quejar, ni ningún otro, puesto que no pienso sentarme. El Sol está hoy radiante, anunciando una primavera no tan lejana, e invita a quedarse de pie para bañarse en sus rayos. Me quedo así, de pie, me quito el abrigo y me dejo abrazar por el calor. La luz es intensa, pues las nubes se han ido a dormir dejando que la claridad invada todos los rincones. Dejo que la luz y el calor me llenen de energía, de vida. Es una sensación extraña de vitalidad y a la vez de relajación. No hay problemas, no hay prisa, no hay nada, sólo luz y calor, el Sol y yo.

     El encanto se rompe cuando mi tren aparece desde el horizonte. Es otro tren de dos pisos, esta vez voy al piso de abajo y busco un sito al lado de la ventana, está difícil porque el tren está casi lleno, pero al fin encuentro sito en un banco de dos plazas, me siento y me fijo en la temperatura del termómetro de mi vagón: marca veinte grados.

     Vamos pasando por las principales estaciones de Madrid, se las ve grandes y cuidadas, todas tienen multitud de vías que se cruzan, varios andenes y mucho movimiento de pasajeros. A medida que vamos saliendo de la ciudad, se van haciendo más pequeñas, más descuidadas y el tren va perdiendo pasajeros.

     Estamos llegando a la sierra y el Sol sigue con toda su intensidad, al fondo, una cadena de montañas nevadas nos indica que seguimos en invierno. La nieve me ciega por unos momentos y tengo que retirar la vista. La fijo en elementos más cercanos del paisaje y veo, debajo de árboles y arbustos, motas blancas de nieve que se ha negado a derretirse, en los badenes la nieve se agolpa en grupos más compactos. Salvo esos pequeños detalles cualquiera diría que el invierno ha quedado lejos…, y no es así.

     Mi estación es pequeña, apenas un apeadero con una pequeña caseta, sólo un andén largo y una sola vía. Cuando me bajo he de dejar que el tren pase para cruzar la vía.

     Después del trabajo hago el mismo trayecto a la inversa. Es noche cerrada y he vuelto a llegar pronto a la estación. Me toca esperar. Estoy aterido de frío. Me ajusto el cuello del abrigo, me pongo los guantes y la bufanda y, para tratar de calentarme, recorro el andén de arriba abajo una y otra vez. Algún resquicio en los guantes deja pasar el aire gélido y noto los dedos helados, la parte de la cabeza que no cubre la bufanda también se resiente del frío... ¡Por Dios! ¡Que venga pronto el tren!…

     Esperar al aire libre con este frío es un infierno. Cuatro o cinco minutos después llega el tren y por fin respiro tranquilo. Subo, me siento de nuevo al lado de la ventana y compruebo la temperatura: un grado. Cuando mi cuerpo se ha templado, me quito el abrigo, los guantes y la bufanda. Estoy solo en el vagón y empiezo a desvariar: ¿y si me pongo a bailar? ¿y si me pongo a cantar?..., el frío me ha debido afectar a la cabeza. Por fin recupero la cordura y miro por la ventana. Fuera sólo hay una oscuridad engañada por las luces de los pueblos por los que pasamos y por las estaciones en las que paramos…

     ¿Puede hacer frío y calor a la vez? ¿Pueden convivir la luz y la oscuridad? ¿Puede una persona estar sola y acompañada a la vez? ¿Puede alguien estar a la vez cuerdo y loco? ¿Pueden la crueldad y la bondad convivir? ¿Puede…?

 Eduardo Martínez Sotillos

jueves, 21 de febrero de 2013

Jueves, 21 de febrero de 2013


Ves cosas y dices "¿Por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?"

George Bernard Shaw

miércoles, 20 de febrero de 2013

Herodes

Si hay un hombre que ha pasado a la historia con mala prensa, es Herodes. Lo fácil es pensar que era un desalmado asesino de niños y un rey maniático y dominado por la superstición. Pero tal vez no fue así.

De entrada, dicen las enciclopedias que era idumeo. Pudiendo ser pacense, malagueño o de Talavera de la Reina, va y nace idumeo, con la rima tan malísima que tiene. Después, Julio César, no el jugador de fútbol, un Emperador romano del año de la tana, le nombró Procurador de Judea. Más rima para los malhablados.

Para colmo le hicieron Rey, que en aquella época debía ser como hacerle a uno ahora Presidente de una Diputación Provincial, el amo del cotarro. Aunque no parece que sus administrados le tomaran muy en serio: se hizo internacional la expresión “Te jodes, como Herodes”, lo que da idea del nivel de fraude fiscal y de la chirigota con que se asumían sus dictados.

Un profesor suyo le dijo una vez que iba para ejecutivo. Pero, por una mala traducción del translator idumeo-inglés de google, o por un cierto grado de dislexia o porque planificó su futuro una noche que volvió a casa con una castaña como un General de División, interpretó que ejecutivo era el que ejecutaba. Cuando el chico entendió que aquello era su verdadera vocación, se puso a ello con una pasión envidiable. Ejecutó a  Antígono II, Aristóbulo II, Aristóbulo III (que empiezas a degollar Aristóbulos y pierdes la cuenta), a su mujer Marianma, a su suegra, a sus hijos Aristóbulo (si le coges manía a un nombre…), Alejandro y Antipater. 

Y lo malo de estas cosas es que son como el arrascarse, que uno sabe cuando empiezan pero no cuando acaban y, ya con el calentón, cuenta el Evangelio que ejecutó a todos los niños menores de dos años de Belén en la sospecha de que uno de ellos sería el Rey de los judíos. Por más que yo coincida Mel Brooks cuando decía aquello de “Is good to be king”, con la edad que tenía ya el bueno de Herodes, para cuando alguno de los de dos años pudiera hacerle la competencia, él llevaría ya dos o tres quinquenios dedicado a la cría de la malva.

Lo que me hace reflexionar. Si la matanza se produjo en Navidades… ¿no será que el hombre ya no aguantaba más los villancicos desafinados y los petardos de las narices? A ver si Herodes era, en el fondo otra víctima de la alegría desmedida del vecindario…

martes, 19 de febrero de 2013

Venga, vamos...

Ha llegado a su barrio el relatero: se glosan relatos sobre sillas, sillones, butacas, mecedoras, descalzadoras y toda clase de historias que tenga usted a mano…Directamente de fábrica y a precios sin competencia…”

¡Vamos, que se nos pasa el arroz! ¡Qué quedan quince días! ¡Venga, a escribir!

¡Vamos, que nos vamos!



Martes, 19 de febrero de 2013


"La suerte es la sonrisa de lo desconocido."

Etienne Rey

lunes, 18 de febrero de 2013

Paisajes desde el tren 2- Contrastes


Estoy esperando el tren sentado en aquel banco protestón. No debería salir tan pronto de casa, porque hoy me ha sobrado mucho tiempo y hace frío, tanto que, cosa rara, ha vuelto a nevar en Madrid. Intento leer, pero este frío me tiene tan atontado que el libro no me dice nada, decido guardarlo en la mochila hasta que recupere la voz.

Para un tren en mi vía, pero no es el mío; se trata de un cercanías de dos pisos, lo miro de frente y veo un chico más bien bajito, con gafas, entradas, el pelo muy corto y muy abrigado, que me observa desde la ventanilla con curiosidad. Tardo unos instantes en darme cuenta que soy yo. Bueno, no soy yo, yo soy el que está sentado en el banco..., el que me mira desde la ventanilla del tren es mi reflejo, ¿por qué me mirará? El tren se va y se lleva mi reflejo a un destino distinto del mío, cuando le vea mañana le pediré que me cuente lo que ha hecho mientras hemos estado separados ...

Por fin llega mi tren. Es otro tren de dos pisos, decido subir la pequeña escalera que me lleva al piso superior para así parecer más alto. Desde aquí se ve todo mejor, a mi izquierda un solar plano preparado para ser construido, con las calles trazadas y las farolas puestas. En un lado del solar y hacia el fondo, se eleva una colina de la que sale humo. El paisaje discurre hacia atrás y cruzamos por encima de varias autopistas, veo a mi derecha la M30 colapsada en los dos sentidos, a la izquierda las vías se multiplican por arte de magia y se cruzan unas con otras; algunas se separan trazando una gran curva antes de llegar a la estación y se pierden en el horizonte, otra se desvía a un lado y se mete en un túnel que pasa por debajo de nuestro tren, varias llevan a vías muertas preparadas para una frenada de emergencia...

Dentro del tren una chica muy guapa charla animadamente con una muy fea. Un señor gordo duerme al lado de una chica muy flaca que va oyendo música. Un chico que apesta a perfume y otro que no conoce el jabón pasan a mi lado y se sientan en la parte de atrás. Una señora mayor lleva una maleta llena de objetos, un hombre con aspecto de árabe sólo lleva en su cara los recuerdos. Una persona solitaria y pensativa lleva la sonrisa puesta, otra persona solitaria y pensativa lleva la mala leche a cuestas. Una bella chica negra está sentada al lado de un cuarentón rubio de ojos claros...

Me quedo dormido unos instantes y, cuando despierto, estamos llegando a la estación de Pitis. Una carretera va paralela a la vía del tren a gran altura sobre una loma. A la izquierda, una ciudad de chabolas y, detrás de ellas, un bosque de adosados formando parte del mismo paisaje. El contraste llama la atención, y más al observar que varios hombres de mísero aspecto buscan entre una montaña de escombros algo para sobrevivir a su miseria. ¿Qué pensarán los de los adosados al ver las chabolas? ¿Qué pensarán los chabolistas al ver los adosados? ¿Pueden estar tan cerca y a la vez tan lejos los que viven y los que sólo sobreviven?

Se me antoja como una metáfora de la vida, en la que cada cosa tiene sentido sólo por la existencia de su contraste, es el contraste lo que sostiene el mundo. No existe el blanco sin el negro, la cara sin la cruz, el amor sin el desamor, la vida sin la muerte, la bondad sin la maldad, el futuro sin el pasado...

 Eduardo Martínez Sotillos
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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.