domingo, 24 de junio de 2018

TRES DÍAS EN ALICANTE 1/6

     Vamos a hacer un paréntesis en nuestras habituales rutas por tierras de interior para hacer una incursión por el litoral, donde también encontramos hermosos lugares, que además tienen ese aliciente que a todos nos atrae como es el mar. Concretamente, nos desplazamos a Alicante para pasar allí tres días bien delimitados en la agenda: uno para conocer la ciudad, otro para visitar Isla Tabarca y el último para ver el castillo de Santa Bárbara.

     PRIMER DÍA: LA CIUDAD. Nos situamos en la parte interior de ésta, junto al castillo de San Fernando, un baluarte artillero del siglo XIX construido para defender la ciudad de ataques provenientes de tierra adentro durante la Guerra de la Independencia contra la invasión francesa. Tiene altos y gruesos muros y se accede al interior por un antiguo puente colgante que salva un profundo foso. Hoy está arreglado a modo de parque-mirador, aprovechando las buenas vistas que nos ofrece de toda la ciudad y el mar.

     Por detrás del castillo se extiende una amplísima área de parques e instalaciones deportivas de todo tipo, donde sobresalen por su altura los graderíos y torretas eléctricas del Estadio José Rico Pérez.

     Cerca del castillo de San Fernando está la Plaza de Santa Teresa, un precioso parque donde se ubica el Panteón de Quijano, un alto obelisco homenaje de la ciudad a este gobernador de la provincia en el siglo XIX.

     En las faldas del cerro donde está castillo de Santa Bárbara (al que todavía no vamos a subir) se encuentra el Parque de la Ereta, que es el pinar que lo rodea, donde hay fuentes, miradores, un auditorio y restaurante con vistas. Vienen indicados también varios senderos que discurren bajo el castillo, ofreciéndonos distintas perspectivas del mismo y, a la vez, buenas vistas. De éste parte un largo tramo de muralla que desciende hacia la ciudad, al cual podemos subirnos y recorrer todo su adarve, siempre con magníficas panorámicas.

     Precisamente desde la parte más baja de la muralla tenemos entrada al barrio de Santa Cruz, conjunto de casitas blancas adornadas con tiestos en estrechas y empinadas callejuelas, con coquetas plazas y plazuelas, que bien pasaría por uno de los pueblos blancos de cualquier serranía andaluza. Pasear por sus calles es una gozada y un baño de relajación. Además, su situación elevada entre el castillo y el resto de la ciudad nos regala hermosas vistas, como por ejemplo desde el mirador que hay junto a la ermita de Santa Cruz, la cual alberga un Cristo de gran devoción que procesiona en Semana Santa. Otra ermita que encontramos es la de San Roque, templo con paredes color salmón y una torre con cerramiento piramidal.


Muralla del Castillo


Mirador de Santa Cruz



SALUDOS

EL RURAL

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