martes, 22 de febrero de 2022

El espejo oblicuo


El espejo oblicuo es una recopilación de cuentos en su edición definitiva. Relatos breves e intensos, como un beso, o un puñetazo.

El espejo oblicuo – Napo Pérez Farinós

Editorial Círculo Rojo – 160 páginas

Disponible en:

- Editorial Círculo Rojo:

https://editorialcirculorojo.com/el-espejo-oblicuo/

- Amazon (versión en papel y electrónica):

https://www.amazon.es/espejo-oblicuo-Napo-P%C3%A9rez-Farin%C3%B3s/dp/8411156214/ref=sr_1_1?crid=1MY86G9MGAF7K&keywords=el+espejo+oblicuo&qid=1645524170&sprefix=el+espejo+o%2Caps%2C170&sr=8-1

- El Corte Inglés:

https://www.elcorteingles.es/libros/A42696926-el-espejo-oblicuo-tapa-blanda/

- CC Libros:

https://libros.cc/El-espejo-oblicuo.htm

O contacta directamente con el autor. Envío gratuito, y versión electrónica de regalo: pereznapo@gmail.com



 



sábado, 1 de enero de 2022

 

Como es primero de enero y estoy muy ocurrente, ahí os dejo tres definiciones de la felicidad de tres pensadores distintos, para que cada uno se decante por la que más le guste.

 

Decía don Emmanuel Kant, razón pura criticada de por medio, que “la felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.” ¿Es mayor la felicidad que imaginamos que la que sentimos? ¿Alcanzar algo lo hace menos deseable?

El filósofo chino Lao Tzu, con esa natural tendencia de los orientales a buscar el equilibrio interior, dice que “si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estas viviendo el presente”. ¿Es posible, ni aún siquiera de manera inconsciente, no retrotraer el pensamiento y vincularlo a la experiencia, ni proyectarlo al futuro como la fantasía de “lo que será” en el preciso instante que la felicidad nos embarga?

Para Freud, el del diván, la felicidad se presenta como resultado de satisfacer necesidades acumuladas, que han alcanzado un nivel elevado de tensión y solo es posible hablar de ella como un episodio instantáneo y pasajero. ¿Satisfecha la necesidad, finiquitada la felicidad, pues?

 

Ya sé que preguntar cosas como estas no se hace un día de Año Nuevo, en plena resaca. Pero, tal vez, mi felicidad pase por un puntito de sadismo...

A ser felices…

martes, 21 de diciembre de 2021

 

De todas las secuelas de la pandemia, la peor sin duda son las ausencias. Después, la cronificación de síntomas, eso que llaman “covid persistente”. Luego el miedo, que no se va.  Y después está la pérdida del gusto. No por los sabores, que eso, en la mayoría de los casos, dura unos días. La pérdida del gusto por la vida.

Suprimido el ruido de fondo de lo social, resultó terrible enfrentarse a la realidad individual tan solo con tu caja de herramientas mental, soñar con atravesar el espejo como Alicia y que el espejo se obstine en devolverte testarudamente la imagen de la soledad vacía. Hibernar a la espera de que regrese la primavera y encontrar que la primavera se ha ido para siempre, porque, quien sabe, quizá nunca existió más que en la imaginación. Descubrir que mientras eras uno de los esclavos del coro de Nabucco, nada te impedía pensar que cantabas como un ángel. Pero, convertido forzosamente en el barítono, la verdad es que no tienes voz, no tienes oído y no tienes posibilidades de cambiar esa situación. Percatarte de que no sabes nada y no te quedan ni tiempo ni ganas de aprender.

La proyección era que, restablecida una cierta normalidad, la vida volvería a ser lo que era y encontrarías refugio en el bullicio. Pero la algarabía se ha convertido en tinnitus, ya no se traduce por alegría. Se transforma en un zumbido constante, molesto, ensordecedor. Las palabras se han vuelto sonidos sin armonía, fonemas inconexos que se ensamblan como por azar. Y las caras parecen haber olvidado el lenguaje de los gestos, de tanto esconderse tras las mascarillas, y, quizá por eso, las miradas se han desgastado y ya no tienen fuerza.

El invierno está llegando, decían unos personajes de novela. Debe ser verdad. Lo que no explicaron es que el invierno estaba llegando desde la primavera anterior. Y que solo es primavera en la inocencia, y que la inocencia se perdió con el primer beso. Todo lo demás hay que inventárselo, si se es capaz.

Le explico todo esto a Audrey, mi perra, y sus ojos me dicen que me deje de gilipolleces, que la primavera llega cuando le arrasco detrás de las orejas y cuando compartimos las galletas. Es de suponer que la Naturaleza es perversamente sabia y por eso los perros no se toman la molestia de padecer el coronavirus, que bastante tienen con padecernos y compadecernos a nosotros.

viernes, 17 de diciembre de 2021


Como tengo a los polluelos ya revoloteando, me da por pensar en eso que los psicólogos del desarrollo denominan, entre otras zarandajas, el “síndrome del nido vacío”. Parece ser lo que les pasa a los progenitores cuando los hijos se van de casa y que desorienta y confunde y deprime. Aunque también, de mi cosecha, añadiría que desde que los cachorros se hacen adultos y siguen en casa desorientan, confunden y deprimen por lo menos lo mismo. A priori, creo que es otra demostración de que, como dice mi admirado Fernando de Castro, el cerebro es un atraso y solo sirve para enredar. Esto, en realidad, es el síndrome de Estocolmo, pero con secuestradores emocionales, que es más jodido. Los hijos nos tiramos décadas dando por culo, marcando agendas, llenando el tiempo de nuestros ascendientes de obligaciones y cuitas y protestando de paso por su incomprensión. Y no nos vamos nunca, en realidad. Porque ser padre es el oficio más difícil del mundo y, como decía el mío, “es estar preocupado por vosotros hasta que me muera”.

Otro asunto que también se ha instalado en el ideario psicológico o pseudopsicológico colectivo el “fobismo”. Una cosa es la hidrofobia, que va asociada a la infección vírica de la rabia y es un síntoma puramente biológico, o la claustrofobia, la fobia social o la agorafobia, que son patologías mentales perversas por un mal funcionamiento de la almendra, y otra cosa es la homofobia, la gordofobia, la hobofobia y demás fobias de naturaleza sociocultural. Pero en el “totum revolutum” de esta civilización de la información desinformada, parece que todo tiene la misma entidad. Esta progresión del fobismo a mi me parece un poco torticera, que a algunos les renta más que las acciones de Endesa, porque de toda la vida ha habido gordos y homosexuales y vagabundos y viejos y hasta bajitos como yo. Y cualquier característica individual ha servido de chascarrillo. Verbigracia, a mi algunos de mis amigos me llaman “el enano barbudo” y mis actuales compañeros “el viejo gruñón…y tan a gusto. Y el fanegas de mi cole respondía a las iniciales P.V., para evitar demandas, jugaba muy bien al fútbol, sudaba como un pollo y se ponía colorado como un tomate con cualquier esfuerzo. Y le queríamos porque era muy buena gente. Pienso que cuando el común de los mortales utiliza en tono despectivo una característica personal no se debe a esa particularidad, sino al desprecio, asco o ira que provoca el carácter o las actitudes de esa persona, y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Mi padre lo llamaría tener manía y a correr. A lo otro lo llamaría ser mala persona, lo que ahora diríamos patológico y que no es sino odiar específicamente por un rasgo a todos los que lo comparten. Eso ya es una forma de psicopatía, y hay que hacérselo mirar. Desgraciadamente, eso cuesta dinero, me permito añadir…

A lo que estaba… Seguro que también habrá paternofobia y filifobia, y fobias innominadas que irán surgiendo en el ámbito familiar. Igual nos hemos vuelto todos gilifílicos y amamos las gilipolleces, que también pudiera ser. El caso es que hay progenitores que odian a sus vástagos y sucesores que detestan a sus antecesores. Como toda la vida de Dios, en ocasiones con razón y en ocasiones sin ella. No hay problema. A no tardar mucho surgirá algún sesudo estudioso de la Universidad de Rascanalgas del Condado, que proliferan mucho más las universidades que los níscalos, que elaborará una compleja teoría sobre el tema. Y medios de comunicación y asociaciones de defensa de lo que sea que lo “visibilizarán”, verbo que, por deformación profesional supongo, siempre me evoca luces de emergencia y chalecos amarillos en una carretera secundaria sin iluminar. Aunque igual esto de las redes, los periodismos ideologizados y los tertulianos fanático-vociferantes no es sino un puerto de montaña con un asfaltado estrecho y en un paraje oscuro y apartado.

Por último, y por no cansar, están los psicólogos de la madurez, que enfatizan las bondades de la sabiduría viejuna y lo satisfactorio que es ser conscientes del legado que dejas. Cosas que se desarrollarán, imagino, en el espacio de tiempo que transcurre entre dejar el nido vacío, que te vacíen el nido y la cuenta corriente ya de paso, y la crianza de malvas. Con todos mis respetos, cambio la poca sabiduría que haya podido alcanzar a estas alturas por pasear sin la puta faja ortopédica, por dormir ocho horas de tirón roncando como un jabalí berraco en celo primaveral y por digerir el cocido sin más sobresaltos que los gaseosos, y eso sin entrar en más detalles por no dar lástima…

Por más que se empeñen en hacer experimentos y metaanálisis, esa psicología popular del refranero siempre acaba por parecerme más acertada. O tal vez, con el paso del tiempo, va ganando valor como las antigüedades. Aunque también me da que algunos investigadores de la psicología deberían ir al psicólogo, porque son gente que trata de explicar cualquier angustia en términos científicos por el procedimiento de encajarlos a capón en sus opiniones, y, sobre todo, dejando su impronta, como cuando los perros se mean en el árbol o cuando el personaje de Morgan Freeman en “Cadena perpetua” graba a punta de navaja que estuvo en el mismo cuartucho que Brooks. Pero será el precio que hay que pagar por el avance en el conocimiento, y, si lo que se descubre sirve para algo, bienvenidas sean las inyecciones de autoestima.

Esto no es más que otro delirio, que quede claro, por el que me disculpo. Los psicólogos de trinchera merecen todo el respeto del mundo. En una sociedad deshumanizada y alejada de lo esencial, hacen el papel de padre, de madre, de hermano, de médico de cabecera, de amigo de bar y de cura de parroquia rural. El hecho de que tengamos enfermedades de rico, que los que tienen que buscar de comer cada día no tienen tiempo para depresiones, no hace que dejen de ser enfermedades. Hacen falta, y hacen falta muchos más a tenor de las cifras, porque traducen la bioquímica a román paladino y, como modernos chamanes, devuelven la esperanza a los desesperanzados.  Lamentablemente, que hubiese los necesarios también cuesta dinero…

 

En fin, remato afirmando que yo tengo la suerte de no necesitarlos, porque cuando no sé para donde tirar, busco en el disco duro las entradas que empiezan por “Hijo…” y siempre encuentro una respuesta. Mi padre no era un elfo ni un psicólogo, era un señor bajito con bigote. Y de pocas palabras. Pero sabía lo que es la vida. Y lo corta que se hace. Allá donde ande, le pido perdón por el nido vacío, por el nido lleno, por creerme más listo que él y por si alguna vez no le di un beso o no le dije que le quería.

 

Se os quiere, por cierto. El besuqueo lo dejaremos para después de la pandemia.

 

 

 Feliz Navidad y esas cosas...


 

sábado, 16 de octubre de 2021

Posición de tiro, de Ramón Rodríguez

 


“Posición de tiro” es la primera novela del director y guionista cinematográfico Ramón Rodríguez, de origen asturiano y afincado en Bustarviejo (Madrid).

Ya había escrito Rodríguez numerosos guiones y el libro sobre cine “Sjöstrom no es un mueble de IKEA” (bajo el pseudónimo de Javier Boltaña, T&B editores, 2015), y el salto a la novela lo ha dado con un thriller que aborda un tema inquietante: los asesinos profesionales. Sabemos que existen, pero no nos imaginamos cómo son. Ramón Rodríguez nos permite introducirnos en la piel, vida y pensamientos de un asesino a sueldo en un atractivo formato de diario para revelarnos algo aterrador: que pueden ser personas aparentemente normales que a través de diferentes tapaderas camuflan su actividad. El libro no da respiro a la acción, y va preparando de manera creciente una situación asfixiante que engancha al lector, con un realismo que nos deja sin aliento y nos hará pensar si marcharnos de vacaciones en verano.

Como es esperable conociendo la trayectoria de su autor la novela contiene muchas referencias cinéfilas (La ventana indiscreta, Casablanca, Fargo, y más) y literarias (con un guiño al cuento Emma Zunz de Borges). “Posición de tiro” es todo un descubrimiento en el género negro nacional, original y altamente recomendable.

Posición de tiro

Ramón Rodríguez

Autoedición, 2020, 268 páginas

Disponible en Amazon (9,99 € versión impresa y 2,99 € versión electrónica):

https://www.amazon.es/Posici%C3%B3n-tiro-Ram%C3%B3n-Rodr%C3%ADguez/dp/B086PRLXLK/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=


martes, 5 de octubre de 2021

Fonda de la confianza


 

No es la confianza algo de lo que andemos muy sobrados en estos tiempos de distancia social, fake news y política-basura, en los que las redes sociales y las relaciones virtuales suplantan a las verdaderas relaciones.

Por eso es importante celebrar lo real, y pocas cosas más reales que sentarse en torno a una mesa con gente querida en un lugar estimulante. Como la Fonda de la confianza, que abre sus puertas para traer, a decir de sus gestores, "una cocina de oficio, sabrosa y reconocible pero actualizada bajo una visión contemporánea del comer clásico de Madrid". Y es que detrás de la Fonda de la confianza hay un equipo de primer nivel, con trayectoria, prestigio, ilusión y vocación, que garantiza que la experiencia de comer se va a tornar en un placer. Con la falta que nos hace.

También da confianza leer la carta, equilibrada, personal y original, que combina escabeches, arroces, guisos y otros platos fuertes, con la opción en muchos de sus platos de optar por la media ración. Al lado de una buena pitanza, que no falte una buena botella del que Don Pío Baroja decía que era el mejor camarada para el camino. Una carta de vinos adecuada a cada gusto y elección. Y para prolongar el disfrute (que diría el anuncio de geles de placer) nos proponen una carta de cócteles variados con vinos generosos de Jerez.

En definitiva, celebremos la llegada de la Fonda de la confianza, celebrar, confiar y disfrutar. Valores seguros.

Fonda de la confianza

Calle del Gral. Gallegos, 1, 28036 Madrid

91 561 33 65

info@fondalaconfianza.com

https://www.fondalaconfianza.com/

miércoles, 9 de junio de 2021

Primer Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”

 


LA CITA

 Él

La cita ha sido un desastre.

Es más guapa en persona que en las fotos y me ha parecido simpática.

Y el caso es que al principio todo ha ido bien: nos hemos saludado cordialmente con un par de besos y nuestras miradas se han encontrado. Pero luego, en el bar…

Creo que no le he gustado nada, nada en absoluto. Rehuía mi mirada, no hablaba, no sonreía y ni siquiera abría la boca.

¿Pero qué es lo que no le ha gustado? ¿Mi ropa?, ¿mi altura?, ¿mi aliento? No lo sé, pero ha sido algo. Está claro que soy un desastre y jamás tendré una relación en condiciones.

 

Ella

Ya es mala suerte, con lo que me gustaba… En la primera cerveza me he tragado el diente.


Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.