miércoles, 23 de noviembre de 2011

La cerradura


Se acercó a la cerradura, guiñó el ojo derecho y miró con el izquierdo a través de ella.
La casa había sido testigo de grandes acontecimientos en tiempos pasados, revoluciones, crímenes, pasiones. Era un caserón de piedra, de planta cuadrada con dos pisos. Las ventanas, pequeñas, acompañando la austeridad de toda la edificación. El blasón de la familia coronaba la puerta de madera, tachonada de clavos, con un llamador en forma de cabeza de dragón que hacía pensarse dos veces golpearlo. Y la cerradura. Era tan grande que casi se podía meter un dedo, y cuando la llave no estaba puesta por dentro se veía desde el exterior un punto de luz que ejercía un magnetismo al que era difícil resistirse. Muchos niños habían cosechado un tirón de orejas al ser sorprendidos buscando algún suceso extraordinario.
El paso de los años hizo de la casa un montón de ruinas, se hundieron los techos y los sólidos muros descendieron hasta el suelo. Sólo la puerta quedaba en pie, rodeada de unas cuantas piedras. Aunque podía entrar por cualquier otro lugar, ese chico aún sentía la emoción de lo prohibido al mirar por la cerradura, como si toda la magia de la casa aún permaneciese en su interior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.