domingo, 7 de octubre de 2012

El Hamman Hispanomusulmán

Nos encontramos ante una construcción en piedra y ladrillos de muros gruesos para evitar la pérdida de calor y de aspecto rechoncho. De planta casi cuadrangular, está dividida en diferentes habitaciones de formas rectangulares y cuadradas, cubiertas con bóvedas de medio cañón corrido y cúpulas vaídas, destacando una gran cúpula esférica sustentada sobre pechinas en la sala central. Tanto las bóvedas como las cúpulas tienen unos orificios estrellados llamados luceras que sirven para ventilar las estancias y para crear ambientes interiores, más o menos, acogedores. Según parece las luceras estaban provistas de unos cristales traslúcidos de colores o ahumados que, al colocarlos sobre el orificio, permitía el paso de la luz con diferentes colores dando al interior la claridad y tonalidad deseadas.

Hablamos del hammam hispanomusulmán del siglo XI ubicado en la plaza de Santa Luisa de Marillac en el casco antiguo de Jaén. Estos baños públicos árabes de época califal y taifa, estuvieron ocultos, por lo menos desde el siglo XVI, debajo del palacio que el conde de Villardompando se construyó en dicho lugar, hasta que a principios del siglo XX debido a una ampliación del palacio son descubiertos. Actualmente forman parte de la oferta cultural que ofrece el Centro de Cultura Palacio de Villardompando dependiente de la Diputación Provincial de Jaén.

Se accede a este hamman de barrio por una puerta en codo y descendiendo unos pequeños escalones para situarnos en la cota de la antigua calle árabe. La primera sala es un vestíbulo, identificable con el Apoliterium romano y conocido en árabe como Bayt-almaslai. Es una habitación alargada en cuyos extremos hay dos pequeñas alcobas separadas por arcos de herradura apeados sobre medias columnas empotradas provistas de capiteles y cimacios pero sin basa. El suelo era de mármol de Macael, el hallazgo de un fragmento posibilitó su identificación, las paredes debían tener decoración sobre enlucido con motivos geométricos de color rojizo, como lo atestiguan los restos que se conservan en un extremo, la cubierta es una bóveda de cañón corrido de ladrillo con 18 luceras. Fue usada esta sala como vestuario por lo que además de los dos nichos que flanquean la entrada y que probablemente fueran algún tipo de armarios, hay que imaginársela con todo el mobiliario propio como bancos, estanterías, perchas, etc...

A la segunda habitación se pasa por una puerta adintelada, presentando  la misma forma que la anterior. Es la fría o Bayt-albarid, equivalente al frigidarium romano. Algo más pequeña, también en sus extremos tiene sendas alcobas o aljamías de planta cuadrada, separadas por arcos de herradura. Se diferencia del vestíbulo en que la cubierta es mixta, siendo abovedada de medio cañón corrido en la parte central y de cúpulas vaídas en los extremos, con sus respectivas luceras. El suelo también era de mármol blanco y, al igual que en el vestíbulo, se inclina en dos planos simétricos hacia el centro donde un pequeño canal debía recoger el agua residual producto del vapor acumulado sobre techos y paredes. Esta sala fría era como la preparación hacia la salida, una vez que la persona ha pasado por las siguientes. El cuerpo había que adaptarlo y prepararlo para el ambiente del exterior. Posiblemente estuviera dotada de esteras y cojines para el descanso y se sirvieran líquidos azucarados y refrigerios con el fin de recuperar sales. También es posible que hubiese funcionarios del hamman dedicados a dar masajes relajadores.

Como en las anteriores, en la siguiente estancia se entra  por un vano adintelado. Esta es diferente, es más grande y cuadrada presentando en su lado derecho un espacio longitudinal separado por dos arcos de herradura sustentados por una columna central, y que en sus extremos hay sendas alcobas. Conocida como sala templada o Bayt-alwastani  hermana del tempidarium romano, la sala encierra un cuadrado central cubierto por una cúpula esférica de ladrillo con cinco luceras, la cuál, se encuentra apoyada en pechinas que descansan sobre ocho arcos de herradura, también de ladrillo, soportados por columnas con capitel y cimacio, pero sin basa. Los capiteles de todo el hamman son copias exactas de los originales, de orden compuesto con hojas de acanto lisas o pencas y volutas sin espiral. Los cimacios son, en algunos casos, cruciformes.  El suelo de esta gran sala no era de mármol sino de losetas de arcilla, material muy propicio para la retención del calor. La cubierta, aparte de la cúpula de pechinas central, se organiza en bóvedas de medio cañón corrido para los espacios longitudinales y de cúpulas vaídas para las aljamías y esquinas, contando en total con 51 luceras. Presenta en sus muros una novedad con respecto a las anteriores, y es un sistema interno de tuberías por donde pasa el aire caliente que sale al exterior por tres chimeneas. Aunque en su parte central se observa una construcción en sillares de forma cuadrada semejante a una piscina, hay que decir que en los baños árabes la inmersión en el agua no se practicaba. Este elemento es posterior a época musulmana, seguramente fue una pila de la tenería que posteriormente instalaron los cristianos sobre el siglo XVI. El uso pues, de la sala era el de paso intermedio entre la sala fría y la caliente y entre la caliente y la fría. Tal vez por eso su tamaño es mayor, pues recogía a los que entraban y a los que salían, dando el tiempo suficiente para preparar el cuerpo de los clientes a otras temperaturas.

En la pared izquierda se abre la entrada a la última de las habitaciones, la cuarta del hamman conocida como sala caliente o Bayt al-Saium, el caldarium romano. Su cercanía al horno y al sistema de hypocausi, suelo hueco que flota sobre pequeños pilares de ladrillos trocopiramidales por donde circula el aire caliente procedente del horno, calentando todo el piso de losetas de arcilla de la sala, hace de esta el lugar donde se realiza la función principal del baño árabe, la sudoración. Tiene la nave dos huecos en el muro frontal, uno de ellos se abocinado donde se ubicaba la caldera que generaba el vapor caliente de agua y el otro contiene una pila de agua fría usada para verter sobre el suelo de arcilla caliente provocando vapor justo donde el usuario lo deseaba. Las cubiertas siguen la tónica de las anteriores, bóveda de medio cañón corrido en la parte central con 15 luceras y dos cúpulas vaídas en los extremos con cinco luceras cada una.

Aunque claramente es una obra andalusí, la influencia romano-bizantina es indudable. El orden y función de las salas, la utilización técnica de las bóvedas y cúpulas que permiten un mejor reparto de la temperatura, los sistemas de desagüe y de distribución del aire caliente demuestran una vez más como el Islam asimiló elementos arquitectónicos en edificios públicos. Pero sobre todo, es el uso de costumbres sociales lo que en este caso se plantea siguiendo la tradición romana y bizantina, los árabes adaptaron el rito del baño a sus leyes y preceptos coránicos. El Estado Omeya vio en esta costumbre una forma de integración social, si bien, el uso interno que hace el Islam del baño es más pragmático que funcional. La limpieza corporal obligatoria se considera como un aspecto espiritual, es precisamente la función doctrinal  que se le otorgó al hamman como paso previo al sermón del viernes (jutba) en la mezquita, lo que vinculó definitivamente la acción social del baño con la práctica religiosa y en consecuencia un elemento más hacía el  camino para la consolidación teocrática del Estado.


                                                                                                        el Andalusí

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