martes, 4 de diciembre de 2012

La obsolescencia programada


En el parque de bomberos de Livermore, California, hay una bombilla que lleva encendida 110 años de forma ininterrumpida. El segundo coche de mi padre va camino de los 50 años, y mi primer teléfono móvil aún funciona.

¿Por qué las bombillas de mi casa pegan un petardazo y las tengo que cambiar cada poco tiempo, un coche a los 10 años es prácticamente una tartana y los móviles se cascan en menos de una legislatura? ¿Nunca oyó que las cintas de vídeo caducaban, y a los 10 años dejaban de verse?
¿No ha pensado nunca aquello de 'las cosas duraban más antes'? ¿Y no se ha preguntado nunca por qué, con los avances tecnológicos cada vez más impresionantes, los objetos, en especial los aparatuquis, tienen una vida demasiado corta?

Esta cuestión gira en torno al concepto denominado 'obsolescencia programada'. Podría ser el título de una película de los hermanos Coen o Wachowski, pero no. La obsolescencia programada consiste en fabricar productos con intención de que tengan una duración limitada, no de que resistan el mayor tiempo posible. Esto, desde el punto de vista del consumidor es algo extraño, pues uno siempre piensa que las cosas duren mucho, sin embargo la o.p. (que también es casi una marca de productos de higiene íntima femenina) se emplea por los fabricantes como un método para asegurarse, por ejemplo, de que una lavadora pete en unos 8 años como promedio, un televisor se vea de color verde antes de que pasen dos olimpiadas o un teléfono ni siquiera se encienda cuando casi no hemos aprendido a usarlo del todo.

Los humanos somos una buena muestra de obsolescencia programada; si antes no hemos sucumbido víctimas de alguna toxicomanía, accidente de tranvía o de una sobredosis de telebasura, al llegar a una edad provecta nuestro mecanismo echa el cierre, y a otra cosa.

Pero todo esto me hace pensar en si la o.p. no podría tener algunas aplicaciones de lo más prácticas. Por ejemplo, los políticos. ¿No estaría bien que nuestros queridos representantes, pasado un tiempo prudencial y de forma automática, se volvieran inútiles? Bueno, en realidad eso ya lo parecen desde el principio; me refiero a que podría ser que cuando un político llevase un tiempo máximo en su cargo, directamente quedase anulado para seguir ejerciendo, sin necesidad de elecciones, y sin riesgo de que él mismo se considerase tan imprescindible que sufriese la tentación de repetir. Lo malo es que algún listo inventaría algún tipo de sistema de reciclaje por el que los políticos obsoletos tuviesen algún retiro cómodo y bien remunerado. Tengo la sensación de que esto ya existe, me parece que el europarlamento es algo así, y los eurodiputados son políticos que han llegado a su obsolescencia y ya que no sirven para nada se lo llevan crudo en Bruselas. Mejor sería que reventasen, como las lavadoras.Y digo yo, ¿las agencias de rating no tendrán caducidad??

Lo que representa un ejemplo claro de obsolescencia programada es el amor. Al principio es todo lustroso, brillante, como un coche nuevo, con una línea moderna, y da gusto conducirlo. Pero según vas haciendo kilómetros, va perdiendo reprise, brío, la tapicería se desgasta, y cuando llega a un determinado tiempo de vida útil, se acabó; y vete a pedirle la garantía al fabricante. Esto es también aplicable al sexo, por supuesto, el aparato tiene su vida útil y luego no sirve para nada, al menos el masculino. Cuando después de un gatillazo ella dice '¿pero qué te pasa hoy?', es una respuesta razonable 'cariño, es la obsolescencia programada'. Ahí hay que hacer algún apaño, quizás con alguna reparación pueda estirarse (con perdón) la vida útil, por la cuenta que nos tiene.

A lo que voy es a que la obsolescencia programada no es más que la aplicación a la tecnología de lo que es en realidad la vida: las cosas se gastan, y hay que aprovecharlas antes de que se fundan, como las bombillas. Es decir, hay que usar los aparatos mientras funcionen. Hasta el mejor vino se estropea si se guarda demasiado tiempo, por eso hay que soplárselo en cuanto se tenga una ocasión adecuada, que puede ser, por ejemplo, que es martes, o que ha dejado de llover. Y si no le gusta el vino, una buena cerveza sirve igual, pero no la deje mucho rato, que se le va la espuma. Como decía Joan Manuel, 'no dosifiques los placeres, si puedes derróchalos'.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo!
    Muy buena relexión...aunque a veces uno quiere y no hay con quién,cómo ni donde,jajaja!
    Saludos!!!!

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