domingo, 9 de diciembre de 2012

Medina Zahara

A pocos kilómetros, al oeste de Córdoba, en un lugar donde el borde montañoso de Sierra Morena se pierde en la campiña, justo donde la sierra toma contacto con el valle, se encuentran las ruinas de lo que pudo ser y  fue el entramado urbano de una ciudad que los arqueólogos identificaron como Madinat-al-Zahra, (ciudad brillantísima)  que el califa Abd-al-Rahman III dedicó a su favorita.

La instauración del Califato cordobés implicó entre otras cosas la aparición de un nuevo modelo oficial en la arquitectura andalusí, formando parte de un nuevo programa de ostentación adecuado a la dignidad y status del jefe de Estado. Madinat-al-Zahra es pues la representación arquitectónica del nuevo estado omeya, suponiendo una nueva concepción en las relaciones del líder con la población, el dirigente se retira, se aleja a una ciudad palatina aislándose de la ciudadanía.

Abd-al-Rahman III buscó, para su ubicación, un lugar desde donde exponer la imagen de su califato con una gradación jerárquica siguiendo la tradición islámica oriental que vinculaba a los soberanos con la construcción de grandes núcleos urbanos. No obstante, la localización no dista de Córdoba teniendo muy buena comunicación y acceso entre ambas, pues la capital del Estado seguía siendo ésta. Este proyecto califal no es novedoso, tiene su precedente en el modelo de ciudad palatina, administrativa y áulica de la Samarra abbasi en oriente, aunque en el caso cordobés no se encuentre junto a un río. Se construye aprovechando la falda de una colina disponiéndola en terrazas artificiales marcando claramente una jerarquización del espacio.

De planta rectangular y con una superficie aproximada de 112 hectáreas, su organización urbanística en torno a un eje norte-sur, exceptuando la Mezquita aljama y los oratorios menores, que como es lógico en el Islam lo hacen hacia la Meca, presenta edificios principales construidos con sillares aparejados a soga y tizón y cubiertos con enlucido de estuco o con mármoles, dependiendo de su importancia. Se aprecia el intento de su constructor de imbricar arquitectura con naturaleza cobrando especial relevancia los jardines frente a las portadas de algunas edificaciones. Son jardines de raigambre y simbología sasánida, denominados de crucero, que presentan, o lo pretenden, las cuatro partes del mundo.

La mayor parte excavada es el núcleo correspondiente al Alcázar, el cual está dividido en dos sectores casi paralelos, el sector oficial a oriente y el residencial o privado a occidente, estableciendo una separación de espacios muy clara. Estuvo dotada la ciudad de toda una infraestructura viaria, hidráulica y de abastecimiento perceptibles hoy día en los restos arqueológicos, ofreciéndonos la imagen de una urbe relativamente autónoma.

Madinat-al-Zahra no tuvo una vida muy larga, fue fundada en 936 cobrando rápidamente gran actividad, con el traslado a ella de la administración estatal. Las fuentes documentan que en 941 se terminó la Mezquita, la Ceca se puso en marcha entre 947-948 y, tanto su patrocinador Abd-al-Rahman III como su hijo y sucesor Al-Hakam II, impulsaron el poblamiento privado en la medina alentando la edificación con desgravaciones fiscales. Pero a la muerte de este último, Al-Mansur el Hayib del nuevo califa Hisham II, y verdadero hombre fuerte de todo el Estado, trasladó la administración a Córdoba utilizando la piedra, como si de una cantera se tratara, para la construcción de otra ciudad por él ideada. Poco a poco la brillantísima urbe fue perdiendo importancia, agravándose con el deterioro y el expolio de materiales que sufrió desde ese momento.

La desintegración del califato a partir de 1013 por las guerras civiles (Fitna) junto al saqueo y el olvido explica la ocultación de la mítica ciudad. Fue a final del siglo XIX cuando se identifican las ruinas de Córdoba la Vieja con las de la ciudad califal, comenzando las excavaciones a principios del XX.

Son varios los aspectos que hay que destacar además de los ya mencionados. La jerarquización de los espacios importantes, como ejemplo la casa del califa (Dar-al-Mulk) situada en la parte más elevada. El sistema de control y los dispositivos de seguridad con la interrupción periódica de las calles en rampa y colocando puertas que al cerrarse forman estancos aislados. La colosal arquería de la puerta del Estado (Bab al-Sudda), verdadero telón escenográfico, su construcción solo es explicable dentro de la magnificencia con la que el soberano quiso impregnar su ciudad. Se trata de una arquería monumental que sin embargo presenta una decoración muy simple, solo las clásicas dovelas de enlucidos bicromados en piedra blanca alternada con ladrillo rojo, siendo todos los arcos de medio punto escarzados excepto el central que es de herradura.  En el lado norte, más o menos en el centro de la muralla de sillares, se abre un acceso que conecta el camino pavimentado procedente de Córdoba con el mismo palacio. La Puerta Norte, como es conocida, es un acceso en recodo utilizado ya con frecuencia en la arquitectura militar islámica como sistema eficaz de defensa y control de paso al interior. Conviene mencionar que la muralla dispone en su interior de contrafuertes y en su exterior de torres rectangulares que hacen la misma función de los contrafuertes, además de la de vigilancia exterior.

Entre los magníficos edificios existentes dos sobresalen por su grandiosidad arquitectónica y por su función estatal. La Mezquita Aljama es uno de ellos, se eleva sobre una plataforma artificial en la terraza inferior donde las gentes de la medina tienen fácil el llegar a ella. Se encuentra extramuros del Alcázar porque es un espacio compartido entre la familia real, la aristocracia y las gentes del pueblo, pues la función doctrinal de un estado fuerte así lo requería. De planta rectangular y orientada al sureste se observan en las ruinas dos partes bien diferenciadas una de ellas era el patio con galería porticada en todos sus lados excepto en la fachada del oratorio. Este mismo espacio presenta en la entrada los restos del que fuera el alminar de planta cuadrada al exterior y octogonal al interior. La otra, el oratorio, de planta basilical de cinco naves separadas por arquerías de arcos de herradura perpendiculares al muro de la quibla, según las fuentes. Este muro, al igual que el de Córdoba, era doble, permitiendo un pasadizo reservado al uso exclusivo del califa para llegar a la maqsura desde el jardín alto del palacio, desde donde partía un sabat cubierto y descendente hasta un puente que salvaba el desnivel antes de introducirse en la Mezquita. Es la repetición protocolaria y de seguridad personal del príncipe que ya se efectuaba en la capital omeya y de tradición oriental sasánida, donde el alejamiento del pueblo le dotaba de cierto aire místico y divino.

El segundo edificio en cuestión constituye, sin duda, el espacio más cualificado y simbólico de todo el conjunto arqueológico. Se trata del conocido como el Salón Rico del Abd-al-Rahman III, excavado y reconstruido por Félix Hernández entre la década de los cuarenta y la de los setenta, debiéndose el nombre a su extraordinaria decoración. De planta basilical de tres naves longitudinales, siendo la central la principal, están separadas por dos baterías de arcos de herradura califales. Es aquí, según Antonio Vallejo, donde se formalizan las características del arco califal, trasdós peraltado, despiece de dovelas a la línea de imposta y sobre todo decoración asociada siempre a esa especie de envoltorio que es el alfiz. Las naves presentan al fondo, en sus cabeceras, arcos ciegos representando el de la nave central a imitación de un mihrab. Es en este lugar donde se ubicaba el califa en su estrado rodeado de los miembros de su familia y séquito gubernativo cuando recibía las embajadas o en los actos festivos y protocolarios. Estamos hablando pues de un espacio público dedicado a las recepciones y a las audiencias. Dos características son fundamentales en la técnica decorativa utilizada. La basada en la talla sobre piedra distinta a los paramentos y pegada después a ellos como una segunda piel  y la nueva variedad de arco de herradura, ya comentado. En cuanto al programa decorativo de este salón también es significativo, el árbol de la vida con todos sus motivos vegetales era común en la arquitectura abbasi, señalándonos una muestra de que la realidad del califato oriental no estaba muy lejos en el califato occidental cordobés. Se completa el edificio con dos naves laterales, una a cada lado, dedicadas a usos secundarios pero necesarios como el almacenaje de toda la panoplia protocolaria, o para el descanso (alcoba) entre acto y acto de los miembros de la familia real. Siempre antes de la construcción de las habitaciones anexas que en el lado oriental se edificaron para este fin. Concluye la organización del salón un pórtico de entrada perpendicular a las naves a imagen de un iwan o nártex, y que sería copiado en futuras edificaciones palaciales islámicas como el Salón del Yeso de Sevilla o el de Comares en la Alhambra granadina.  

El Andalusí


1 comentario:

  1. Medina Azahara, qué maravilla. Y toda Córdoba.
    Hay que ir...

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