miércoles, 23 de enero de 2013

Miedo


Arthur era un joven carpintero que vivía solo y al que le gustaba su trabajo haciendo muebles de madera para sus vecinos, aunque con lo que realmente disfrutaba era cuando tallaba figuras de madera, ya que en ese momento sentía una gran PAZ y LIBERTAD que le invadían. Por una extraña razón, que ni el mismo llegaba a comprender, guardaba todas y cada una de las figuras que tallaba. Nunca le enseñó a nadie su trabajo más amado.
A principios de verano se celebraba la fiesta anual para recibir la nueva estación. Desde que había perdido a sus padres, Arthur no había vuelto a asistir, le dolía demasiado su ausencia. Pero esa noche sintió la necesidad de ir y compartir esa fiesta con sus vecinos y especialmente con Elisabeth la mujer más hermosa que conocía. Había música y la gente cantaba y reía sin parar. Pensó que no debía haber ido, ya que la SOLEDAD se sentó a su lado mientras cenaba. Al levantar su mirada, reparó en la presencia de Elisabeth, ¡era tan hermosa! y ¡se la veía tan FELIZ!. Mientras cenaba sus miradas se encontraron en varias ocasiones, pero como siempre que esto sucedía Arthur la apartaba, debido a que le provocaba demasiado MIEDO lo que sentía en su interior. Comenzó el baile y observó a Elizabeth que baliaba sin cesar, estaba RADIANTE, y él se sentía tan PEQUEÑO, que en ese momento decidió abandonar la fiesta.
Siguió el camino del bosque, caminaba apresurado porque no le gustaba mucho andar por allí en la oscuridad de la noche, pero era el más directo a su casa. Notó que algo le observaba, y el MIEDO que siempre andaba cerca, le invadió. Empezó a caminar más y más deprisa. De repente escuchó unas pisadas y se apresuró a correr, con tan mala suerte que tropezó con una rama que sobresalía de un árbol y cayó al río. Arthur que no sabía nadar notaba cómo se hundía y después de un rato luchando por flotar le atrapó el silencio y una intensa calma, y dejó que esas sensaciones tan agradables fluyeran en su interior.
Elisabeth era testigo de toda la escena sin poder hacer nada por él, ya que ella tampoco sabía nadar. Corrió desconsoladamente sin rumbo, hasta que llegó a la cabaña de Arthur y allí pudo admirar toda su obra. Fue entonces cuando se dio cuenta de todo el AMOR que había en él y al que ella no había podido llegar. No sabía cuánto tiempo llevaba allí llorando, cuando oyó unas pisadas y un jadeo, que la pusieron alerta. En ese momento vio como la puerta se abría. Arthur estaba allí de pie, empapado y tiritando de frío, al verla, corrió a abrazarla y al hacerlo se dio cuenta que el MIEDO esa noche se ahogó en el río. Por fin encontró al verdadero Arthur, el mismo que aparecía cada vez que tallaba una de sus creaciones, pero esta vez ya no volvería a irse, porque el espacio vacío que había dejado el MIEDO, lo llenó Elisabeth para SIEMPRE.

HOLLY

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