lunes, 20 de mayo de 2013

Y llovía


Y llovía. Lluvia. Pequeñas gotas de agua golpeando mi cristal. Y yo seguía allí sentado, esperando. Esperando pero sin saber bien a qué. Las gotas de agua seguían rebotando contra el cristal, pero yo parecía ajeno a todo ello. No tenían ningún tipo de importancia para mí.
Aquella fría sala rebosaba sentimientos. Lámparas tristes. Sofás apenados. La moqueta parecía ser la única feliz exceptuando la cama. La cama, ¿qué decir de la cama? La cama me miraba. Yo la miraba a ella. No hacía falta que hablásemos, pero nos entendíamos a la perfección. Fuego. Pieles ardientes en caricias, roces, sexo. Con sólo mirarla podía ver mujeres que ya se habían ido. Otras que no habían llegado aún. Podría decirse que la habitación conseguía mantenerse viva con los recuerdos de las cosas que habían pasado allí. Pero todos estábamos cansados. Yo el que más.
Es por eso que abrí el cajón de la cómoda. Estaba justo a mi derecha. A la derecha de esa butaca bipolar en la que estaba sentado. Pude oír un chirrido al abrirlo; sus quejas no me impidieron coger la pistola y hacerlo. Yo era el causante de aquel sufrimiento en la estancia. Quería acabar.
Tras el ensordecedor ruido del disparo sólo pudieron escucharse otra vez las gotas de lluvia resbalando en la ventana. Mi sangre siendo absorbida por la moqueta.
Y llovía.

Rodrigo Juez Moral

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