viernes, 25 de octubre de 2013

Corriendo por la historia

Mientras sus zapatillas pisaban aquel terreno agreste, no podía evitar que su mente lo transportase hasta épocas pretéritas, cuando el hombre apenas había comenzado a serlo. Una época en la cual aquellos cazadores habrían corrido por las mismas sendas que ahora hollaban sus pies, con la salvedad de hacerlo luchando por su propia subsistencia.
Con cada nuevo recodo del camino, era más consciente de que estaba recorriendo un lugar donde la historia había quedado escrita como en ningún otro paraje, dejando tras de sí los vestigios que ahora permitían conocer de sus costumbres, y el modo en que habían de hacer frente al difícil mundo en el que les había tocado vivir, tan sólo para perdurar.
Cada vez que un corredor lo superaba, imaginaba qué le habría ocurrido en caso de tratarse de un animal salvaje que marchaba tras él, y no de otro atleta que compartía su amor por tan esforzado deporte. Se ponía en la piel de quienes aún debían batirse a muerte contra las fuerzas de la naturaleza con el único objeto de ver nacer un día más, y se sentía afortunado.
Tras cruzar la línea de meta, ni tan siquiera detuvo su cronómetro para comprobar su marca, como hacían el resto de participantes. No, él echó hacia atrás su cabeza, dejando que el sol acariciase su rostro con sus cálidos rayos, y por un instante se sintió parte del entorno. Aquel retorno a la naturaleza le hizo comprender que pese a los muchos avances experimentados por la humanidad, el hombre seguía siendo poco más que una anécdota en la historia de nuestro planeta.


Juan José Tapia Urbano

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