viernes, 28 de febrero de 2014

¡Me voy!

Mi decisión es unívoca, y soy de una palabra, aunque luego de este ardiente verano, con las sombras del bikini, mi aspecto sea bicolor. De hecho, en la comisión tripartita en la que, jugando a democráticos, decidimos todo en la familia, no estuve de acuerdo con la prueba cuádruple, pero luego de la quinta votación, tuve que admitir que el sexto sentido no me funciona, que soy como la pobre siete, que estoy una octava por abajo y que ni en mi velorio ni en mi novena se dejará de comentar que yo no daba para completar el décimo.
Te lo digo por primera, única y última vez: el par de veces que te invité a aumentar el trío, y te negaste, noté que  el cuarteto no era lo tuyo, que tu individualidad estaba por encima de todo, que para vos la quinta de mi hermano no vale un quinto de 50 centavos, que el sextante no te funciona para encontrar rumbos que no te interesan, que la mortal septicemia que afecta a nuestra relación es preludio del divorcio —el séptimo por tu parte—, que sos mi futuro ex, que ni aún octogenario cambiarás de posición, ni en el baile ni en la cama, que no salís del sesenta y nueve, que nada te mueve ni te conmueve, siempre enfocado en el diez, como si los otros canales no existieran.  
Te movés en una sola dirección, sos un bípedo sin volante, sin brújula ni timón, y solo sos multípedo para terciar con tu hijo, que te heredó la afición y la afección, con la que a la nena y a mí nos tienen al borde de un síncope, cuando se nos meten en la cama en  la siesta de los sábados, el sexto día, no el séptimo, porque el lunes es el primero,  y ustedes nos maltratan ocho días a la semana, porque el noveno se van a pescar, a cumplir con su decálogo de hombres machistas y desconsiderados.    
Vos y yo, mejor solos cada uno, nunca fuimos un binomio armonioso, ni en la cama ni en el baile, que no salís del pasodoble y el chachachá, siempre en tu tren, con tu paso sillonero,  tu pasitrote aguilillo, con tus aires de cuatrero, sos la quintaesencia del orgullo, de la vanidad superflua, bailando ni me mirás —se nota hasta en la sexta fila—, pero estás atento a otras damas, otras flores de septiembre, que no es el séptimo ni el octavo mes, es el noveno, el de mi novena, el del fin de mi novela, que así como van las cosas, llegará esta década.
Ya sé que ni Unamuno, ni don Segundo Sombra,  ni Trifulcio el de Vargas Llosa, ni don Cuasimodo Quatrocci, ni don Quintín, ni la más sexi de La Sexta, ni la sietemachos, ni el mismo Octavio, tu sobrino,  ni las noviecitas que tenés por ahí, ni siquiera la vieja decimonónica de tu madre te podrán convencer. Cumpliste los cincuenta y yo sigo sin contar para vos.  ¡Me voy…acostumbrando y me quedo, que te quiero mucho, te adoro, para dejarte solo con tu múltiple soledad!


Acragilo Cagaroli  

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