martes, 10 de diciembre de 2019

Primer Premio del VI Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”



CARSHARING

Reconozco que no soy un gran aficionado a compartir nada, y desde ahora lo seré menos aún. Darme de alta en la aplicación fue un suplicio, y tuve que enviar hasta una radiografía de mis dientes, pero lo conseguí. Caminé varias manzanas, menos mal que esto no es Nueva York, y por fin me encontré ante mi reto tecnológico, había dos iguales, me subí en el de atrás. Leí todas las pegatinas y creí ponerlo en marcha, porque no sonaba, pero se movía. El coche tenía un olor dulzón a perfume de mujer mezclado con tabaco, parecía que hubiesen derramado un bote entero… Lo haré constar en la aplicación.
Me movía en el tráfico con la soltura que tienen los coches pequeños. Subiendo por Génova, atasco. Avanzábamos lento, los carriles se redujeron a uno, y al llegar a Alonso Martínez, control de Policía. ¡Qué pereza! Ya solo me quedaban dos. Despacio. Me mandaron al lateral, los demás siguieron. Trámites de papeleo, revisaron mis documentos y los del coche, llamaron por la emisora… ¿Podría bajar del vehículo? Me bajé y me escrutó. Después inspeccionó el coche, abrió el maletero, se giró y vomitó. Me acerqué y vomité. Se giró y me encañonó. Desde ahí todo sucedió muy rápido, los nervios, el mareo y la imagen de aquella mujer mirándome inerte, no me ayudaron a ser consciente de lo que sucedía.
Con lo que me cuesta salir bien en el fotomatón, y en comisaría me hicieron tres fotografías sin miramientos, sin dejarme posar. Miraba los dedos manchados de tinta, recordando los rotuladores del colegio, y sin parar de reclamar mi inocencia. Clara llevaba desaparecida un par de días. Sus compañeras de piso y profesión habían denunciado el hecho sin mucho éxito. Alguien de perfil parecido al mío, en un coche similar, había sido el último cliente aquella noche. Amor en riesgo de muerte por 30 euros.
El abogado de oficio, un sesentón con boquita de piñón hizo su aparición. No venía solo, le acompañaba una becaria, una pasante de todo. Les conté la historia varias veces, me preguntaron por la mujer, que si la había estrangulado con el panty, que era mejor que dijese la verdad, que todo se sabría. Después de una hora Beatriz, la asistente, me pidió que volviese a explicar cómo había sido el proceso del alquiler, otra vez, otra vez, a la cuarta se levantó y salió de la sala. Me apretaban las esposas. Esperamos un buen rato, y un poco más. Entró un oficial de policía, me soltó y me dijo que no habría ni cargos ni ficha de la detención, sin disculpas.
En la calle, la flamante abogada explicó que habían podido comprobar con mi smartphone que el alquiler del coche no se había ejecutado. Me había subido en el coche que no era. Ella, usuaria pro, se dio cuenta que no había mencionado pasos cruciales previos, como comprobar la carrocería o abrir el coche, al parecer se encienden los intermitentes. Agradezco, me despido y cojo un VTC. Al subir reconozco ese olor dulzón, el conductor se gira y me mira. Escalofríos.

Javier Nombela Olmo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.