lunes, 19 de septiembre de 2011

Los Balnearios y la madre que los parió. IV

Ya en el comedor charlamos sobre cómo nos ha ido a cada uno. Por mi parte prefiero no decirle nada de mi vestimenta y me limito a contar que a mí no me ha gustado demasiado la experiencia. Ella está encantada. Me dice que podría quedarse a vivir aquí. Primero le han untado el cuerpo con barro, tras una ducha relajante le han vuelto a untar el cuerpo con algas, después de otra ducha ha tocado untarle de chocolate. Al final ha terminado en un jacuzzi con diferentes sales de baño. Recuerdo que una noche dormí en el sofá cuando intenté untarle un poco de nata por el cuerpo. - Es que tú eres un guarro - me dice poniendo mala cara. Continuamos con la comida a base de brócoli salteado con perejil y el pescado cocido que no he podido terminar porque era de esos que se muerde la cola y al tener los ojos abiertos parece que te mira, por lo que me daba un poco de apuro.
Nos dirigimos a los vestuarios que dan paso a la sala de masajes. Esta vez si tengo la ropa adecuada. En la antesala, una vez cambiados y con el batín, estamos esperando mi mujer y yo. Se abre la puerta y aparece un tal Marcos. Se trata de un joven de no más de 30 años de más de 1,80 de estatura, muestra unos dientes blancos y brillantes al sonreír, una gran mata de pelo negro y rizado y sus músculos ocupan zonas inauditas para mí. Agarra galantemente a mi mujer por el brazo y se la lleva a una sala. Ella parece contenta aunque no puede articular palabra alguna. Se abre una segunda puerta. Es mi turno. Aparece Sandra. Tampoco parece llegar a los 30 años pero no sonríe y tiene unos músculos bastante más voluminosos que Marcos. Según la veo me entra miedo, me paralizo y si no fuera por la cantidad de fibra que he comido estos días, me entraría diarrea. Me invita a acompañarla a una sala en la que tan solo hay una camilla y tras quitarme el batín me tumbo. Tan solo acierto a decir que me duele un poco el hombro derecho por la sobrecarga de la maleta.
Esto es una tortura. Seguro que Sandra podría trabajar para la KGB si se lo plantea. Llevo diez minutos y se me caen las lágrimas como a un chiquillo. Me han retorcido los miembros superiores hasta rozar el límite natural. Lo bueno es que el dolor del hombro derecho se ha visto amortiguado por el del hombro izquierdo, el cuello y la parte superior de la espalda. Al cabo de la media hora ya no siento ni las nalgas. Sandra me ha golpeado la espalda con los cantos de las manos, con los codos y en un momento que no miraba creo que con el mango de un bastón que tiene en una esquina. Han pasado cuarenta minutos y tengo ganas de vomitar.
He vomitado. Sandra sin despeinarse tras cerca de tres cuartos de hora sacudiéndome por todo el cuerpo, se ha enfadado y me ha echado antes de terminar. Si lo sé vomito nada más entrar.
Una vez en la habitación a la que no se cómo he podido llegar y después de cenar (yo no he podido comer los espárragos con cilantro porque no podía levantar los brazos), nos tumbamos en la cama y mientras mi mujer comenta que se encuentra como nueva porque le han masajeado el cuerpo con aceites aromáticos me dice que tendríamos que repetir más a menudo esta formidable experiencia. Por mi parte, prefiero no decir nada mientras pienso en el bocadillo de mortadela con panceta que me voy a meter en cuanto llegue a casa.
FIN
Publicado por Clar Gueibol

1 comentario:

  1. La vida sana es estupenda.Hay terapias para todo: con aromas, con chocolate, con mierda de camello.Se te queda el cutis como el culo de un niño.
    Dicho esto, me voy al bar a encofrarme una de oreja y tres cañas.

    ResponderEliminar

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.