viernes, 15 de febrero de 2013

Don Nadie

Era un cero a la izquierda. No contaba para nada. Cumplía escrupulosamente con sus obligaciones, sin hacer ruido, pagaba sus impuestos, respetaba las leyes y hasta las normas sociales, pero nadie se tomó nunca la molestia de escuchar sus opiniones.

Si se dirigían a él era para reprocharle algún error o para exigirle un mayor esfuerzo, y recibía las diatribas en silencio, con una profunda sensación de vergüenza. Viajaba en vagones de metro casi vacíos, con la vista perdida en el reflejo que de su rostro anónimo le devolvían los cristales.

Lo que le gustaba de verdad era bailar. Dejarse envolver por la música y sentir como su cuerpo se agitaba con el ritmo. Bailaba alguna vez cuando se quedaba solo en casa, porque una vez, recién casado, su mujer le reprendió por perder el tiempo con esas tonterías. Seguramente si alguien hubiese podido verle bailar habría dicho que bailaba bien. Pero nunca se dio esa circunstancia.

El día que el vidrio del ventanal del metro le dejó en la retina la cara de un hombre ojeroso, con papada y de mirada bovina, llegó a su trabajo con un fuego extraño en los ojos. Descolgó de la panoplia que adornaba la recepción aquel enorme mandoble y segó las cabezas de aquellos compañeros que siempre le ignoraron y de aquellos jefes que siempre le despreciaron. Y desapareció.

El entierro fue múltiple y multitudinario. Cuando todos los asistentes se retiraron del cementerio, una sombra cruzó entre los cipreses y los mausoleos. Se subió a la lápida de la tumba del más despreciativo de aquellos muertos y bailó. Seguramente si alguien hubiese podido ver bailar a aquella sombra habría dicho que bailaba bien.

2 comentarios:

  1. EXCELENTE este cuento, con un rumor a Benedetti en el silencio despreciativo de muchas oficinas, donde uno deja de existir.
    Ni la mujer (saliendo de la luna de miel) lo tenía en cuenta.
    Me gusta la TRANSFORMACION del personaje que de DON NADIE pasa a destrozar a todos los que hirieron con su indiferencia.
    Luego de ver su aspecto de CADAVER en el vidrio del transporte que lo lleva al infierno de la oficina, DON NADIE se transforma.
    Y baila para siempre ! Un final feliz en medio de tanta sangre y vengador ANONIMO.
    ORIGINAL el cuento, muy original y DIVERTIDO a la vez !!!!!!!

    ResponderEliminar

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.