martes, 27 de agosto de 2013

Mala leche

—Alberto, te lo pido por favor, no hagas el idiota. Hoy no quiero ninguna bromita de las tuyas sobre mi hermana o mi madre, con lo de Nochebuena ya tuve suficiente…
—Qué sensibles sois… Tampoco fue para tanto.
Elena no bromeaba. Hacía tiempo que no la veía tan seria. Desde Nochebuena.
—Suegra, ¡qué bien la veo! —le dije aquella noche al llegar a su casa—. Usted no coge ni un mal resfriado con el que ilusionarse. Así no se me morirá nunca.
—¡Pero qué bromista eres Alberto! A ver, ¿y qué harías sin mí?
—Pues la verdad doña Engracia con Elena pensábamos tirar abajo el tabique que une el salón con el recibidor, así tendríamos más espacio. Y con la habitación de servicio…
—¡Alberto por Dios!
Parece ser que la cosa empeoró cuando traté, en voz alta, de mantener una conversación con mi cuñado.
—Jaime, ¿cómo tienes lo del asilo para doña Engracia? ¿Ya sabes precios?
—¡Alberto!
—Pero si fue él quien me llamó para preguntarme si estábamos de acuerdo. Me dijo que era idea de tu hermana y que ya tenían un par de sitios mirados… —mentí aunque haciéndome el ofendido.
Después de aquello, Elena tardó tres días en hablarme. Creía que así me castigaba.
El ascensor paró en la tercera planta, la de maternidad de no recuerdo qué hospital. Cruzamos un inmenso pasillo hasta la habitación número trescientos veinticuatro. Nuestra presencia provocó una orgía de abrazos y emocionados lloros entre hermanas y la inmortal doña Engracia. Cuando terminaron, mi suegra casi me asfixia chorreante de sudor, lágrimas y mocos.
Luego tocó achuchar a mi sobrina. Elena fue la primera (doña Engracia ya llevaba un par de horas traumatizando a la indefensa menor). Al rato, Elena se me acercó con un bulto en brazos, la mirada titilante y una peligrosa alteración hormonal (nunca en mi vida había pasado tanto miedo). Reconozco que al mecer a mi sobrina casi me emociono (los bebés manejan armas muy peligrosas), pero al final me vine arriba.
—Cariño, te has fijado que tu sobrina tiene patillas y bigote como tu madre y tu hermana.


Miguel Quetglas Villatoro

1 comentario:

  1. jajaja buenísimo. Cruel, divertido irónico..., las suegras son como un tumor que crece, y que al final le sale hasta pelo.

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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.