miércoles, 16 de octubre de 2013

Atacó brutalmente a una joven e hirió de gravedad a su mascota

Hace años que la conozco, ella vive, como usted  debe saber, en el departamento de al lado. Nos cruzamos cuando vamos al trabajo y, con frecuencia, cuando volvemos. En ocasiones, este encuentro ha sido  provocado. Cuando la veo  dar vuelta la esquina, entro y llamo el ascensor.
Al principio, solo una mirada. Al año siguiente un tímido- Hola- Yo, igual. Callando  lo que hubiera deseado agregar; que me ha gustado desde el primer día que la vi.
Los fines de semana, complicados ¡Sin horarios fijos! Cuando coincidían nuestras idas o venidas, la acompañaba Coky. Un rottweiler con nombre de galletita. Una bestia salvaje que no ladra, ruge como un león, y muestra unos dientes que harían honor al más feroz de los cocodrilos.
Le juro, su señoría, he tratado. He soportado sus gruñidos en el espacio reducido del ascensor con naturalidad, calculando en qué parte de mi anatomía clavaría un colmillo.
El hecho en cuestión ocurrió ayer. Ella bajaba con su adorada mascota y pensé - éste es el precio; ir hasta  planta baja  con esta fiera incontrolable- Entre el 4to y  3er piso el ascensor, milagrosamente, se detuvo. Ella comenzó a respirar con dificultad y extendió sus brazos hacia mí.
-Abrázame, tengo miedo.
¡Era el paraíso! Traté de acortar distancias, pero Coky, más veloz, se lanzó encima de mí. En su salto la arrastró a ella, que sostenía el collar. En segundos nos convertimos en un remolino de gente y perro tratando de salvar el pellejo y las apariencias. No lo logramos. Mientras esto sucedía, el ascensor volvió a funcionar. Cuando llegamos a planta baja, todavía estábamos en el suelo. Ante la mirada  atónita de los vecinos que se habían agolpado allí, tratamos de recomponernos. A ella le sangraba el labio, que se había lastimado al caer. El responsable del caos estaba inmóvil, casi asfixiado por la correa, aun enganchada entre mis piernas. Ella comenzó a gritar y a insultarme mientras yo intentaba recuperar el aliento.
Eso es todo, señor juez, ella me denunció por agresiones y aquí estoy. Ah, debo agregar algo, de verdad, adoro los perros.


Edith Montiel

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