domingo, 17 de agosto de 2014

Pequeña historia sobre la escritura y el libro

Antes de que se conociera la escritura, el hombre utilizó la narración de los hechos y de los sucesos, ya fueran verdaderos o fabulados, como vehículo de transmisión informativa. El inconveniente de este sistema era estar sujeto al error y a la deformación que el paso obligado de unos individuos a otros provocaba, haciéndolo poco fiable.

Los antecedentes del lenguaje escrito son las inscripciones en monumentos megalíticos y las pinturas rupestres. Si bien, cada cultura produce sus propios sistemas y modelos de comunicación mnemotécnicos para comunicarse y recordar las cosas. Como dice el profesor José Martínez de Souza en su obra “Pequeña Historia del Libro” no hubiera sido posible alcanzar el grado cultural actual sin la concurrencia de la escritura y el alfabeto, elementos básicos para configurar un leguaje capaz de transmitir ideas.

El desarrollo de la escritura fue un proceso lento, siendo probablemente en el país de Sumer en la Mesopotamia del tercer milenio, donde dio sus primeros pasos con la escritura cuneiforme. A lo largo del tiempo la escritura pasó por diferentes estadios, como la pictografía o de dibujos, la ideográfica que representa las ideas y la fonética.  Mención especial tiene la escritura egipcia, con sus dos ramas muy diferenciadas, la ideográfica de los jeroglíficos cuyos vocablos no son ni fonéticos ni alfabéticos, y la fonética propia. Pero es con el alfabeto fenicio cuando se inicia la progresión constante de la escritura, añadiendo los griegos las vocales. Los romanos realizaron algunas modificaciones en el latín, origen de nuestro idioma. Hay otros alfabetos usados por diversas culturas como el cirílico o el árabe, y otros que desaparecieron como el ulfilano y el gótico.

En cuanto a los tipos de letra, existen diferentes estilos y grafías que van desde la época antigua con el uso de la letra capital en el siglo III a.C., hasta el siglo XV con la aparición de la imprenta, pasando por la arcaica elegante o cuadrada, la uncial y semiuncial, la cursiva o sentada. En España son las escrituras nacionales como la visigótica, la carolina, la gótica, la libraria y la cortesana, las predominantes.

A través del tiempo los materiales escritorios más usados como soporte fueron la piedra, la madera, el papiro, el pergamino y el papel. En la Edad Antigua la arcilla, la piedra y algún metal eran soportes habituales donde se realizaban inscripciones o signos con cinceles, cañas, buriles o punzones, según el soporte. La Epigrafía es la ciencia que estudia la escritura sobre materiales duros.

En la Edad Media el uso del papiro se generaliza como ya lo estaba en Egipto, aunque van incorporándose otros materiales, como la madera en su versión de tabulaes de cera y el pergamino pasando, con el tiempo, a ser los materiales blandos los más habituales. Para escribir sobre estos las herramientas usuales eran la pluma, el cálamo y la tinta negra de resinas y orín con agua. Sobre el siglo X, en España, y en el XIII en el resto de Europa, el papel se convierte poco a poco en protagonista de toda la producción literaria de la baja Edad Media y principios de la Moderna. Aparece la Paleografía como estudio de la escritura en materiales blandos.

El padre del libro es el códice, previamente la técnica librera va superando etapas. Las series de tablillas, los rollos de papiro, las tabulae atadas, etc. dan paso a los códices, que hasta el siglo XV se hacen en papiro y pergamino. Estos primero se escribían y luego se encuadernaban en los monasterios, ya que era el clero el que monopolizaba la cultura.

En el siglo XIV comienza a generalizarse el uso del papel en Europa. Con este material como soporte se aplica la técnica china de la xilografía que consiste en rebajar de un bloque de madera los fondos del motivo o grafía, luego se entinta la madera y sobre ella se aplica directamente el papel que recibe la tinta por presión de una prensa plana. Esto dio lugar a un tipo de libro entre el códice y el futuro libro impreso, que se caracterizaba por no tener más de unas cincuenta paginas.

La revolución en la producción del libro. Vino de la mano del alemán Gutenberg, gracias a su invento en el año 1.450 en Maguncia. La imprenta se extendió rápidamente por toda Europa aunque su inventor trató de ocultarla. El mérito de ella estuvo en fundir letras en metal sueltas y colocar por orden los tipos, reproduciendo en pliegos de papel las grafías por medio de la impresión obligada por la presión a la que eran sometidos mediante una prensa plana adaptada.

Los primeros libros salidos de la imprenta entre 1.450 y 1.500, son los conocidos como incunables. No tenían portada ni letras capitales ya que se dibujaban, en ellos, no se dividía el texto, estaban foliados pero no paginados, eran de gran formato, no presentaban signo de puntuación y empleaban numerosas abreviaturas. El soporte de estos era  papel de muy mala calidad.

Entre los siglos XVI al XVIII el libro se perfecciona, continúa la preponderancia del libro religioso, pero también hay libros laicos, sobre todo los dedicados a la  enseñanza. Se comienzan a editar las obras de autores clásicos como Homero, Aristóteles, Cicerón, Séneca, apareciendo los primeros diccionarios. Se introduce la talla dulce como técnica de grabado de las ilustraciones, esta consiste en ahuecar con un buril una plancha de metal y rellenar los surcos con tinta para, por presión del papel sobre el metal imprimir el motivo. Durero fue uno de los más hábiles artistas que usó esta técnica como ilustrador de libros.

La encuadernación de libros comienza en Italia sobre el siglo XVI siendo las  tapas de madera, algunas veces revestidas en piel o en tejidos adornados con ornamentos de metal. Con la Revolución Francesa desaparece casi por completo la encuadernación de lujo, iniciándose la encuadernación mecánica, que dio lugar a una mayor y más barata difusión de las obras clásicas y modernas destinadas a un público más amplio.

El libro impreso y encuadernado como vehículo transmisor de ideas y pensamientos no escapó, desde sus principios, al control de los poderes eclesiástico y real, en algunos casos muy severos. Al tener acceso a la cultura mayor número de gentes y  salir esta de los monasterios se crearon a lo largo y ancho de Europa numerosas bibliotecas. La iglesia, fiel guardiana de los principios cristianos, ejerció con fuerza y firmeza restricciones a la  libertad de expresión impresa. Esta censura encaminada a evitar manifestaciones heréticas e interpretaciones no oficialistas de los textos, estuvo bien secundada por la otra censura, la política y social, ejercida por los gobiernos.

Por último, en el siglo XVIII, nace en Inglaterra el Copyright, organismo para la defensa de los derechos del autor y del editor, con ello se intenta la protección de la propiedad intelectual del país. Posteriormente se extendió al resto de países.

El futuro del libro impreso y encuadernado es una incógnita para los menos optimistas. Ven en las nuevas tecnologías electrónicas el enemigo que acabará con la tradicional edición librera. Por ello, animo a todos los lectores que compren libros impresos.


                                                                                       

                                                                                                  el Andalusí

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