Después de gritar a los cuatro vientos
que se atrevía a bailar con el diablo a la luz de la luna, de retar
a ángeles y demonios, de saltar desde el borde del acantilado hasta
el mar embravecido, de jactarse de que jugaba a la ruleta rusa con
cinco balas en el tambor del revólver, de blasfemar a voces, de
desafiar a los vivos y a los muertos, de jurar falta de respeto
eterna a cualquier autoridad divina o humana, de crecerse a la sola
mención de lo sagrado, de romper los códigos morales y aventar los
restos, de viajar sin rumbo, sin destino, sin meta y sin fin, de
fundir las cadenas que le unían a familia y amigos, de cortar de
un tajo los lazos con todo aquello que representase convencionalismo,
de relativizarlo todo hasta reducirlo al absoluto.
Después de asesinar los sueños con
nocturnidad y alevosía, de arrancar de raíz los árboles y las
plantas, de dispararle a todo bicho viviente que se cruzase en su
camino, de extirpar sin anestesia sus fibras sensibles, de dejar
pudrir su alma en vodka barato, de exterminar las esperanzas, de
masacrar sin piedad sus ilusiones y las ajenas, de rebañar los
restos de los sentimientos del fondo de su corazón.
Después de triturar cualquier atisbo
de altruismo, de someter las voluntades a su caprichosa voluntad, de
poner boca abajo todos los crucifijos, de incinerar hasta las cenizas
el más mínimo síntoma de humanidad, después de alcanzar el
triunfo dejando en el trayecto un millón de cadáveres.
Después de todo esto...va y se muere,
el muy gilipollas.
Moraleja: ya que te vas a morir igual,
haz felices a los que te rodean, tonto del culo...
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