Vivimos tiempos convulsos, no hay duda. Pero si
además de ver “8 apellidos catalanes” o similares, consumiéramos historia, nos
daríamos cuenta de que podríamos aprender mucho. “El nombre de los nuestros” no
puede, de forma estricta, clasificarse como historia, porque es una novela,
pero según su autor, bebe de fuentes directas, de alguien que vivió los sucesos
a los que nos remonta, por lo que para mí es historia con mayúsculas.
El desastre de Annual fue un acontecimiento que
marcó la también convulsa época del primer tercio de siglo XX en España, en la
que los restos del imperio colonial español se estaban terminando de
desmoronar. Esta maravillosa novela ahonda en lo que apenas se cita en los
libros de historia: en las penalidades, preocupaciones y angustias de los
auténticos protagonistas, que eran los soldados. En la certeza de una muerte
inminente por una causa que, llegando el momento supremo, casi ninguno
comprende, es sobrecogedor ponerse en la piel de aquellos que la van a
entregar.
Lorenzo Silva es conocido sobre todo por su saga de
Bevilacqua y Chamorro, que ya hemos recomendado vivamente. Pero Silva es mucho
más. Es una persona con criterio, ecuanimidad, sentido común, clarividencia, y
además con una literatura que de forma magistral atrapa al lector de forma
irremisible. Es un escritor que va manteniendo una progresión constante,
siempre a mejor, y cuyo techo yo no soy capaz de vislumbrar. Si la Real
Academia es una institución justa, tendrá un sillón para él, con toda
seguridad. Y de ahí en adelante.
“El nombre de los nuestros”, que Lorenzo Silva escribió
en 2001, estremece y conmueve, sobre todo esto último, y permite empatizar con
todos o muchos de los personajes que retrata con pluma maestra. Sin duda, Silva
es un hombre sabio, y tenemos la suerte de que nos regale obras tan buenas como
esta. Yo además tengo la suerte de que el sin par Diógenes me la regaló a mí.
El
nombre de los nuestros
Lorenzo
Silva
Booket,
nº 2080
Ediciones
Destino, 2008
285
páginas
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