Le he cogido por las solapas. Puedo perdonar la maldad, pero la estupidez no. Le he acercado mi fea cara a su fea cara y le he susurrado:
- Tú serás el Príncipe de la Tinieblas y el Señor del Mal. Pero te falta valor para enfrentarte al demonio que habita en mí. Y si derroto cada día a ese diablo oscuro y profundo...tú me pareces una virgen vestal. Quires bailar una balada conmigo?
Se ha ido con el rabo entre los cuernos, sin atreverse a mirar atrás.
Y yo he bailado con mi maldad, pisándole los pies adrede.
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