Pero el periplo, la odisea sin Ítaca al final, es el viaje a través de tu miradas. Las palabras convertidas en silencios, acalladas por fuerte que se pronuncien, porque tus ojos arden, se congelan, dudan, se llenan de lágrimas saladas o se vacían de contenido. Se visten de gala o se muestran harapientos. Desafían para implorar un instante después. Silencian las bocas, anudan las manos. Acometen y huyen, bailan, se quedan inmóviles en su agitación.
Y yo sólo escucho a tus ojos. Que fascinan, que aturden, que asustan, que deprimen, que entusiasman.
No dejes de mirarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario