jueves, 10 de febrero de 2011

Relato negro como un grillo

Los movimientos son importantes, abajo, arriba… y vuelta a repetir. Después hay que cambiar, izquierda, derecha y así unas cuantas repeticiones más antes de una nueva vuelta para comenzar otra vez más.

La higiene bucal, dichosas obligaciones nocturnas antes de ir rápidamente a dormir después de jugar un rato con el chorro y describir bucles, círculos o un potente disparo al centro del desagüe de la “taza”… ¡curioso nombre para descargar los restos digeridos desde su prima hermana!!

Limpio y vacío, alegre por la felicidad prometida en los sueños esperados sólo queda gritar…¡mentalmente, … no son horas de despertar a los vecinos!!!... ¡A LA CAMITA!!!

Ese cálido recibimiento de todas, o casi todas, las noches, de un colchón. Meterse entre unas suaves, cálidas sábanas y si el tiempo lo precisa, manta o edredón, pero que no pese, que no agobie. ¡maravilla!!, promesa de una felicidad egoísta, solamente mía.

Estoy ya en duermevela antes de estirarme y retorcerme para que esas sábanas me acaricien, acurrucando la almohada mi cabeza, cuando me parece escuchar la puerta.

No puede ser!, pongo toda la atención para intentar descubrir que ha sido una mala pasada de mi cerebro, intento poner todos mis sentidos a trabajar… incluso olfateo el ambiente para captar aromas desconocidos, intento mover mis orejas para orientarlas hacia cualquier vibración en la oscuridad y abro lo ojos como si fueran de gato para descubrir la mínima variación que pueda haber en la negrura.

No consigo captar ninguna sensación, imagino que ha sido todo una mala pasada de algún ruido habitual en la vida de la casa: un chirriar de tuberías, algún erupto de los radiadores, un crujir de alguna madera, la dilatación o contracción de una baldosa, incluso el bostezo de la casa.

Nada de eso calma mi inquietud y lo mejor es dar luz a la oscuridad, busco a tientas el interruptor, siempre ha estado en el mismo sitio y esta vez parece que intenta escabullirse entre mis dedos, afortunadamente…¡el destino!, no consigo encender la luz antes de escuchar claramente unos pasos.

Esta vez no hay duda, no vale imaginar escusas, son pasos. Hay alguien!!. Instintivamente me momifico dentro de esas sábanas que ahora hacen de escudo salvavidas, realmente están andando en la casa, no hay equivocación ninguna.

Por el ritmo de mi corazón y la adrenalina que noto correr por las venas, algo está pasando. No consigo pensar en nada más que en intentar descubrir los siguientes movimientos de una sombra que no consigo vislumbrar en la penumbra pero escucho oír perfectamente.

Calma, sobre todo, calma.
No hace mucho escuche a mi vecino, policía, decir que estamos llegando a “niveles intolerables de inseguridad” ya que se estaban asaltando viviendas constantemente, incluso que algunas veces la violencia que utilizaban los criminales era “desmesurada”.

Opte por intentar hacerme invisible, sin conseguirlo, aunque no pude comprobarlo al no tener ni espejo ni luz cercana que me lo confirmase. Mi mente bullía y la siguiente opción fue congelarme, esta vez si lo conseguí, lo notaba en las puntas de mis dedos y en la gota fría que corría por toda mi columna vertebral, pasaría fácilmente cualquier termografía que la CIA hiciese en busca de terroristas musulmanes en mi habitación.

Los pasos continuaban deambulando por la estancia y con el ajetreo mental del momento no conseguía ubicar correctamente al dueño de esos pasos en el recuerdo que tenía del lugar con iluminación de día, dichosa noche cuanto tardaba en terminar.

Habían pasado horas para mi angustia aunque conseguí vislumbrar los puntitos fluorescentes del despertador y simplemente habían pasado veintitrés minutos desde que me zambullí en mi mar de felicidad y calculo que quince desde que un tsunami anegó toda la falsa seguridad que intuía.

Los pasos continúan, se acercan, me petrifico para intentar pasar desapercibido. El vecino, policía, comentó que lo mejor es no oponer resistencia, dejar hacer sin rechistar para intentar salir lo menos “dañado” posible. El físico quizás, pero lo que era el ánimo, el “alma”, me lo estaban destrozando esos pasos.

Intenté no moverme, ni siquiera respirar, notaba su presencia a centímetros de mi cara para después alejarse nuevamente y comenzar a abrir los cajones del armario, ¡Pero si aquí no hay nada, qué busca!!, estúpida idea que rápidamente borre, era ridículo que alguien que no fuera yo supiera si había o no algo de valor en esos cajones, algo de valor que era lo que el vecino, policía, comentó que buscaban los criminales.

Fue un cerrar y abrir cajones, más pasos… y nada más, continué con todos los sentidos alerta, incluidos los supuestos para intentar detectar presencias físicas en la estancia sin conseguirlo.

La lucha contra el cansancio y los párpados que pesaban toneladas fue titánica, pero finalmente perdí, me di cuenta cuando sintiendo el amanecer en los párpados supe que había sucumbido al cansancio y al sueño. El sobresalto fue grande sabiendo que el dueño de los pasos podría continuar por allí, intenté localizarle con los poderes supuestos de mis sentidos sin conseguirlo una vez más.

Afortunadamente en estos momentos mis ojos conseguían detectar claramente lo que no habían conseguido durante la intrusión de esos pasos en la noche.

Todo tranquilo, todo normal a simple vista, no conseguía averiguar que había sucedido, no estaba acuchillado por el malvado, las cosas y cajones seguían en el mismo lugar que recordaba, empecé a dudar de lo sucedido durante esa noche hasta que todo se aclaró cuando mamá dijo a gritos desde la cocina: ¡ANOCHE TE GUARDÉ LOS CALCETINES Y CALZONCILLOS… YA QUE SE TE OLVIDÓ HACERLO ANTES DE DORMIR!!!!


Publicado por Felipe

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