martes, 19 de marzo de 2013

Y otro más: el de Celia.

Este año, no se si por primera vez en la vida (supongo que no), la fiesta del día del padre se ha pasado a lunes, siendo su día “original” el martes. Todo el mundo se tiraba de los pelos, cómo si su vida dependiese del día en el que se celebrase. Yo no. Quiero decir, desde que yo recuerdo (hace relativamente poco) el día del padre se ha celebrado una vez al año. Éste no. Y me parece bien, porque creo que se merecen algo más que un día para ellos.

Nuestros padres son esas personas que nos crían, nos cuidan y están pendientes de nosotros. También son los que nos regañan, nos echan broncas y nos dicen lo malas que son las notas del curso. Nada es perfecto.
Todos, o casi todos, tienen un recuerdo especial de sus padres. Yo no. Yo tengo varios miles de millones, porque el padre que tengo no es normal… Es mejor.

Espero que cuando sea mayor, pueda hablarle a mis hijos de su abuelo y su manía de salir corriendo hacia la lavadora cuando esta pita, indicando que ya se puede tender la ropa, porque aunque él no lo quiera reconocer, le gusta eso de sacar la cabeza por la ventana y colocar las camisetas y pantalones en la cuerda, enterándose de los cotilleos que se cuecen en las cabezas de las vecinas, que como él, sacan a secar la ropa.
Me gustaría hablarles también de esos ratos con él por la calle, en los que ambos nos reímos a carcajadas, en los que no para de intentar cogerme la mano o agarrarme de la cintura, mientras yo encojo los brazos y me separo, para que no lo consiga.
No estaría nada mal comentarles las noches de los martes, viendo Castle, tumbados en el sofá, apoyando mi cabeza en su cuerpo y el rodeándome con el brazo. Esas noches en las que me quedo levantada hasta que él llega del trabajo para poder ser policías juntos y resolver los casos de los diferentes episodios. Él me llama Kate; yo no le llamo Richard, le llamo papá, porque es “escritor” y un buen padre, tal y como es el personaje de la serie.

Yo normalmente no soy así de sentimental. Soy más bien una raspa que no quiere abrazos ni besos. Tengo una personalidad peculiar, que junto con la adolescencia, me convierte en un ser bastante impredecible y, en ocasiones, insoportable. Pero no por eso quiero ni más ni menos a la gente, sólo lo expreso de manera diferente. A mí no me van los abrazos, me van los hechos cómo los que he nombrado antes, aunque me podría tirar horas y horas hablando de ellos. He nacido así, y moriré así. En parte él tiene la culpa, él fue el responsable de mi nacimiento, y, sólo por eso, ya es el mejor padre del mundo.

2 comentarios:

  1. La culpa es mía por obcecarme en que desde pequeña se aficionase a la lectura...

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  2. Bueno, bueno, bueno, la tenías escondida, menos mal que los hijos adolescentes (sobre todo las hijas)nos dan sopas con hondas.
    Enhorabuena y felicidades a los dos.

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