domingo, 2 de junio de 2013

Los sonidos de la noche

   Un paseo de noche por la orilla del río, en luna llena para tener un poco de luz, resulta misterioso y encantador al mismo tiempo, y te introduce en un mundo de sonidos a los que no estamos acostumbrados durante el día.

   Salgo del pueblo y me envuelvo en la oscuridad, esa oscuridad "clarificada" por la luz de la luna, que te permite verlo todo y no ver nada a la vez.

   El canto de los grillos prevalece sobre cualquier otro sonido, y vuelvo la mirada para ver las luces del pueblo, que ha quedado atrás.

   Continúo mi marcha y enseguida empiezo a escuchar el rumor del agua del río. Todavía no lo veo, pero ya lo oigo. El canto de los grillos va desapareciendo y se impone otra sinfonía distinta: la del croar de las ranas.

   Entro en las arboledas del río, y veo las siluetas de los álamos gracias a la claridad que desprende la luna llena, escuchando el agradable sonido de sus hojas al moverlas la suave brisa.

   Llego a la orilla y oigo el chapoteo de algunas ranas al saltar al agua, asustadas por mi presencia, mientras observo el reflejo de la luna en el caudal.

   Según camino escucho los correteos de los ratones de campo, que huyen al notar mis pasos. Pero unos sonidos de algún animal de mayor tamaño llaman mi atención. Unas hojas secas caidas en la anterior otoñada se mueven bajo mis pies, pero la claridad de la luna no me permite ver lo suficiente, por lo que me agacho para comprobar que se trata de un topillo excavando en la arena. No se ha percatado de mi presencia y sigue haciendo su agujero como si nada. Tras observarle durante unos minutos,  dejo al topillo en su ardua tarea y sigo mi marcha.

   Un retiemble de suelo me sobresalta ahora, y veo unos metros más adelante la silueta de un grupo de corzos que regresan al monte tras beber en el río.

    Entre todos estos sonidos no podía faltar uno: el canto del amo de la noche, el buho. Escucho su ulular, le busco con la claridad de la luna entre las ramas de los álamos, pero no consigo verlo. Me tengo que conformar con oirlo, y estremecerme con ese canto misterioso en la noche.

   De vuelta al pueblo, veo el silencioso revoloteo de los murciélagos en torno a las farolas encendidas, en busca de mosquitos, polillas y todo tipo de insectos atraidos por su luz.

   Al llegar a casa, escucho el canto de las lechuzas que tienen su guarida en las aberturas de las rocas de al lado. Miro al cielo, y veo pasar su silueta blanquecina bajo la claridad de la luna. Buen punto y final a mi paseo nocturno.

                                                                                                    
                                                                                               EL RURAL

2 comentarios:

  1. Encantador. La naturaleza tal cual es, sencilla y hermosa. Felicidades

    ResponderEliminar
  2. Parece mentira lo bien que escribes.Sigue así eres una gran persona.Felicidades.

    ResponderEliminar

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.