sábado, 22 de junio de 2013

Quimera


Temía a la noche porque en la noche, entre las sombras, era cuando acechaban los fantasmas. ¡Ojalá aquello fuera una película de terror!, pero la quimera de la ficción no era sino una realidad. Monstruosa y cierta. Las vio. Con sus andares felinos. Caminando, deliberadamente, como si se deslizaran. Con sus bocas sanguinolentas y los ojos enrojecidos, inyectados.  Ruido  estruendoso. Sentía una sed implacable. Salivar no tenía más efecto que recrudecerla. Necesitaba imperiosamente beber algo, pero estaba muy asustado. ¿Y si lo descubrían cuando intentase satisfacer su natural necesidad? Era preferible quedarse agazapado, oculto en la penumbra, confiando en que no le traicionase el castañeteo de sus dientes, aunque tal vez aquellos pavorosos ojos ribeteados por la más espantosa de las tinieblas fuesen capaces de ver en la oscuridad y lograsen encontrarlo, por más que él tratase de esconderse, procurando pasar inadvertido tras la columna. A fin de cuentas, no eran más que unas horas. Angustiosas y eternas, pero unas horas. Estaba absolutamente paralizado, incapacitado para efectuar el más mínimo movimiento. Y aquel horrible ruido taladrándole la cabeza. Amenazando con quebrarle desde el interior todos los huesos. ¿Por qué no había hecho caso de su instinto y se había quedado en la confortable y cálida protección de su cama? Maldijo a aquel que tanto le insistiera en que el mejor modo de vencer a los miedos era enfrentarse a ellos. riaturas pareció descubrirlo.Ssjor modo de vencer los miedos era enfrentarse a ellos A ser posible, de un modo drástico.
De pronto, una de aquellas horribles criaturas pareció descubrirlo. Sus pasos de muerto viviente tomaron una dirección inequívoca. No había escapatoria posible. Estaba perdido. Irremediablemente condenado. Aquel ser de la oscuridad se le acercó a una distancia muy lejana de lo que hubiera sido prudencial. Aquel horripilante ser de la oscuridad apoyó su mano mortecina de dedos largos acabados en unas aún más largas uñas sobre su brazo de piel erizada. Aquel ser abrió la boca mostrando unos dientes que a él le parecieron capaces y dispuestos a despedazar a cualquier ser vivo. Aquello, con voz enronquecida habló: “Hola, soy Raquel, jamás te había visto por aquí”. Diagnóstico certero: Ginefobia.

Mónica Rodríguez

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