miércoles, 22 de enero de 2014

Abstinencia

Despierto deprisa.
Mi paisaje es distorsionado por la ventana de círculos, uno y otro, enlazados, encadenados, oscilan con mi cabeza, ríen a carcajadas estridentes que lastiman mis oídos y murmuran ´´ tu cabeza es una maceta de adonis´´ .La noche es roja, la luz  necia; alucino un ángel azul en bicicleta, todo en él es marcadamente azul; es un ser azul de cabellos azules, de pálido rostro azul, que viaja en una bicicleta vintage de principios de algún siglo. La ventana se acerca a mostrarme la calle con claridad, una  orgía de almas mezquinas y corruptas que integran la maraña sórdida de la vida nocturna. ¡Ah! la vida nocturna, casi cómica, Cargada de excesos y lujuria.  
Llegan a través del  espejo empañado de mi memoria recuerdos de historias que me obsequiaron  los años, escucho frases absurdas entre mezcladas, discursos de ebrios. El ángel ha bajado de su bicicleta; ha venido a asesinar a los vagos que orinan en el callejón contiguo a mi ventana, mientras leo revistas triviales, decoloradas y sucias  hasta sumirme en un ligero sueño.
Despierto de prisa,  la sobriedad me ha poseído. Murmuro `` Mi cabeza no es una colección de flores infames´´ Lavo mi rostro y asumo mi estado fumando un cigarro de sabor amargo y hostiagante.
Durante el día las señoras se sientan en el parque, atienden a los bebés, obsequian pan a las palomas y chismorrean de las noticias locales. Yo las observo, sé cuando llegan y a qué hora partirán, a veces  miran mi ventana y susurran entre ellas, ocultando sus ojos de mis ojos, hasta que se levantan y se marchan a vivir sus vidas lejos de mi.
Y vuelve la noche con su estridencia y su peste etílica. Vuelve el sexo comprado, el  regalado y el arrebatado, vuelve mi ángel, el espejismo que he construido con  trozos de los ángeles de colores desleídos, rostros disturbados y cuerpos desgastados que destazo cada noche, uno y otros desfilan ante mí en busca de libaciones que les brinden el hórrido sentimiento de la libertad; no hay elíxir tan dulce ni poción tan amarga como el néctar de mí; el frenesí que me invade bajo el destello seductor de la hoja que se cierne sobre la languidez que me apresa y me adormila.
Despierto deprisa bañada por el sol,  tendida sobre una mancha oscura, la piel imprimida con intrincados dibujos. Un tipo me mira y dice con convencimiento ´´suicidio´´.
Ventana de círculos, mi cabeza es una maldita maseta de adonis.


Luccien de Luque Amaris

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