lunes, 18 de marzo de 2013

Mi padre

Mi padre es un tipo en quien se puede confiar, lo que ya le convierte en una “rara avis” en los tiempos que corren. Toda su vida laboral, y empezó a trabajar con once años y se jubiló a los setenta años, la hizo en la misma empresa, y eso da idea de su concepto de fidelidad. Una de las cosas que se obstinó en enseñarme es que los contratos se cumplen, y para demostrarlo lleva 53 años casado con mi madre.

Es de pocas palabras, pero muy cariñoso. Tiene un natural reflexivo y melancólico, pero se le olvida cuando ve a sus hijos y a sus nietos. Entonces se vuelve bromista y juguetón. Siempre nos da un beso cuando llegamos, otro cuando nos vamos y los que se tercien si nos cruzamos por el pasillo. El día que se vaya se irá sin un solo beso en la cartuchera, que los ha disparado todos. Tampoco cargará ese día con el remordimiento de no habernos dicho lo orgulloso que está de nosotros, ni con la desazón de no habernos corregido cuando pensaba que nos debía corregir. Aunque es mucho mejor animando que regañando, que lo de regañar siempre le ha costado.

Es muy sentimental, y le he visto llorar unas cuantas veces, más de emoción que de tristeza. Aunque, siendo sincero, le he visto reír muchas más, con esa risa sincopada que parece que le da vergüenza reírse.

Siempre ha sido generoso y, sabiendo que el dinero tiene el valor que tiene, nunca ha sido cicatero a la hora de ayudar a los que quiere y de disfrutar con ellos.

Hoy, que es su día, volveré a vivir ese momento maravilloso en que nos salimos a la terraza a fumar, me da fuego y me cuenta alguna cosa que no quiere que mi madre escuche. Esa sensación de ser dos hombres que se quieren, dos padres enamorados de sus mujeres y sus hijos, con sus alegrías y sus preocupaciones. Sólo que uno de los dos soy yo, que soy el hijo y el otro es él, mi padre.

Tendríamos que vivir doscientos años y aún me faltaría tiempo para darle las gracias. Y tampoco me iba a dejar dárselas. Sólo me dejaría decirle “Te quiero, Papá”, para poder contestarme “Y yo a ti, hijo”.

4 comentarios:

  1. Ya quisiera tener un padre como el tuyo y un hijo como tú.
    Un beso

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  2. Con un hijo que valora tanto a su padre, éste debe estar muy muy feliz. Lo de los contratos es genial... Seguro que también tu mamá es un encanto. Durar tantos años es cosa de dos, no crees?. Besitos alados.

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  3. luz rodriguez garmon19 de marzo de 2013, 0:18

    Diógenes, soy Luz la mujer de Epífisis. Me ha conmovido el relato que dedicas a tu padre. ¡Qué ejemplo de amor filial. Enhorabuena!. Cuídalo mucho.

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  4. Yo soy de esos tipos con suerte a los que les ha tocado la lotería de unos padres maravillosos, una mujer maravillosa, unos hijos maravillosos, un hermano maravilloso, una familia maravillosa y unos amigos maravillosos. Más o menos como a Alejandro.

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