miércoles, 17 de abril de 2013

Personas que cuidan de persianas


La mañana en la sucursal de Bankia transcurría con normalidad hasta que, sobre las diez y media, se oyó alboroto fuera. Todos los de la oficina salieron a ver qué ocurría y vieron que un grupo de personas se había congregado en la puerta. Estaban claramente alterados. Daban gritos, hacían sonar pitos, sirenas e incluso cacerolas y ollas, golpeándolos con otros utensilios. Era un grupo heterogéneo. Había ancianos, jóvenes y parejas de mediana edad con sus hijos. Algunos vestían de calle y otros con traje y corbata. Algunos llevaban puesto el mono de trabajo, pues seguramente habrían aprovechado el descanso del almuerzo para acudir allí a protestar. ¿Pero a protestar por qué? Se preguntaban los empleados de Bankia.
Entonces empezaron a fijarse en las pancartas. En una que llevaba un señor enganchada a un palo ponía: “¡Mis ahorros convertidos en preferentes YA!” Cuatro chicas sujetaban otra en forma alargada: “El zapato con suela y la HIPOTECA CON-SUELO”. Un grupo más o menos cuantioso, dirigido por un joven con un megáfono gritaba consignas: “¿Dónde están? No se ven, los plazos de renta variablé”.
Nadie entendía de qué iba aquello. El Subdirector preguntó a uno de los manifestantes y éste le explicó que protestaban porque se encontraban con muchas barreras al tiempo de contratar productos bancarios. Que habían estado en otras entidades y siempre les salían con las mismas: “Le desaconsejo esto porque no podrá recuperar su dinero en cincuenta años”. “Ojo al firmar la hipoteca que si impaga dos cuotas le embargaremos su piso y aún deberá capital”. “Este producto es de alto riesgo”. “Este otro es un timo”. Decía que estaban hartos. Que se sentían desatendidos y estafados. Cada vez había más gente. Algunos paraban el tráfico de la calle y animaban a los conductores a unirse. Muchos de ellos hacían sonar el claxon, aportando así su pequeño granito de arena a la protesta. El Director, visto el cariz que adquiría todo aquello, llamó a la Policía. En menos de una hora treinta furgones de Antidisturbios cortaban las calles adyacentes y cercaban a los manifestantes. Un alto mando, megáfono en mano, les instó a cesar con la protesta y dispersarse bajo la amenaza de recurrir a la fuerza. Pero un representante de los manifestantes le explicó cuáles eran sus motivos. El policía consideró que tenían razón. Que era una injusticia y que, si nadie atendía a sus demandas, era legítimo salir a la calle para hacerse oír e intentar cambiar las cosas. Así que finalmente no hubo cargas. Es más, muchos de los policías, que al fin y al cabo también eran afectados por la política de respeto y protección hacía el consumidor de la banca, soltaron las porras y se unieron a la protesta.     

Àlex Devís Mainz

2 comentarios:

  1. Álex, como la vida misma, actual, pero después de beberte cuatro pintas en el James.
    Un saludo

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  2. Agradecimientos tardíos Epífisis. Más de cuatro le harían falta alguno para verlo, pero no hay que perder la esperanza.

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